Conseguí el film que estaba buscando y lo metí en mi canasta también. Luego, habiendo encontrado todo lo que necesitaba, me dirigí hacia la cajera. Ella me miró con una ceja arqueada cuando deposité mi compra bastante peculiar, así que murmuré, mientras le tendía el billete:

—Varicela.

—¿Tu novia?

Su pregunta, por algún motivo, hizo que mi corazón se hinchara en mi pecho y se formara una laguna en mi cerebro que no me permitió articular palabra durante un momento. Luego respondí, aclarándome la garganta y bajando la mirada:

—No, mi mejor amiga.

—Creí que era tu novia, ya sabes —la chica tomó la película que compré y la sostuvo en alto, musitando—; no cualquier chico le compra «Diario de una pasión» a una amiga.

Me negué a responder y deseé poder largarme de allí lo más pronto posible. ¿Por qué las personas siempre hacían esa pregunta? ¿Nunca habían visto una amistad entre un chico y una chica? Algo en mí se molestaba cuando insinuaban que Ángela era mi novia. Primero me sentía como si tuviera vértigo ante la mención de "Ángela" y "novia" en la misma oración, luego me daba enojo. ¿Ella con alguien como yo? Merecía más, merecía todo, nadie nunca sería suficiente. Era un insulto para ella que creyeran que yo era digno de estar a su lado. 

Salí del supermercado a paso rápido, aún irritado con la indiscreción de la cajera. ¿No podía cobrar y ya? Tuve que caminar hacia mi siguiente destino con mi mochila en la espalda y la bolsa del supermercado a cuestas porque me había quedado sin un solo centavo para abordar un taxi. Suspiré, sintiendo el potente sol sobre mi cabeza y sabiendo lo lejos que se encontraba la casa de Ángela. El atletismo al final me serviría de algo.

Aquel hilo de pensamientos me hizo recordar que ese día tenía práctica después de clases, así que tomé mi teléfono y le marqué a uno de mis compañeros, agradeciendo al cielo que no me hubieran cortado la línea por no haber pagado el recibo aún. Las cosas, como siempre, eran bastante difíciles en mi casa en cuanto al dinero.

—Sebas, ¿cómo va todo? —respondió.

—Todo bien, Anthony. Escucha, no podré ir a la práctica hoy, se me ha presentado una emergencia. Me gustaría que le avises al entrenador.

—¿Qué pasó? ¿Todo está bien? Tú nunca faltas. —Se escuchó genuinamente preocupado—: ¿Puedo ayudarte en algo?

Mientras esperaba que el semáforo cambiara para cruzar la calle, respondí:

—Es Ángela. Tiene varicela, así que voy camino a su casa.

—Oh, bueno, eso es horrible. De mi parte dile que se recupere, y que si necesita algo no dude en llamarme. Me agrada mucho esa chica.

Sentí la sangre corriendo más caliente por mis venas. Las palabras de Anthony no me gustaron en lo absoluto, la bilis ascendió por mi garganta. ¿Para qué Ángela tendría que llamarlo a él? Imaginarlo yendo a su casa a cuidarla se sintió como si un animal arañara mi estómago de adentro hacia fuera. En un segundo, todo cambió.

—No te preocupes, Anthony, voy camino a su casa. Yo me haré cargo —escupí, furioso—, no va a necesitar a nadie más. Lo tengo todo controlado.

—Espera, Sebastián, no qui...

Corté la llamada y volví a guardar mi celular en el bolsillo. Mi buen humor había caído en picada durante la misma hora debido a dos personas que se inmiscuían en asuntos que no les concernían. Ángela era mi mejor amiga, era mi deber cuidarla, y la manera en la que decidiera hacerlo solo debía parecernos bien a ella y a mí, nadie más podía darse el lujo de opinar.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELWhere stories live. Discover now