Capitulo V: La forma que toma el amor

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Con una mano dentro del bolsillo izquierdo del pantalón y la otra sosteniendo una botella de agua por la mitad; con la mochila colgada de una sola correa y la chaqueta amarrada a la cintura; el ceño fruncido y la mirada firme; cabello flameante y piel descolorida; con largos y lentos pasos, así camina Mo Guan Shan de vuelta a caso tras finalizar otro día. 

Se fabricaba un pequeño mundo, otra vida, una historia. Volaba lejos al ritmo de una canción punk rock y los pequeños auriculares en sus oídos eran sus alas.

Finalmente llegó a casa. Sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta.

—Ya llegué. — gritó desde la entrada.

Inmediatamente se condujo hasta su habitación. Y se dispuso a subir las escaleras.

—¡Vaya! Es un milagro verte temprano en casa últimamente. — dijo su madre con algo de recelo.

—¿De qué hablas, mamá? — se acercó y besó su mejilla.

—Es la verdad. Te la pasas avisando que llegarás tarde, que tienes algo que hacer después del colegio... No puedes engañar a tu madre, jovencito — le dio un pequeño golpecillo en la nariz con su dedo índice — ¿acaso estás saliendo con alguna chica? Puedes decírmelo. No es la gran cosa, estás en la edad, ¿no? — sonrió compresiva.

"Pero, ¿de dónde saca todas estas ideas? Aunque no se aleja mucho de la realidad..." Pensaba en sus adentros para encontrar una respuesta. Sentía un vacío en el estómago y sus manos se tornaron heladas a pesar del sudor que éstas despedían.

—Yo... — tragó saliva y apretó los puños — de hecho, hay alguien a quien quiero. — un ligero sonrojo se marcó al pronunciar estas palabras.

La mujer frente a él lo observaba conmovida. De pronto recordó lo mucho que su hijo menor había crecido y repasaba en su memoria las diferentes escenas de su corta vida. Aún era muy joven, pero estaba cada vez más cerca de convertirse en un adulto. O al menos, hablaba con la profundidad de uno.

—¿Alguien a quien quieres? — su sonrisa dejó ver uno de sus hoyuelos. — Espero conocerla pronto. — agregó adelantándose hasta la sala.

Guan Shan se quedó inmóvil. Sintió una fuerte opresión en el pecho acompañada de culpa y decepción que le carcomían por dentro. Deseaba gritarlo, deseaba tener el coraje suficiente para hablar con franqueza de sus sentimientos. Pero no podía hacerlo.

El resto de la noche se quedó pensativo. Apenas tocó la comida y se limitó a responder las preguntas ocasionales de la cena sin decir nada más.

En su cama, se recostó boca abajo con la cabeza de lado. Pasó un buen tiempo antes de que consiguiera quedarse dormido, antes de que sus ideas le permitieran conciliar el sueño. Al final, simplemente cedió. Era otro día en que había perdido la oportunidad de sincerarse.

En la mañana se despertó incluso antes de que su despertador sonara. Sin hacerse esperar, se dirigió al baño y se cepilló los dientes, seguidamente tomó una rápida ducha. Se vistió a la misma velocidad. Era como si quisiera salir corriendo de su propio hogar.

Bajó las escaleras y topó con su madre quien se encontraba preparando el desayuno.

—¡Guan Shan! Despertaste temprano hoy. No te oí.

—¡Buenos días, mamá! Ya me voy.

—¡¿Tan temprano?! ¿no vas a tomar tu desayuno? — espetó. Pero Guan Shan ya había salido por la puerta.

Con la mirada en el suelo, caminaba a prisa. Por ratos, sentía la necesidad de salir corriendo por la calle, sin ningún destino, solo correr en línea recta a donde sea que el camino llevase. Estaba cautivo en una jaula cuya llave poseía él mismo.

CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora