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Esa noche, bajo las cobijas de mi cama matrimonial y con los pies apoyados en la pared, leo por décima vez En busca de mi libertad

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Esa noche, bajo las cobijas de mi cama matrimonial y con los pies apoyados en la pared, leo por décima vez En busca de mi libertad.

Es sobre una chica llamada Emilyd, que busca a toda costa ser libre. No es un libro que habla sobre como escapar de un matrimonio arreglado porque esos libros son aburridos: chico millonario desobediente y mala conducta, que para obtener una herencia, sus padres lo obligan a casarse con (generalmente una chica pobre) y obtienen su final feliz luego de que se enamoran.

En la novela de Julieth Ferrebus, Emilyd encuentra el amor, seguro que sí, pero lo que más me gusta de la historia es el proceso de transformación que ocurre dentro de la chica; me demuestra que la libertad es como la vida y que solo la merece quien sabe conquistarla todos los días. Yo merezco eso, quiero ser valiente o al menos tener la oportunidad de intentarlo y no conformarme.

Me distraigo de la lectura porque oigo discutir a mis padres, gritan, riñen, dan portazos y arman un buen escándalo; de manera que enciendo mi iPod y lo dejo sobre mi estómago. Recuerdo el juego que practico desde que soy una niña, cierro el libro y acaricio la cubierta, expreso mi pregunta con claridad.

―¿Pronto seré libre?

Luego de unos segundos, lo abro en una página al azar; y leo:

Todos merecemos volar, liberar nuestras alas y revolotear por los aires atrapando sueños y metas...

No puedo evitarlo, me echo a llorar porque me siento muy sola, sin la seguridad de mi hermano, sin poder contarle a nadie las cosas que en este momento pasan por mi cabeza. Sigo llorando y poco a poco me quedo dormida, sin imaginar cuantas cosas cambiarán en los próximos días.

***

El insistente sonido del celular me despierta, saco la mano de la sábana para tomarlo, pero el bendito aparato se cae al suelo. «¡Vaya comienzo de día!» Me estiro como puedo hasta que consigo agarrarlo.

Belén...

Al instante reconozco la voz masculina que está al otro lado de la línea.

―Papá ―digo con resignación.

¿Todavía estás en la cama?, ¿tienes idea de la hora que es?

«Las ocho, tal vez las nueve...» Miro el reloj que está en la mesa de noche, son las diez.

Llegarás tarde dice con reproche.

―¿Tarde a donde, papá?

¿Tú madre no te lo explicó? Habla con desaprobación. La mujer del catering necesita tu opinión para el buffet, también tienes prueba de vestido y he concertado una cita; se me ha ocurrido que la recepción sea en el hotel Gran Meliá Caracas.

Arecuna © Publicada en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora