Capítulo 8: Espiar a tía Emily

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Pasó una semana y de milagro, aún teníamos al perro sano y salvo

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Pasó una semana y de milagro, aún teníamos al perro sano y salvo. Cada que podíamos lo bañábamos, le dábamos de comer –comida que Dylan y Ally le traían–. Pero lo más importante hasta ahora es que nuestros papás siguen sin darse cuenta. Nos dábamos turnos para tenerlo cada quien en nuestro cuarto, a excepción de mis primos, que ellos todavía no tienen cuarto propio.

—Cuídense mucho —mamá nos besa la mejilla a cada uno de nosotros contando a mis primos.

Papá y mamá nos informaron que saldrían porque tía Emily tiene asuntos que atender al igual que mi mamá.

—Hay comida para calentar en el refrigerador —informa tía Emily.

Después de tantos minutos de despedida, al fin se fueron y nosotros quedamos en la misma situación a como llegaron los Joyce al principio: aburridos y sin algo que hacer.

—¿Y ahora qué? —pregunta Alex. Nos encogemos de hombros.

Henry sale corriendo escaleras arriba, algo suena y pronto el gran perro baja por las escaleras junto a Henry.

—¡Al patio! —grita Kyle y en cuestión de segundos, todos estamos jugando con el perro.

—Atrápala —Liam lanza una pelota de tenis y el perro sale tras ella. La regresa y Liam vuelve a lanzarla.

—Hay que ir a sacarlo a pasear  —sugiere Bridget—, este lugar es muy pequeño para jugar.

Efectivamente, el patio trasero no es suficiente espacioso como para jugar con un perro de gran tamaño. Todos estamos de acuerdo y hacemos una correa improvisada al animal. Ya vamos de salida cuando suena la cerradura de la puerta principal.

—Creo que dejé las llaves sobre la barra de la cocina —tía Emily se oye desde afuera.

—Escóndanse —susurro. Todos corren sin dirección. Tomo al perro y me escondo en la puerta del armario

—¡Mamá! ¿Tan rápido llegaron? —oigo la voz de Ally.

—No, pero creo que olvidé las llaves por algún lugar —las voces se empiezan a opacar hasta convertirse susurros. El perro empieza a llorar y a hacer sonidos normales de un perro.

Shhh, nos van a escuchar —me acerco a él poniendo un dedo sobre mi boca.

—Estoy segura que las dejé por aquí
—la voz de tía Emily se escucha cada vez más cerca al armario.

—No, no tía —se apresura a decir
Dylan—, me pareció verlas en... por aquí.

El perro rasguña la puerta y el sudor es más presente en todo mi cuerpo y alma.

—A lo mejor las dejé en el abrigo de ayer —la perilla gira y abro a lo grande mis ojos—. Además, creo que escuché algo aquí.

—No, no tía

Primos en casa [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora