Destiny y El Prisionero de Azkaban [DEH#3]

Capitulo 2. Momentos de Verano PARTE 1.

Lo que empieza mal, termina bien, pensaba cuando durante tres días, me veía con Viktor en la plaza, para que en su escoba, nos fuésemos a algún lugar a conocer, pasaba horas fuera del campamento, y no era nada aburrido, la historia de los muggles es muy interesante y también la mágica de Bulgaria.

No la veía, ya que, Viktor no quería que le rompieran la varita; estaba bastante sorprendido de no recibir reprimenda por estar con una muggle, mostrarme magia y esas cosas. Al final de la semana, le diré que soy una maga y por eso, no ha recibido reprimenda, pero era tan divertido que lo siga creyendo.

—¿Saldrás nuevamente? —me preguntó Mullet interesado, yo voltee los ojos, colocando uno de mis tarros de golosinas Búlgaras a mi bolsa de viaje.

—No te importa —respondo de malhumor, llevándomela al hombro.

Estaba molesta con ellos, saben que tenemos un toque de llegada, independientemente si teníamos partidos o no, debíamos llegar antes de... y por alguna razón, me lo llevo tomando muy en serio.

Salí del campamento, y corría hasta la plaza, que estaba un cuanto lejos del campamento, pero después de ese día, mis poderes habían vuelto a funcionar, por lo que no me tomaba mucho tiempo llegar.

—Viktor, zdrasti (hola) —me miro con mala cara, y yo repuse con una de desconcierto.

—No, soy mayorr que tú, Des, me debes hablarr con rrespeto —me señaló, yo tan solo voltee los ojos y me señala que corra un poco más lejos.

—¿Estas jodiendo, verdad? —pregunte enfadada, este negó y lo mire ofendida—. Sabes, no eres tan, tan grande.

—Clarro que sí, soy más grrande en edad y en alturra —señaló sonriendo con diversión y tocando mi cabeza, voltee los ojos nuevamente.

—Huy si, hermano de los dinosaurios, padre de Tutankamon —dije con sarcasmo levantando mis manos.

—Vamos, Des, tienes que aprrender bien el Búlgarro —colocó sus manos en mis hombros, para hacerme girar y volver. Lo mire con pesadez, pero este me señala con su mano que hablara.

—Zdraveĭte —dije de malhumor—, sabes, ¿No entiendo porque me enseñas Búlgaro? Estoy de acuerdo, es importante saber idiomas, pero no creo volver por aquí.

—No —dijo sorprendido—. ¿No te ha gustado?

—Si —respondo, empezando a caminar—, pero no creo volver a venir por aquí, no muy seguido —aclare, Viktor miraba enfrente, cuando le voltee a ver, parecía estar pensativo—. Eso no significa que no nos podamos hablar.

—No crreo que uses el método mágico —sonreí de un lado divertida.

—Tal vez y lo aprenda, ¿Por medio de calderos, no? —le pregunte pensativa—. ¿O con señales de humo?

—No, tonta, porr medio de lechuzas, aunque yo no uso lechuzas, pienso que ya muchos las tienen —me explico su punto de vista.

—¿Y tu que usas? —Viktor me sonríe complacido por la pregunta.

—Un águila, son herrmosas, magnificas y fuerrtes —explicaba emocionado, yo tan solo pude voltear los ojos, con diversión. Viktor, por fin le decidió dar marcha a lo que era la expedición del día de hoy.

Mire mi reloj de pulsera, tenía dos horas más para llegar al campamento, pensé aliviada, mirando que a un costado, Viktor miraba con nostalgia algo que tenía en sus manos, me senté mejor y mire sus manos, era una flor morada, le mire desconcertada, estaba muy absorto en sus pensamientos.

—Es muy bonita —le dije señalando la flor, este pareció sonreír con nostalgia.

—Si —me mira clavando sus ojos en mi—, no hay nada histórrico aquí, tan solo... que mis abuelos se conocierron aquí.

—Tus abuelos —pensé sorprendida, este miro al campo que se extendía enfrente de nosotros, no era feo, por lo contrario, es muy bonitos, las flores del mismo tipo, pero son de diferente color, además de que más al frente teníamos las montañas adornando el paisaje.

—A veces, vengo aquí a pensarr, a escaparrme —me explico, gire un poco mi cabeza, mientras seguía mirándole al rostro—, a imaginarrme como erra mi abuelo, como erra mi papá.

—¿Era? —pregunte preocupada—. ¿Están muertos?

—Mi abuelo, murrió antes de que yo nacierra, porr Grinderwald —explica dándole vueltas a la flor que llevaba en su mano, sin apartar la mirada del cielo—, perro según mi abuela, mi papá erra muy diferrente cuando él murrió.

—Pero no lo conociste antes, Viktor, ¿Por qué piensas en eso? —le pregunte curioso.

—Es malo pensarr en los hubierras, perro a mí, me demostrraba una buena perrspectiva —explico mirándome al rostro, miro nuevamente la flor que traía en la mano—. Si mi abuelo no hubierra muerrto, mi papá... él serría menos él y se comporrtarría como un padrre, perro ya es tarrde, ya tengo diecisiete, ¿no? ¿Qué me va enseñarr? ¿Qué me enseñó?

—A no cometer los mismos errores —respondí tranquilamente.

Sonríe sin todavía verme y cuando lo hace, sonreía extraño, no feo, había algo extraño en su sonrisa. Acercó su mano hacia mí, tocando un mecho de cabello y con la flor que tenía en la otra mano, la colocó.

—¿Tienes trrece años? —pregunta sorprendido.

—Bueno, ya pasó primero de agosto, así que, creo que sí —respondí implementando un poco de ironía—. A menos que uno crezca en retroceso, puede ser que tenga once —dije con sorpresa.

—Erres tan extrraña —soltó en un suspiro—, perro me gusta.

—Llévalo, es edición limitada —le guiñe un ojo, levantando mis manos.

—Crreo que llevarre una —dijo, repentinamente sus manos estaban en mi rostro e igual que sus labios, yo tan solo tenía los ojos bien abiertos, mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza; y cuando se separó lo mire estupefacta, creo que no me cambie posición hasta que la suya cambio. Por lo que me pare y le di la espalda.

—Viktor, ¿Qué fue eso? —pregunte desconcertada.

—Lo siento, yo... norrmalmente no me llevo con chicas —explicó Viktor

—Serra mejorr que nos vayamos —comente avanzando y tomando la escoba de Viktor para dársela.

—Des, yo lo... —negué y se la puse en el pecho sin todavía mirarle. Tenía una extraña opresión en el pecho, que me impedía respirar. También un jaloneo en las comisuras de los labios, y una extraña sensación de vergüenza cuando le intentaba mirar.

Termino soltando un suspiro y ambos nos subimos a la escoba, tuve que encontrar una manera de sujetarme a la escoba, sin tener que agarrarme de él. 

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