Llego acotada a mi casa y me desplomo en mi cama mientras me quito los zapatos con la ayuda de mis pies, por suerte mis padres no estaban así que estoy a salvo... Por ahora, sé que después nadie podrá detener el huracán Adriana Ávila. Sé que será complicado hacerla entender que yo no tuve nada que ver con lo que paso en la tienda, pero con lo que me dijo Lluvia temo por mi vida, si mi madre también lo sabe es posible que haya cavado mi propia tumba.

¿En qué lio me metí?

No sé en qué momento me quede dormida, pero unos fuertes gritos me despertaron; asomo mi cabeza por la puerta para escuchar un poco que es lo que pasa y me encuentro a mis padres discutiendo en la sala. Estoy segura que no se han dado cuenta que su tono al hablar hará que el vecino se entere de lo que aquí sucede, por suerte no tenemos muchos y nuestro único vecino cercano es Ismael.

- ¿Me vas a dejar a hablar o vas a seguir gritando?

- ¡No quiero escuchar excusas, Ignacio! Por eso no, no quiero que me hables

- Negrita – Suspira - Esto lo podemos solucionar hablando como personas sensatas

- Ni se te ocurra llamarme así, bien que se te olvida cuando estas con esa ¿Sabes qué? No quiero verte más, hablamos mañana

- Que irónico que te pongas así, sabes... Por lo menos me preocupo en explicarte que sucede, no te estoy viendo la cara de estúpida ni te estoy poniendo los cuernos a escondidas – De la nada mi madre voltea y le propina una bofetada que hizo que yo pegara un chillido.

¿Qué está ocurriendo con mi familia?

- Quédate con tus explicaciones, no las necesito – Se da media vuelta y sigue su camino – Espero que el sofá sea lo suficientemente cómodo para dormir o muy bien puedes irte a dormir con tu amiguita – Grita antes de desaparecer por completo.

Rápido, cierro la puerta antes que descubra que he escuchado todo. Siento un sentimiento de tristeza alojado en mi pecho, haciendo que mis ánimos decaigan en cuestión de segundos. Sabía que esa fulana no iba a traer más que problemas a esta casa y parece que papá es el único que no se da cuenta.

¡Diablos, si tan solo pudiera hacer algo! Pero si lo hago a través de terceros, mi papá sabrá inmediatamente que fui yo y eso sería otra semana más de castigo.

Aparto esos pensamientos de mi cabeza y me dispongo a dormir, seguro mañana será otro día diferente.

Una semana paso y con ella mi semana de servicio comunitario, no fue tan pesada como imagine, lo único pesado que tuve fue al dueño de la tienda picando mi paciencia cada vez que podía. Sí, me toco hacer el servicio justo en esa cuadra por eso para él fue como un tipo de venganza.

A los pequeños no los vi más, cosa que me entristeció porque no me puedo imaginar en el estado que están esos niños; vagando por las calles del D.F en busca de algo que comer, son tan inocentes que llevar una vida así sin duda es algo que no lo merecen.

Las peleas y discusiones en mi casa no terminaron, más bien se agrandaron; no hay noche que mi mamá no discuta con mi papá y viceversa, cualquier cosa así sea diminuta es capaz de ocasionar una revuelta; como esa pequeña chispa que es capaz de ocasionar un incendio.

Muchas veces he salido salpicada porque luego de discutir con mi papá a mi mamá le da por también discutir conmigo, quiero pensar que es por la edad, así que no le sigo el juego solamente me retiro sin decir nada. Lo peor es en las noches, escucharlos discutir y decirse cosas tan hirientes solo ocasiona que mi corazón se agriete, así que he optado por dormir con mis auriculares y la música a todo volumen; entre las notas y las letras puedo transportar a mundo muy lejos de la realidad.

Esta soy yoWhere stories live. Discover now