Cinco: Halloween prematuro.

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4.

La casa de Max Sparks, estaba segura, era el doble de tamaño de la casa de mi abuela Grace y esa era ya excesivamente grande; estaba ubicada a varios kilómetros de nuestra ubicación casi saliendo del pueblo, sobre una colina rodeada del bosque de Oak Creek, el lugar perfecto para una ruidosa fiesta adolescente.

Revolví el líquido de mi vaso con una pajilla, yo nunca había sido una gran bebedora porque, según mis amigos, mi cuerpo era débil y no tardaba en perder el control. Por eso había decidido ser cuidadosa, mucho más en una fiesta en la que apenas conocía a alguien. Así que mientras un batman bailaba delante de mi de una manera muy graciosa, yo intentaba divertirme en mi sobriedad.

Había perdido a Marco y Leondre hacia treinta minutos, y mi prima me había dejado sola apenas en la entrada de la casa. Nunca supe cuál era el motivo de la fiesta, apenas estaba comenzando septiembre y aún Halloween se iba a hacer esperar. Eso me recordó que sólo quedaba una semana antes de que pudiera volver a mi tranquila vida anterior.

Por fin.

Con un suspiro aburrido me alejé de la barra intentando hacer el menor contacto posible con los cuerpos sudorosos de las personas que se restregaban unos a otros en la pista de baile improvisada.

¿Cuánto tiempo más vamos a estar aquí?

Cruzando el salón me acerque a las escaleras donde un mosquetero estaba ensañado en succionar el rostro de una mujer maravilla para nada descontenta con eso.

Diaj.

Subí los escalones uno a uno, al menos agradecía no haber llevado tacones o probablemente estaría rodando en este momento. Recorrí un pasillo iluminado con extrañas luces rojas y me metí a la única habitación en la que parecía no haber nadie, ya que era la única en la que no se escuchaban ruidos.
No me detuve en la cama ni mucho menos en el baño, simplemente avancé hasta el ventanal que era similar al mío incluso en la ubicación; -Quizás desde aquí también vea cosas extrañas-. El aire frío chocó contra mi piel y cerré los ojos en un reflejo, la luna brillaba y lejos de la música me sentí algo más tranquila. Había decidido ya desde hacía mucho tiempo que aquellos ambientes no eran lo mío, la música fuerte, el alcohol, las drogas y el sexo no iban conmigo. Yo formaba parte del cincuenta por ciento de los jóvenes que eran aburridos y sosos, pero tampoco renegaba de aquello.

Con un solo movimiento de cabeza terminé mi trago y lo dejé en una esquina sobre el suelo.

Me acerqué al balcón y sostuve mi cuerpo con las manos sobre la barandilla, una sonrisa salió de algún lugar y fue a parar a mis labios mientras el frío me daba directo en la cara.

-¿Estás sola? -¡Mierda!

-¿¡Quieres por favor dejar de asustarme de esa manera!? ¡Demonios, Leondre, vas a matarme! -exclamé.

Él me sonrió desde su lugar.

Aquel pirata apuesto parecía más diabólico que feliz mientras lo hacía.

-Sh, sh, shhh -presionó su dedo índice sobre sus labios y lo vi acercarse a mi, casi peligrosamente.

¿Acaso estaba...?

-¿Estás ebrio?

Leondre terminó de acercarse y se detuvo justo frente a mi, su rostro demasiado cerca de mi, tanto que puedo escuchar sus respiraciones irregulares.

-Yo nunca me emborracho, preciosa. -su voz era baja y ronca, lo que logró hacerme estremecer.

De pronto una oleada de nervios se instaló en mi estómago al notar su mirada aún fija sobre mi, inspeccionando cada centímetro de mi rostro. Nunca habíamos estado tan cerca, y no entendía esta repentina necesidad de Leondre por quedarse allí parado en el mismo sitio, con la misma sonrisa ladeada.

Beso de Lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora