Capítulo uno

332 33 150
                                    

VÍCTOR

Mis ojos se abren con rapidez. Me incorporo sobresaltado. Bostezo y echo un vistazo a la habitación en la que estoy. Pronto me doy cuenta de que es mi cuarto.

Reconozco la decoración y las paredes pintadas de azul claro. Además, está todo desordenado, cosa nada rara en mí. Suspiro y me paso las manos por la cara.

Y justo en ese momento, una imagen cruza mi mente.

Recuerdo al profesor Stewart. Y que estaba atado en una cama. Y esa inyección que recibí en el cuello. Pero en especial, rememoro la aterradora sensación de no tener recuerdos.

Me pregunto si fue un sueño. Debe de serlo porque mi memoria está intacta.

Me llamo Víctor y tengo 18 años. Mi cumpleaños es el 22 de diciembre. Hace cuatro años me ingresaron en un hospital psiquiátrico. El por qué no estoy seguro, esa parte de mi vida está difusa, pero no es importante. Hace poco me dieron el alta y pude salir por fin, por lo que aunque debería estar en la universidad, debo cursar el último año de instituto ya que me he perdido demasiadas clases.

Mis padres se largaron después de que acabara en el loquero. Ahora vivo solo.

Lo curioso es que no soy capaz de acordarme de esos cuatro años que pasé fuera de mi hogar. No lo entiendo, pero supongo que es lo mejor. Dudo que fueran momentos agradables.

Suspiro y me levanto con pesadez. Mis ganas de ir al instituto son nulas, pero no causaría buena impresión que faltara el primer día. Por lo que me visto con lo primero que pillo y cojo la mochila que preparé la noche anterior.

Salgo de mi apartamento dando un portazo. En cuanto llego a la calle, tengo que entrecerrar los ojos ante la deslumbrante luz del sol. Por suerte, me acostumbro rápido y comienzo a caminar con rapidez, a pesar de que el tiempo me sobra.

Llevo las manos en los bolsillos y la cabeza agachada. No me gusta cruzar miradas con la gente. Tengo la sensación de que me juzgan sin piedad, y eso me incomoda. Aunque bueno, las personas en general me ponen nervioso. Supongo que es una de las razones por las que nunca he tenido amigos y mi vida social es inexistente.

Siento un golpe en el hombro y me tambaleo. He tropezado con alguien y eso me confunde. Iba atento. Quien quiera que sea, ha salido de la nada.

Levanto la cabeza y me encuentro con la chica más preciosa que he visto nunca. Me mira unos segundos y pienso que va a disculparse, pero no lo hace. Me ignora y se dispone a seguir su camino como si nada.

Yo me siento molesto ante su actitud indiferente, pero no tengo ganas de entablar conversación con nadie. Las cosas van mejor cuando me limito a estar solo y paso del resto del mundo. Siempre ha sido así.

Sin embargo, algo se retuerce en mi interior. Y antes de darme cuenta, ya estoy alargando el brazo y sujetándola por la muñeca, haciendo que se detenga.

Ella pega un bote, sorprendida. Se gira con lentitud y me observa de arriba abajo. No parece enfadada porque la haya agarrado. Solo está atónita. Mucho.

— Al menos podrías disculparte por haber chocado conmigo — murmuro sin pensar —. Deberías mirar por donde vas.

La joven parpadea repetidas veces, aún intentando recuperarse por la sorpresa. Yo sigo sin entender qué la tiene tan alucinada, pero no tengo tiempo de analizar mejor su expresión, ya que pronto se relaja y sonríe de manera siniestra.

DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora