PRESO

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Capítulo Único:



En lo muy profundo de algún lugar, hay un ser preso encadenado de todo su cuerpo, deseando salir, ver la luz, ser libre, pero no puede. Se cree que fue él mismo el que se puso las cadenas y se encarcelo en la celda más profunda y oscura.

También hay un carcelero que vigila que este no salga, se burla de él, le recuerda lo inútil que es y lo imposible que es para él recuperar su libertad. El carcelero cuida celosamente la llave de la celda, ya que el reo que vigila fue difícil de apresar y no quiere que este escape.

A pesar del tiempo que lleva preso no se acostumbra a sus cadenas, cada vez su yugo se vuelve más pesado. Cada año el carcelero le ata una cadena nueva más pesada que la anterior, este se burla del recluso para avergonzarlo cada vez más, haciéndolo creer que está recibiendo el castigo que se merece.

A veces por diversión le golpea aprovechándose del lastimado cuerpo del encadenado que ante las acciones de su contrario lo único que hace es llorar y pues los años han pasado y el desgraciado está convencido de su culpabilidad.

Un día en el que su guardia no estaba, escuchó a alguien pasar de lejos, sin nada que perder y con la voz rota clamo y grito pidiendo que se le diera la libertad que tanto añoraba en lo profundo de su corazón, quien pasaba escucho los gritos de ayuda y acudió a ellos liberando de esta forma a aquel desdichado hombre. Era un Señor, este tomó al desgraciado y lo llevo a su casa, le curó las heridas, le dio nuevas ropas y alimento.

Cuando el carcelero regresó y se dio cuenta de que su prisionero ya no estaba, se llenó de ira y mando llamar a un ejército, le puso precio a la cabeza de aquel hombre, lo quería de regreso a como diera lugar, pero lo quería vivo.

Paso el tiempo y aquel hombre desagraciado ya no le era más, vivía en la casa de su Señor y hacia todo cuanto su Señor le pedía pero no por obligación, si no, por amor y agradecimiento.

Una tarde después de hablar con su Señor decidió salir de la casa, su Señor lo único que le dijo fue: - ¡mantente firme!; a lo que aquel hombre respondió: - ¡siempre! Al salir de la casa vio cosas increíbles, bellas, cosas que por primera vez en su vida había visto y le parecieron buenas.

Varios soldados contratados por el carcelero lo encontraron y trataron de engañarlo, mas el hombre recordó las palabras de su Señor y regresó a casa. Pero como las cosas que vio le habían gustado mucho, empezó a salir todos los días; los soldados decidieron ganar la confianza del hombre para poder llevarlo ante su jefe, y así fue cada vez más aquel hombre pasaba menos tiempo con su Señor para pasarlo con los soldados.

Una vez que los soldados hubieron ganado su confianza le ofrecieron llevarlo a otros lugares para que pudiera conocer cosas nuevas, después de todo no había nada que temer ya que eran amigos.

El hombre fue hablar con su Señor sobre lo que sus nuevos amigos le habían ofrecido, pero su Señor presintiendo el peligro le pidió que no se fuera y le negó el permiso. El hombre se enfadó con su Señor porque pensaba que este le estaba quitando la libertad, de manera que por primera vez le replicó y gritó diciéndole cosas que nunca le debes decir a tu Señor, y se fue sin dar vuelta atrás, sin ver el rostro de su Señor. Su Señor no dijo nada, solo lo dejo irse, ya que aquel hombre le reclamo por su libertad, lo dejó ser libre como él quería.

El hombre se fue con los soldados, aunque en su corazón había una gran tristeza por haber dejado a su Señor, aunque tenía planeado que al regresar del viaje le pediría perdón y suponía que su Señor lo perdonaría, porque su Señor era muy bueno.

Con cada paso se alejaban cada vez más de la casa de su Señor, y se aproximaban a su destino, al estar algo cerca del lugar de llegada lo encadenaron de pies y manos y golpeándolo lo arrastraron por el resto del camino. El hombre no entendía porque sus amigos le trataban de esta forma y por más que pregunto no obtuvo respuesta.

Entre más tiempo pasaba el hombre se entristecía cada vez más por los recuerdos de la última vez que hablo con su Señor, los soldados aprovechándose de su condición se burlaban de él, lo ultrajaban hasta lo más ultimo, solo le daban lo poco necesario para mantenerlo con vida.

Cuando llegaron al lugar lo primero que hizo el carcelero fue golpearlo hasta que aquel hombre no se pudo mover y respiraba con mucha dificultad. Cuando recuperó la conciencia se encontraba en aquella celda sucia, pequeña, profunda, solitaria, encadenado de todo su cuerpo, las cadenas eran más grandes y pesadas de lo que recordaba, la diferencia entre estas cadenas y las del pasado era que estas no solo subyugaban su cuerpo sino también todo su ser.

El carcelero se burlaba más que antes, acusándole de lo estúpido que había sido de dejar a su Señor, le golpea y laceraba todo el cuerpo, pero aun así el dolor de su cuerpo no era comparable con el daño que le hacía el recordar los momentos con su Señor.

Cada insulto y golpe recibido convencían al prisionero de ser completamente merecedor del castigo. Pasaron los años y aquel hombre se volvió un cuerpo sin alma.

El día del cumpleaños del preso el carcelero decidió festejarlo colocándole nuevas y pesadas cadenas, para luego tomar un látigo con púas y castigar el cuerpo de su estimado prisionero, mientras le golpeaba el cuerpo con el látigo y a veces con patadas le recordaba lo que había dejado atrás todo lo bueno que había pasado con su Señor y su gran error al dejarlo, le decía una y otra vez lo desagradecido y malvado que era y eso lo hacía merecedor de todo el castigo que recibía.

En lo que pensaba que eran sus últimos suspiros de vida le pedía perdón a su Señor, y rogaba poder verlo una última vez para poder pedírselo de frente.

Llegando a aquel lugar que tantos recuerdos le traía, llego hasta lo más profundo de la cueva, hallándose al final de esta con el carcelero que tenia preso a su amado siervo, decidió enfrentarlo para devolverle la libertad a aquel hombre, pero antes de hacerlo le preguntó al prisionero que yacía en el suelo acostado sobre su propia sangre si quería ser libre, a lo que el hombre solo pudo mover levemente la cabeza en señal de afirmación.

Después de una ardua lucha el Señor venció al carcelero dejándolo muerto al pie de la celda, liberó a su amado siervo, le curó las heridas, le llevo de regreso a casa y le devolvió la libertad que una vez le dio.



FIN



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