Luego de una breve charla de dos horas sobre filósofos de los tiempos antiguos, la clase había acabado. Volví a entrar todo en mi bolso y cuando estaba a punto de salir, unas de las perras de Justin se había puesto en mi camino.

Dejé soltar un suspiro frustrante y me limité a mirarla con el ceño fruncido. ¿Qué demonios quería?

—¿Qué quieres? —pregunté de la mejor y menos grosera manera. Como había dicho, no tenía ganas de nada y menos de discutir.

—Tranquila estúpida —rió entre dientes. Arrugué mi nariz por el olor que impregnaba en mis fosas nasales, perfume barato de zorras. Típico de alguien como ella. —Solo venía invitarte a mi fiesta, es mañana y tienes que ir. No te estoy preguntando si quieres ir, vas a ir.

Fruncí el ceño y me crucé de brazos. Una de las cosas que más detestaba en éste mundo es que me den órdenes, enserio lo odiaba.

—Tú no decides por mí —escupí vacilante. Echó su melena rubia hacia atrás y me miró con sus grandes ojos verdes, aún con una sonrisa burlona.

—Haber tontita, irás quieras o no —me dijo mirándome mal. —Quiero que la acompañes —señaló con el dedo índice a Camila que se encontraba a mi lado. —Mañana en la casa de playa, espero verlas allá —se retiró con su grupito de chicas fáciles.

—Kels, tenemos que ir —dijo con entusiasmo. La fulminé con la mirada y salí del salón caminando hacia la cafetería, Camila me alcanzó y contesté.

—¡Pero no quiero ir! —exclamé a regañadientes. No quería ir a ninguna estúpida fiesta y menos si la organizaba Deborah, allí solo había sexo, alcohol y drogas.

Nos sentamos en unas de las mesitas de dos en la cafetería, más allá de las otras mesas. Le di un mordisco a mi sándwich de pollo y Camila seguía mirándome esperando una respuesta concreta.

—Oh vamos Kelsey, es tu oportunidad —sonrío.

—¿De qué hablas? —fruncí el ceño notablemente confusa. Tomé un trago de mi jugo de naranja.

—Venganza cariño. Ya es hora de eso y debes hacerlo, debes vengarte y que le duela.

—¿A quién? ¿Y cuál venganza? Explícate.

—A Justin. Ese bastardo necesita una cucharada de su propia medicina.

Casi me atraganto con un pedazo de pan, tragué dificultosamente y la miré expectante.

—No quiero hablar de él, ni del tema —dije mirando hacia otro lado. Nunca me gustaba tocar ese tema y menos si la presencia de él estaba cerca.

—Lo sé, pero sé cuál será la venganza —sonrió maliciosa. Alcé una ceja dándole a entender que no comprendía. —Iremos a la fiesta, te vestirás muy sensual, bailarás con muchos tipos guapos y él se irá arrepintiendo poco a poco. Verá de todo lo que se perdió por imbécil —mordió un pedazo de su manzana. 

—Te vestirás de otra manera, más sexy y sensual, ya verás que funcionará.

Gruñí bajo y negué rotundamente con la cabeza. No haría nada de eso.

—No soy ninguna puta, Camila. Sabes que eso a mí no me va y sería una pérdida de tiempo.

—Nadie dijo eso Kels, en dos horas iremos al centro comercial. No aceptaré un no por respuesta, ¿de acuerdo?

—Camila yo no sé si sea buena idea. Estás diciendo un disparate, puede que nada de eso funcione.

—Irás sí o sí, tienes que demostrarle a ese maldito cabrón de lo que se perdió. Y eso funciona Cassey, para los hombres la carne es débil.

—Está bien —susurré resignada. Sabía que no podía discutirle, con ella no se podía y no perdería nada en intentarlo, ¿o sí?

—¡Perfecto! —sonrío conforme. Negué con la cabeza y esbocé una pequeña sonrisa, esta chica estaba un poco loca.

Por fin acabaron las clases del en la universidad. Estaba algo emocionada por ir al centro comercial, debía admitirlo. Ya que tenía un buen tiempo sin hacer compras y creo que es hora de cambiar de guardarropa. Mi atuendo de siempre son unos simples vans o botas militares, u otros diseños, blusa holgada y unos jeans ajustados.

La mayoría del tiempo traía el cabello recogido o en una trenza, así era mi estilo de vestir, me sentía a gusto con él.

—¿Estás lista? —preguntó mientras nos subíamos a su auto. Abroché el cinturón de seguridad y fijé mi vista hacia el frente.

—Eso creo —respondí con un poco de inseguridad.

Al cabo de unos minutos ya nos encontrábamos de aquí para allá mirando todas las prendas de la tiendas, estaba algo mareada de probarme tanta ropa y sofocada por las exigencias de Camila, me iba a dejar loca. Resignada y sin muchos ánimos, tomé un vestido corto de color fucsia y me lo probé en el probador. (Foto en multimedia)

Se ajustó perfectamente a mi cuerpo dejando expuesto más de lo necesario, con vacilación salí de ahí y me dirigí en donde se encontraba Cami.

—¡Ese es! —exclamó emocionada. Me miró algo anonadada de arriba abajo y aplaudió sonriendo ampliamente. —Te ves hermosa nana, el vestido está hecho para ti.

—¿Tú crees? —hice una pequeña mueca. Me miré al espejo otra vez y siendo sincera, no me veía tan mal.

—Claro —sonríe—. Ese usarás mañana en la fiesta. Todos te van a mirar, tenlo por seguro.

—Vale, éste usaré. Solo porque tu expresión fue muy cómica —me burlé e hizo un gesto fingiendo estar ofendida.

Había comprado shorts, blusas, faldas, vestidos cortos, jeans ajustados y tacones, de todo un poco. Luego de hacer todas esas compras, fuimos por un helado y por algo de comer a McDonald's.

Después de terminar todo lo planeado en el día, nos fuimos a nuestras casas, por ser fin de semana nos quedábamos en nuestros hogares y el lunes nuevamente volvíamos al campus.

Estaba impaciente a que llegara mañana, no dormí mucho y presentía que mañana sucedería algo no previsto.

Lo que un día fue » Justin Bieber ➳Editando.Where stories live. Discover now