Epílogo

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Suspiró. No le gustaba nada volverse a sentir así. Estaba recordando sensaciones y sentimientos que creía tener abandonados y olvidados para siempre en algún recoveco oscuro de su mente.

Sin embargo... descubrió que se equivocaba.

Le estaba pasando de nuevo. Otra vez sentía que ya nada valía la pena y que su vida no servía para nada. Que ya nada cambiaría, que todo seria siempre igual.

Una desilusión tras otra desilusión.

Quizá el no estaba hecho para enamorar a nadie. O no sabía hacerlo. Realmente era penoso. Primero Mikey y ahora... Ahora Raph, su otro hermano.

¿Quien sería el siguiente? ¿Donnie? Esperaba que no.

Esta vez le dolía más, mucho más. Quizá porque esta vez no hubo nada forzado o quizá porque realmente había llegado a sentir amor por el mutante de antifaz rojo.

No lo sabía.

Y no quería pensar más en ello.

Sacó la navaja de su escondite. Llevaba meses olvidada allí. Meses en los que todo había ido bien. O eso le había hecho creer Raphael. En cambio ahora... Había llegado el momento de utilizarla de nuevo. Una vez más. Como unos cuantos meses atrás, cuando Mikey le dejó bien claro que no quería nada con él.

Tal y como había hecho Raph esta vez, mas directo pero utilizando palabras similares.

Raph...

Evocar su recuerdo le dolía en lo mas profundo de su alma.

Elevó el arma entre sus manos y lo paso suavemente por sus muñecas. La suavidad no duró mucho. Clavó el fino metal en su verde piel una y otra vez. Hasta hacerse verdaderamente daño. No se detuvo hasta que pudo cerciorarse de que se había pasado y de que estaba sangrando.

Lanzó el punzante objeto contra el suelo enfadado.

-Soy de lo peor- se dijo a si mismo.

Se llevó las manos al rostro, derrotado. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas como cascadas y esa vez, no hizo nada por detenerlas.

Ya estaba cansado de hacerse siempre el fuerte. Necesitaba desahogarse, y de aquella manera al menos no se haría daño físicamente.

Definitivamente el amor no estaba hecho para él.

Respiró hondo. Debía tranquilizarse. ¿Que dirían sus hermanos si lo vieran así? Seguramente opinarían que no era digno de ser el líder. Y decidirían elegir a otro y...

Basta.

¿Porque era tan duro consigo mismo? Si no era capaz de quererse así, tal y como era, en todas sus facetas, ¿Como esperaba que alguien como Raph se enamorara de él?

Lo estaba haciendo todo mal. Lo hizo mal desde el principio. Desde que le envió el primer mensaje de texto.

Aquello fue un error.

Como el beso que Raph le dio. Si aquello no hubiera ocurrido nada de esto estaría pasando.

Se limpió las lágrimas que habían quedado esparcidas por su rostro con el dorso de su brazo y volvió a guardar la navaja en su sitio.

En ese momento llamaron a la puerta.

Mierda. ¿Y ahora qué?

-Estoy ocupado- dijo tratando de que su voz sonara lo mas normal y calmada posible.

Nadie respondió. Volvieron a tocar. Una y otra vez. Una vez más. Y otra.

Que impaciente.

¿Y si era el maestro Splinter? Quizá lo mejor seria abrir, no quería preocuparlo por una tontería como aquella.

Se dirigió con paso firme hacia la puerta y abrió. No esperaba para nada encontrarse a Raph allí.

-¿Qué...?- comenzó titubeante- ¿Qué demonios haces aquí?- su tono comenzó a pasar de la sorpresa al enfado.

Aún así su hermano continuó serio. Parecía no importarle lo mas mínimo que estuviera enojado.

-Tenemos que hablar- fue lo único que dijo, en un tono de lo mas neutralizado.

-Raph ya te dije que no tenemos nada de que habl...

-Yo creo que hay mucho de lo que hablar- lo interrumpió.

Sus miradas se cruzaron. Verde con Azúl. La primera rebosaba seguridad. La segunda confusión.

-Te equivocas. Vete, por favor- dijo tratando de cerrar la puerta.

Pero no lo consiguió. Raph había sido más rápido y listo que él y había logrado colocar su pie en la rendija para evitar que Leo llegara a cerrarla.

-Escuchame, por favor, será solo un momento- hizo una pausa y se rascó la cabeza algo nervioso- Verás yo... Bueno el caso es que...

-Sueltalo.

-Yo también llegué a sentirme como un niño enamorado.

-¿Cómo?

-Me gustas.

-¿Qué?

-Joder, Leo, que te quiero.

Y lo tomó del mentón y lo besó apasionadamente, demostrándole en aquel beso lo que sabia que jamás podría llegar a decirle con palabras.

Raph nunca fue muy expresivo hablando.

Y en aquel caso, las palabras sobraban. Sus sentimientos eran los que hablaban en aquella habitación. Y sus acciones lo verificaban al cien por cien.

Fue un beso largo, que comenzó algo feroz y que poco a poco fue tornándose mas lento, mas dulce e incluso más tierno.

Una vez se separaron, con los labios hinchados, y la respiración un tanto agitada se miraron el uno al otro, aún sin terminar de comprender lo que acababa de ocurrir.

-¿Me quieres?- se ánimo a preguntarle Leo, cortando el hielo.

-Te quiero- afirmó su hermano con sencillez.

Y, como atraídos por la fuerza de dos imanes invisibles, los labios del uno volvieron a buscar los del otro.

Un beso más.

Otro.

Uno más.

Y aquello sólo era el principio de los miles y miles de besos que esa misma tarde se darían en aquella habitación.

¿Fin...?

Leoph [1]Where stories live. Discover now