Expediente Final: Isabelle Elicia Jones

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— Sherlock —continuó mirándole a los ojos—, ¿en algún momento, en todo este tiempo que has cuidado y convivido con esa niña, no habías notado algo peculiar?

— Tiene nuestras habilidades de deducción, las cuales ha ido desarrollando, increíblemente rápido.

— ¿Algo más? —cuestionó. El detective frunció su ceño confundido, mientras John parecía iluminarse a través de las preguntas.

— Es muy inteligente... algo infantil, porque es una niña, obvio, pero inteligente.

— ¿Solo eso?

— Mycroft —interrumpió impactado John—, ¿lo que tratas de decir es que...? ¿Isabelle si es tu hija?

Sherlock volteó, casi en shock, a ver a su amigo y luego retomó con Mycroft quien mantenía su postura apaciguada.

— Casi, pero no.

— ¡¡Mycroft, por primera vez en tu vida, deja de hacerte el erudito y ya di lo que tengas que decir!! —clamó el detective.

— Sherlock, hermano mío; la niña que llegó a esta casa, a pedirte ayuda —se detuvo, tragó difícilmente y aclaró su garganta para al fin revelar su secreto mejor guardado—: Ella es nuestra sobrina.

Aquella revelación dejo impactados a los dos. John cayó de golpe en su sillón, mientras su boca formó una gran "O" y Sherlock, su tono de piel había logrado superar la palidez, convirtiéndose en un tono cadavérico; sus ojos perdieron su brillo volviéndose dos cuencas vidriosas y sin vida. Su mente quedo en blanco. El palacio mental de Sherlock Holmes comenzó a desmoronarse y, mientras que en ruinas se formaban, la imagen que había forjado de esa niña apareció en medio de los escombros; y el eco de la revelación de su hermano giró a su alrededor:

« Ella es nuestra sobrina. Ella es nuestra sobrina. »

La realidad se había vuelto una telaraña acumulada de terribles secretos e impactantes verdades

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La realidad se había vuelto una telaraña acumulada de terribles secretos e impactantes verdades.

— ¿Qué? —habló Sherlock, varios minutos después.

— Lo que oíste. La niña que llegó al 221B, es nuestra sobrina.

— Espera Mycroft —se interpuso John mientras se alzaba de su sillón—. ¿Cómo que su sobrina? ¿Estás diciendo que la niña es hija de...?

— Eurus —prosiguió el detective, en un tono asombrosamente sereno.

— Así es.

— ¿Pero cómo es eso posible, si hay una prueba de ADN que confirma la paternidad de Rupert Casey y...?

— Contaminaste la evidencia —interrumpió el detective.

— Si.

— ¿Cómo? —continuó John.

— Esto es una historia muy larga.

— Hay tiempo —dijo Sherlock mientras se daba la media vuelta y retomaba a su amado sillón.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Onde histórias criam vida. Descubra agora