9. Encuentro

14.4K 1.2K 93
                                    

Vino a ...

Es tan difícil de creer. Pero me puede más la alegría de saber que está aquí frente a mí y no se quedó con ella. Me espabilo rápido, su rostro comienza a verse algo intransigente como si fuera a ponerse verde como Shrek. ―«Sí, estoy exagerando»―. Tomo mis zapatos en una mano y con la otra sostengo bien mi cartera apretando mi saco por el frio que se siente a esta hora. Descalza, camino despacito, sintiendo la áspera frialdad del asfalto bajo la planta de mis pies. Situada frente a la puerta abierta inclino un grado mi columna para poder encararlo, directamente.

―No es un poco tarde para hacer visitas. ―Enarco mis cejas, exigiendo respuesta.

Y contando que ya nos vimos antes.

―Supongo ―repone sin ufanarse.

―Supone bien.

―Supongo que deberías subir ya ―sentencia poniendo fin al juego con el verbo suponer.

Serenidad, a donde te fuiste.

―¡Está bien! ―resoplo poniendo mis ojos en blanco.

Este hombre no tiene remedio. Me subo de mala gana, no quiero que note que realmente estoy contenta por esto. Una vez acomodada y con la posibilidad de pelarme una nalga con la lujosa y suave cojinería, porque es la primera vez que me subo a este auto, muy acorde con su estilo y elegante y bastante sofisticado. Eliot enciende el auto y acelera de inmediato. El motor del auto es tan sutil que hasta el ruido se escucha como una dulce melodía.

―¿A dónde vamos? ―pregunto dejando mis zapatos en el fino tapete y abrochándome el cinturón al que solo le falta que esté bañado en oro puro.

Sí, soy insuperablemente frívola.

―¿Te gusta? ―Señala con su mirada sobre mi emoción primaria del auto.

―Bueno, es la primera vez que subo en uno como este ―acepto mi novatada.

―Normal, es un Bentley. Las chicas suelen deslumbrarse fácilmente con autos como este.

―Créeme, no es mi caso.

«Mentirosa, mentirosa», mi subconsciente ataca.

Bien, solo un poquitito.

―Era el auto de marca favorito de mi abuelo ―procede extrañamente a explicarme llamando mi atención―. Lo mandó a importar año tras año directo de Inglaterra. Muerto él, mi padre lo había tomado para su uso personal, y muerto él ahora. Todo ha pasado a mis manos. Este es el nuevo modelo. Todo un lujo, ¿no te parece?

―Demasiada excentricidad.

―Muy loable de tu parte.

―Lo que digas, pero mi pregunta va en serio ―objeto cuando ya lo ha puesto en marcha.

―Importa la dirección que tomemos. Creí que te gustaban los juegos.

―Depende de cuan divertido sea ―admito con sarcasmo―. Pero acaso no ves la hora. O es tu costumbre merodear a estas horas de la madrugada.

―Puede ser ―repone con un interesante mohín en su boca.

―¿Puede ser? ―ironizo su respuesta dispuesta a no dejarme hipnotizar―, o, a lo mejor y es porque te preocupa lo que Ferran y yo hagamos.

Así como a mí me molesta lo que hagas con esa bruja, y ahora que la recuerdo. Ella estuvo sentada aquí.

¡Despierta, Sam!

―Siempre me preocupo por él. ―Sonríe jactancioso deshaciendo mis frustrantes pensamientos.

―Ferran. No es un niño ―acoto usando de esa frustración.

El juego de los dos #3✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora