Capítulo 34 - 12 CHICOS LOBOS

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- Al principio sólo quería saber por curiosidad. Pero el hecho de que estés mintiendo significa que es algo más interesante de lo que creí, y quiero saberlo. Ahora, escúpelo.

- No hay nada que... escupir. – dijo divertida por la expresión – Te he contado todo.

- Serás terrible mentirosa, pero debo admitir que sí eres una cajita bastante trabajosa de abrir. – se recostó en el suelo a su lado con las manos cruzadas detrás de la cabeza – No importa, tarde que temprano, todas caen.

Rio encogiéndose de hombros, y se recostó a un lado de Kaiser. Estaba muy equivocado si pensaba que Erika iba a contarle lo que realmente había sucedido, era muy riesgoso, y su imprudencia ya había ocasionado suficientes cosas.

- Hey, ¿recuerdas aquella vez en la que bebiste una botella de vino completa y comenzaste a decir un montón de cosas? Entre las cuales, me constaste el secreto de Nick...

- Estás loco si crees que dejaré que me embriagues de nuevo.

- No necesito tu permiso. – se burló.

- No puedes embriagarme contra mi voluntad.

- ¿Quieres apostar?

- ¿Por qué siempre quieres apostar? – rio Erika.

- Porque siempre gano.

El recuerdo de cuando perdió la apuesta en el juego de mesa botó en su memoria, y por la sonrisa del chico sabía que él estaba pensando exactamente lo mismo. Ambos rieron al recordar aquello, que parecía tan lejano. Una extraña sensación despertó dentro de ella, al percatarse de que muy pronto todo sería solamente un simple recuerdo.

- ¿Por qué yo? – dijo Erika de pronto.

- ¿A qué te refieres?

- ¿Por qué me escogieron a mí?

Kaiser tensó la mandíbula mientras continuaba clavando la mirada en el techo. Erika lo miró expectante, admirando sus facciones masculinas. Iba a extrañarlo.

- Lo cierto es... que no lo sé. – suspiró el chico.

- ¿Fue algo al azar?

- No creo que haya sido al azar, pero yo no participé en esa decisión. No eres la única a la que le ocultan cosas, Baby Doll.

- Supongo que no.

Su mente viajó al día del secuestro. Por primera vez en mucho tiempo, pensó en Jeremy. "¿Qué habrá sido de él? ¿Seguirá saliendo con la tal Melanie?" Era curioso el poder pensar en su antigua vida y sentirla aún tan fresca. Solo habían pasado alrededor de tres meses, pero ella lo había sentido como años.

Había llegado a conocer demasiado a todos los chicos, y sin embargo se daba cuenta de que no los conocía en lo absoluto. No sabía lo que pasaba dentro de sus cabezas, ni el porqué de sus procederes. La querían, pero no lo suficiente para salvarla de la muerte.

Se propuso dejar de buscar la lógica para todo aquello, ya que quizá jamás lograría encontrarla. "Nada de esto la tiene. La lógica no existe en este bosque." Pensó para sí.

Miró a Kaiser, quien parecía haberse sumido en un profundo sueño. Su pecho subía y bajaba con repetitiva parsimonia. La imagen le contagiaba la paz que tanto extrañaba sentir. Resultaba un tanto desconcertante lo mucho que le gustaba ver a las personas dormir, y por razones de sobra, en especial a los chicos.

Intentó no moverse muy brusco para no despertarlo y acabar con aquella adictiva atmosfera, por lo que se giró con suavidad para recostarse más cerca de él. Cerró los ojos e inhaló profundo.

- Voy a extrañarte, Kaiser. – susurró para sí.

- Yo también, Baby Doll. – suspiró el chico sin abrir los ojos.

Sonrió con nostalgia, y antes de que pudiera darse cuenta, se quedó dormida, soñando con hombres lobo, orfanatos, bosques, y por primera vez en mucho tiempo, con finales felices.

***

Se sorprendió al darse cuenta la cantidad de cosas que había llegado a tener desde su llegada con los chicos. Jamás en su vida había tenido algo que pudiera llamar "suyo", ya que en el orfanato todo pertenecía a todos. Sin embargo ahora contaba con ropa, libros, mantas, y hasta cosas que nunca pensó tener, como la cámara que le había obsequiado Simón en navidad o la muñeca de porcelana de Teo.

Mientras recorría todas sus pertenencias con la mirada, la asaltó el pensamiento de que no podía llevárselo todo, ¿dónde lo metería si lo hacía? No podía tenerlo en el orfanato porque sería imposible evitar que los demás lo tomaran e incluso rompieran.

Después de meditarlo por un rato, decidió que solo se llevaría los libros que le había escrito Lucas, la manta que le había tejido Sheen, la brújula de Arón, el collar de Chris y el vestido blanco de Micaél. Esas cinco cosas resumían perfectamente la relación que tenía con los chicos y todos los momentos que compartió con ellos.

Al sacar las cosas seleccionadas de su baúl, notó que algo brillaba al fondo. Metió su mano hasta que sintió una delgada superficie metálica. Era el brazalete que Demián le había obsequiado en navidad junto con el resto de las cosas que planeaba llevarse. Se lo colocó con cuidado en su muñeca y admiró su delicada y sutil forma de brillar, casi imperceptible, pero igual de hermosa.

Entonces, algo en su interior se iluminó. Demián. Tenía que hablar con él, quizá podía ayudarla a encontrar a sus padres. Después de todo, lo último que decía el diario de su padre fue que tuvieron que entregarla voluntariamente al orfanato, pero no había ningún motivo para pensar que no seguían con vida. Quizá no era demasiado tarde.

Un nuevo mundo lleno de posibilidades se abrió en su mente. Se levantó deprisa y corrió por el pasillo. Asomó la cabeza en cada una de las habitaciones hasta que encontró lo que buscaba. El chico estaba sentado en la mesa de la cocina haciendo un crucigrama.

- Demián, – dijo sin aliento - ¿aún tienes mi expediente del orfanato? ¿con el diario de mi padre?

- Si, aún lo tengo, Baby Doll, ¿Qué sucede? – la miró extrañado haciendo a un lado su periódico y lápiz.

Se acercó hasta sentarse junto a él, y respiro para ordenar sus ideas.

- Demián, ¿crees poder encontrar a mis padres?

- ¿Tus padres?

- Sí, quizá aún vivan en la ciudad, tal vez puedo encontrarlos, y reunirme con ellos, yo... tengo que intentarlo, Demián.

El chico se quedó en silencio un momento que Erika sintió eterno, después la miró, y algo en sus ojos le decía que él no estaba tan seguro. Para su alivio, Demián le dedicó una tierna media sonrisa.

- Claro que si, Baby Doll, buscaré a tus padres.  

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