Mientras descendían las escaleras camino a una de las salas de reuniones, Novikov descubrió que mientras que Cruz sí que se encontraba en el Templo, Reed había decidido adelantarse y viajar hacia Kaal por sí solo. Entre sus planes se hallaba el intentar localizar algún factor común en las tres localidades a través del cual intentar dar respuesta a las miles de preguntas que lo ocurrido generaba.

—¿Ha ido solo?

—Uno de mis hombres le sigue de cerca: Bastian Demirci. Es uno de los mejores así que no debe preocuparse, Parente. Aunque su hombre no sepa que está allí, Bastian velará por su bienestar.

—Bastian es uno de los buenos —añadió Marco en tono distante, pensativo.

Recorrido ya el camino, Adam se detuvo frente a una de las puertas y, no sin antes golpearla con los nudillos dos veces, la abrió. En su interior, aguardando su llegada, Teresse y la joven Morganne permanecían en pie junto a la mesa de reuniones, a la espera.

Ambas sabían cuál era su papel.

Teresse dio la bienvenida a todos los presentes con una respetuosa reverencia y les invitó a tomar asiento, todo en silencio. Seguidamente, tras entregar el control remoto del proyector al Parente, salió de la sala mientras que Morganne repartía y llenaba varias tazas de café, con el ceño fruncido de pura concentración, como si aquella sencilla acción fuese todo un reto. Una vez servidas se retiró al fondo de la sala, lugar en el cual apoyó la espalda sobre la pared y aguardó en silencio, de brazos cruzados, a que diese inicio la reunión.

Aidur le dedicó una breve mirada antes de volver la vista hacia la pantalla sobre la cual se iniciaría la reproducción. Su rostro le resultaba familiar, muy familiar, aunque no sabía exactamente de qué. Seguramente, se dijo mientras probaba la taza de café, la cual, por supuesto, ni estaba a la temperatura pertinente ni disponía de la hoja de menta esperada, la habría visto en la sede de Tempestad, formándose.

—Puedes retirarte, Morganne. Gracias —advirtió Adam mientras preparaba las imágenes—. Si te necesito te lo haré saber.

—No hace falta, Parente. Aquí ya estoy bien.

Rápidamente, como si de tres resortes se tratasen, las cabezas de los tres Parentes se volvieron hacia la joven, atónitos. Aquella respuesta irreverente no era lo que esperaban escuchar. De hecho, hasta le fecha nunca nadie había osado responder de aquel modo, y mucho menos en público.

—¿Cómo dices? —respondió Adam, perplejo—. No era una petición, Morganne. Esta es una reunión privada.

—Lo entiendo, Parente —insistió la joven, decidida—, pero yo podría aportarles mucha información y ayuda. Después de todo, yo soy la única de los cuatro que estuvo allí y lo vio con sus propios ojos por lo que creo que es importante que me quede, ¿no le parece?

Viendo ya la ira encenderse en los ojos de Anderson, Van Kessel se apresuró a intervenir antes de que la auditora pudiese llevarse aún peor imagen de su compañero. Tener agentes rebeldes en el grupo no era algo demasiado inteligente, desde luego, pero a veces se daba. Al propio Van Kessel le había pasado. El tener agentes rebeldes y que además el resto lo supiese, sin embargo, era un error que no se podían permitir.

—Quizás no sea una idea tan descabellada después de todo —intervino Van Kessel con tranquilidad, fingiendo indiferencia—. Dices que has estado allí, ¿verdad?

—Así es, Parente Van Kessel. Si usted quiere le puedo explicar todo lo que sucedió. Y cuando digo todo es...

—Basta, Moreau —cortó Anderson, alzando el tono de voz—. Ciertamente puede que nos seas de utilidad así que quédate quieta y calladita. Hasta que alguien te pregunte no quiero que abras la boca, ¿queda claro?

ParenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora