Capítulo 4 Con tanto y con tan Poco

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Bell volteó a ver al periódico con la fotografía de Magnussen y lo tomó. Se acercó al detective, calculando la distancia a la que tenía que estar, y quedó a menos de sesenta centímetros de su espacio personal.

—Hombre malo —repitió mientras le enseñaba la fotografía.

Sherlock logró inhalar con mucha profundidad y al sentir sus pulmones llenos de aire, y también notar que sus manos se habían relajado, exhaló con un terrible escándalo.

—¿De dónde conoces a Magnussen? —preguntó, al terminar de expulsar el aire.

—Mamá... Ella... —balbuceó pensativa, buscando las palabras adecuadas a decir, pero no podía— Trabajo... Hombre malo.

Sherlock abrió los ojos y observó con toda seriedad a esa niña. Ella estaba pensativa y sabía que no le respondería con exactitud. Esta vez sus dedos comenzaron a moverse, provocando que la niña se sintiera apresurada y él no tolero. Se desesperó, le arrebató la hoja de periódico y le mostró la fotografía.

—¿De dónde conoces a Magnussen? —demandó furioso—. Él no pudo asesinar a tu madre porque yo lo maté hace cuatro semanas y tu madre murió hace tres semanas. Así que esto no tiene sentido al menos que empieces hablar.

Con grandes ojos la niña observó al detective y este mantuvo aquella hoja del período alzada frente a su rostro. En ese estado, Bell miraba la fotografía y a la vez al tan desesperado detective, y sin saber cómo responder, colocó sus manos sobre sus sienes y agachó su rostro para ignorar aquella furiosa mirada.

—Cállate —susurró. Sherlock le escuchó y frunció su ceño—. Cállate, no puedo... Pensar... —continuó molesta y llevó sus manos a sus orejas, cerró sus ojos y les apretó con fuerza—. Cállate, cállate, cállate...

Sherlock le observó sin saber cómo reaccionar, trató de relajar su ceño y contempló a aquella niña que empezaba alterarse. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo debería actuar? ¿Qué es lo que hacía John en los casos que él se ponía de esa manera? Ahora él también comenzaba a frustrarse. En esos momentos, como si de un milagro fuese, a su piso entró la señora Hudson y venía acompañada de Lestrade y Donovan. Y durante esos segundos, Sherlock agradeció al destino, aunque no creyera en él.

—Sherlock —llamó la señora Hudson. Este movió sus ojos verdes grisáceos hacia la entrada.

—¿Qué? —demandó alterado.

—Te hemos traído el resto de los casos en Northampton —habló Lestrade, quien traía una caja de archivos y un tanto extrañado contempló a esos dos.

Aún con esa expresión de furia mezclada con el miedo, Sherlock bajó la hoja del periódico y se alzó del sofá para apreciar a todos los presentes en su living room. Bell seguía en la misma posición más ya no susurraba aquellas palabras.

—¿Y esa niña? —cuestionó Donovan extrañada—. ¿Qué hace con el fenómeno?

Al oír la última interrogante Bell abrió sus ojos de golpe y lentamente quitó las manos de sus sienes.

—Sargento —llamó seriamente mientras volteaba a mirarle—, después le explico la situación. Ahora, si fuera tan amable en traer el resto de los informes —Donovan volteó con una ceja arqueada y luego posó sus ojos sobre Sherlock, quien aún tenía esa expresión en su rostro que no inspiraban confianza, al menos en ella. Sherlock se percató de su sentir y él a modo de reto también arqueó su ceja—. ¿Donovan? —insistió Lestrade molesto y ella con desgana le obedeció.

Se dio la media vuelta y se retiró del living room.

Lestrade dejó una caja sobre el suelo y rápidamente se acercó a los dos.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Onde histórias criam vida. Descubra agora