Guía práctica para sobrevivir un día en la manada 》ChenBaek

Guía práctica para sobrevivir un día en la manada

Los días en la manada empiezan con el sol asomando entre los árboles de hoja perenne. Los pájaros cantan, las nubes se levantan. Los lobos, unos más perezosos que otros, se estiran, abren sus mandíbulas y miran con ojos soñolientos hacia las copas de los árboles que se divisan a través de la entrada. De fondo, suena el arroyo cerca de la cueva, las ramas danzando al ritmo de la brisa de la mañana. Los más pequeños, con los sentidos todavía sin estar desarrollados, caminan patosos y reclaman la atención de mamá Kyungsoo.

Jongdae inhala el aire fresco de la mañana y rueda sobre el suelo. No quiere levantarse, sólo quiere mantenerse con las patas hacia arriba y los ojos cerrados. Hacer el vago suena demasiado apetecible. Nada de levantarse, de echar a correr junto a los demás y cazar algún animal descuidado o débil. No obstante, el estómago le gruñe al pensar en comida y la garganta le reclama agua. Vuelve a rodar y se despereza, dejando el pelaje hecho un desastre.

Cerca de él, Jongin, pelaje oscuro y las puntas hacia todos lados, sigue con los ojos cerrados durmiendo profundamente. A su lado, pegado como un bebé y el pelaje en necesidad de un lavado, Yixing deja entrever sus ojos amarillos durante un segundo antes de ocultarlos y seguir durmiendo.

Se escucha movimiento por parte de los demás y Jongdae se levanta sobre sus cuatro patas. Olisquea el aire y se dirige hacia la entrada. En el exterior brilla el sol y el alfa, con el pelaje del color del fuego, aúlla con fuerza llamando a cazar el desayuno.

Jongdae sólo quiere volver al suelo a dormir. Se está muy bien en él. Duro, algo frío, alguna piedra puñetera que se clava en lugares no deseados. Pero bien. Mejor que soportando los aullidos de respuesta del lobo más puñetero de la manada, que llega corriendo y con la lengua fuera, empapado de arriba a abajo.

Consejo número uno, mantenerse alejado de Baekhyun.

Consejo número dos, mantenerse más que alejado de Baekhyun.

El lobo joven vuelve a aullar y patea el suelo. Emocionado, quizás demasiado. Es Baekhyun, que parece que se ha tomado setas alucinógenas y no sabe estarse quieto. Que aúlla como si no hubiera mañana, asustando a los pájaros por la noche y espantando a las pobres presas más cercanas, como una loba en continuo celo. El lobo perfecto para llevar de caza, claro está. Pero papá Chanyeol, por mucho aullido y ojitos de cachorro que le ponga, se lo tiene todavía prohibido.

Chanyeol aúlla más alto, alfa como es, y dirige a continuación una mirada a Baekhyun que dice claramente Nada de caza para ti, Baek. Pero Baekhyun para qué va a hacer caso. Jongdae le ha visto más de una vez en la retaguardia, corriendo a lo lejos. O yéndose a cazar cuando cree que nadie le ve. Pero Jongdae le ve. Le sigue. Observa ese pelaje de diferentes tonos marrones brillar bajo la luz del sol, de la luna, de las estrellas.

Su corazón ha latido más deprisa de lo normal alguna que otra vez por culpa de ese idiota que se acerca demasiado al límite del territorio, que parece gustar de jugar con fuego. No en los límites, es el mandato. Ni caza ni asomar el hocico.

Baekhyun asoma hasta el trasero, dejando en ridículo la inteligencia de la especie. Y nada, ni el arbusto más tupido, disimula ese culo, unas veces peludo, otras pelado y redondo, al que Jongdae no puede evitar seguir con la mirada.

Afortunadamente, los lobos de los territorios anexos parecen estar 1) muy ciegos 2) muy sordos 3) con los hocicos demasiado atascados de tanto esnifar tierra o 4) embelesados por los contoneos que se marca el lobito.

Jongdae, muy por dentro, espera que sea cualquiera de las tres primeras opciones.

Las mañanas siempre siguen con los aullidos lastimeros de Baekhyun que no convencen a Chanyeol ni a nadie, y con la mirada de reprimenda de Kyungsoo que tira de las orejas y de la cola a los dos dormilones de la manada. El resto de despiertan, más o menos, y emprenden marcha para cazar.