Dos chocolates y una docena de churros

941 58 2
                                    

Bajamos las escaleras en dirección a la cocina. Era muy espaciosa y se notaba que había sido utilizada mucho aunque estaba impoluta. En el centro había una mesa metálica que tenía cuatro sillas a juego. Lucía estaba sentada en una de las sillas cortando una tarta de chocolate y galleta en partes iguales.

-Qué pinta- dije hambrienta.

-Espero que os guste, era una receta de mi madre- contestó sonriente.

Caro y yo nos dirigimos rápidamente a la mesa y nos sentamos. En frente de cada una, Lucía había puesto un plato con un trozo de tarta.

-Contadme algo de vosotras, no os conozco mucho.

-Bueno… Yo acabo de cumplir diecisiete años y Abril tiene quince- dijo mi hermana.

-Tampoco soy mucho mayor que vosotras, yo tengo veintiuno. A ver… sois gallegas.

-Sí- respondimos Caro y yo al unísono.

-Nunca he ido a Galicia, excepto un par de viajes he pasado toda mi vida en Salamanca- cuando dijo esto bajé la vista hacia mi plato y vi que casi no quedaba tarta.

Estuvimos hablando hasta que se hizo de noche. Después Caro y yo subimos a nuestra habitación.

-¿Qué te vas a poner?- me preguntó.

-No iré contigo, estoy muy cansada- dije intentando aparentar fatiga.

-¡Irás aunque te tenga que arrastrar!

-Ay, pero yo…

-Ni peros ni nada, ¡venga!- fue hacia mi armario y cogió un pantalón pitillo granate, una camiseta negra y una camisa vaquera, al menos respetaba mi norma de “nada de faldas”-,  ve a ducharte y póntelo.

-Está bien…-cogí la ropa y me fui al baño.

Tardé relativamente poco en ducharme, con la música a todo volumen es imposible no tardar. Cuando salí del baño Caro ya estaba preparada, se había puesto un bonito vestido con un estampado étnico.

-Vámonos- dijo emocionada.

Salimos sin tener que dar explicación alguna a Lucía, me gustaba ser más libre. Fuimos directamente a la Plaza aunque tuvimos que preguntar unas cuantas veces para poder llegar.

-Vaya, esto es preciosísimo- dije maravillada. Y, Dios mío, era hermoso, las luces se habían encendido y toda la Plaza había quedado iluminada por ellas.

-Y que lo digas…-Caro ni se había fijado en la Plaza, estaba concentrada en los chicos que pasaban por allí y dimos una vuelta.

Recorrimos toda la Plaza hasta que se paró a hablar con unos chicos, yo no prestaba atención a la conversación, seguía embelesada por la belleza de los edificios circundantes. Hasta que la voz de Caro me despertó:

-¿A que sí, Abril?

-Emm, ¿sí?...- uno de los chicos se rió y caminó hacia mí. Sentí cómo se iban sonrojando mis mejillas.

-No tienes ni idea de qué acabas de decir- dijo con una sonrisa en la cara mientras se acercaba. No fui capaz de responder, mi nerviosismo iba a más, así que me limité a negar con la cabeza.

-Pues ven conmigo- ya estaba en frente de mí y pude apreciar su rostro. Era el chico más guapo que había visto nunca. Sus ojos eran enormes y de un azul intenso, mientras que su pelo era castaño claro, rizado y un bonito flequillo le cubría la frente. Yo siempre fui alta, pero para poder mirarle a los ojos tuve que levantar la vista.

-Pero… ¿qué? Yo no… Quiero decir, emm…-ya estaba tartamudeando… ¿por qué me pongo tan nerviosa? Pero él solo sonrió.

-Vamos, no te voy a hacer nada, te prometo que soy una buena persona- me dijo con una sonrisa en la cara, me fijé en sus dientes, eran perfectos-. ¿Vienes?

-¿Caro?- dije, no quería irme sola con él, ni siquiera sabía su nombre.

-Ve con él, yo me quedaré con ellos, estarás bien. Después me llamas y eso…-¿me tenía que ir sola con aquel chico? No, no, no. El pánico comenzaba a aflorar en mí, hasta que me cogió de la mano y me llevó con él.

No me dijo nada solo sonreía, mientras me arrastraba hacia el centro de la Plaza

-¿Así que te gusta la iluminación?- me preguntó.

-¿Cómo…?

-Es evidente, la primera vez que vine aquí también me sorprendió y la arquitectura es impresionante. Esta plaza tardó 27 años en ser construida y la diseñó Alberto Churriguera- “Además de guapo, inteligente”, pensé-. Pero veo que no te gusta mucho hablar.

-Sí, pero… No sé, simplemente, ¿no eres salmantino? ¿Cómo te llamas?

-Soy murciano y estoy en mi segundo año de Historia en la universidad. Sin embargo, no te diré mi nombre- ¿segundo año de Historia en la universidad? Sentía cómo se aflojaban poco a poco mis rodillas-. Deberías estar más atenta cuando te hablan.

-Ya…Aunque…Creo que la falta de atención es algo a mi favor… A veces está bien vivir en la ignorancia- dije, parecía increíble, había ganado confianza muy rápidamente con él.

-No te falta razón, pero no pareces precisamente una ignorante- debería ver mis notas…-. Te daré la oportunidad de eclipsarme con tus conocimientos, háblame de lo que sea.

-No me interesa nada, no soy de esas personas que tienen una vocación o un interés especial por algo, por eso suelo pensar que no encajo con los demás…- sí que se había ganado mi confianza, eso no se lo contaba ni a Dani.

-Espíritu libre- afirmó y ambos nos quedamos en silencio hasta que dijo-. ¿Te invito a un café?

-No tomo café…

-A mí tampoco me gusta, pero es lo que se suele decir… entonces ¿un chocolate con churros?

-Eso está mejor- dije y me agarró la mano de nuevo entrelazando sus dedos con los míos. Estuvimos andando un buen rato hasta que paramos delante una cafetería.

-Dos chocolates y una docena de churros, por favor- dijo a la camarera mientras nos sentábamos en una mesa cercana.

-¿Y cómo es que no has salido a una discoteca con tus amigos?- le pregunté.

-Eso demuestra lo atenta que estabas antes…-contestó sonriendo- Mis amigos se fueron a una discoteca con tu hermana y como a mí no me gustan y, según tu hermana, a ti tampoco, nos dejaron a los dos juntos ¿Es que no te gusto?- preguntó aunque parecía saber perfectamente la respuesta.

-La verdad es que ni siquiera sé tu nombre, seguro que te llamas Juan Eustaquio Benigno Faustino Simeón Pérez…- dije sarcásticamente.

-¿Cómo lo sabes?- preguntó simulando miedo y no pude reprimir una carcajada.

-Venga, dímelo - era increíble lo rápido que se había ganado mi confianza.

-No, no, no, tendrás que ganártelo- dijo con una sonrisa malévola. 

Los cuatro elementosOnde as histórias ganham vida. Descobre agora