Capítulo 19: Confrontaciones

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ELIS CONTUVO LA respiración. Tenía la mirada fija en el sitio donde había visto a aquellos extraños testigos del accidente que se llevó a Derek. Movida por un impulso incomprensible, caminó adentrándose en el bosque.

—¡Hola! —gritó, como si alguien pudiera escucharla en aquel remoto lugar.

No había pasos que oír, pero un leve murmullo llegaba hasta donde se encontraba.

Avanzó entre los árboles y la nieve que crujía bajo sus pies. Unos metros más adelante, pudo distinguir un grupo de personas que conversaban con las cabezas unidas, formando un círculo.

—¡Hola! —volvió a gritar—. ¿Alguien puede ayudarme?

Al mismo tiempo, todos los del grupo giraron sus rostros hacia ella.

Observarlos generó en Elis una gran sorpresa. Sus rostros, sus cabellos, las proporciones de sus cuerpos eran perfectas, como si fuesen deportistas. Vestían ropas oscuras, de esa tela que utilizan los excursionistas experimentados. El aspecto joven y sano de sus físicos era claro aun con toda la ropa que llevaban puesta.

Había tres mujeres y cuatro hombres, todos analizándola con cautela. Como si hubiesen recibido una señal, las chicas miraron en distintas direcciones, se miraron entre sí y caminaron hacia Elis. Sin dirigirle la palabra, se situaron a sus espaldas, como si acaso pretendieran protegerla de algún peligro inminente. Su andar era meticuloso, como los miembros entrenados de fuerzas militares en una misión importante.

Contra lo que hubiese imaginado, Elis se sintió más segura por aquella compañía inesperada. Los muchachos seguían observándola en silencio.

Cuando se quedó a unos tres metros de su posición, Elis reconoció a uno de ellos: era quien había hablado con ella la noche del accidente. Sus cabellos oscuros y cortos hacían resaltar el color verde de sus ojos. Su semblante estaba serio, o más bien parecía enojado. Rodeándolo, los otros chicos habían adoptado poses despreocupadas y, al igual que las chicas, parecían cuidar de su compañero al tiempo que miraban hacia distintos puntos, como escuchando algo que la joven era incapaz de oír.

—¿Otra vez aquí? ¿Qué quieres? —preguntó el muchacho que, hacía ya meses, la había transportado en brazos.

—Necesito respuestas. Tengo mucho para preguntar —por un momento dudó. Se sentía cohibida por la forma en que la miraba.

El aludido levantó sus ojos al cielo y luego, para su sorpresa, olfateó el aire.

—¿Sabes quién soy? ¿Cómo me llamo siquiera? —interrogó.

Elis negó girando levemente su cabeza hacia los costados.

—Entonces, no hay nada que hablar —repuso.
Acto seguido, giró y comenzó a caminar hacia lo profundo del bosque.

Elis desvió su atención hacia las mujeres que la rodeaban. Una de ellas, de mirada oscura y abundante melena rubia, le hizo un gesto con la cabeza, como incitándola a hablar antes de que el desconocido se alejara por completo. Algo nerviosa, se dejó guiar por la desconocida y dio un paso al frente.

—¡Espera! ¡Hay tantas cosas que necesito saber! Tengo extraños recuerdos y sueños. Por favor, ¡escúchame! —suplicó.

Él se detuvo, dio media vuelta y se cruzó de brazos.

—No escucharé ninguna pregunta hasta que no seas capaz de llamarme por mi nombre —sin que Elis lo percibiera, él se había acercado tanto a ella que hasta podía percibir el perfume a hierba fresca que emanaba de sus ropas.

La miró detenidamente a los ojos mientras susurraba:

—Regresa cuando sepas quién soy. Por favor.

El Ocaso de los GuardianesWhere stories live. Discover now