Capítulo 15: "Cambiando de percepción"

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Emma sentía deseos de volver a ser Emma, en realidad sentía que se convertía en la odiosa de Shopie.

En efecto.

Idioma refinado, gestos elegantes, pasatiempos que ella no sabía realizar ni tampoco estaba interesada, como el bordado por ejemplo, no cesaba de pincharse los dedos, o el piano, sus dedos no hacían más que tropezarse con las teclas, incómodos vestidos calurosos y gigantes como globos... Comenzaba a pensar en dejar de ser Shopie, es más, se estaba acostumbrando a que la llamen así, era un error.
Incluso comenzaba a tomar conciencia del pensamiento poco racional que tenía la verdadera joven, y lo despreciaba, no quería decirle a Claire que debía dejar de lado sus sentimientos para satisfacer el ego de sus padres y el apellido que la precedía desde hacía generaciones; no quería aconsejarla mal, por que eso sentía, los consejos que le daba como Shopie eran malos y algo que ella verdaderamente no diría. Odiaba tener que mentir.
No le gustaba el verse obligada a fingir, a hablar como ella no hablaría, comenzaba a sentir la garganta bastante seca después de haber forzado la voz. No hacía más que evadir los comentarios de sus "padres".

Por otra parte, ser Shopie siempre tenía un lado bueno, Emma no era una persona optimista pero debía admitirlo, lo tenía todo, vestidos y trajes "muy elegantes", fortuna y riquezas, la atención y admiración de todos,las miradas, la envidia que provocaba al pasar por el lado de otras mujeres con las cuales no hablaba. Eran serpientes, pero ella también había envididado a Shopie antes de ser ella, antes de asumir el papel, no podía protestar.
Además, estaba ese guapo y rico prometido que sería suyo por los próximos diecinueve días... ¿cómo se llamaba? ¡Oh, sí! ¡Lord Thomas Wallington!
Incluso nombre de noble tenía...

Ese día le había llegado una carta que todavía no había abierto, en el extremo de la misiva se leía:
17 de junio de 1832

Su nombre y apellido estaba escrito en el otro extremo del papel. Abrió el sobre con los dedos temblorosos pues ella nunca había recibido una carta, ¿quién le escribiría a un criado? Nadie.

Junto a su nombre pudo ver el sello pequeño y azul de la familia Quickbale. Pensó bastante y luego se acordó. ¡Quickbale era el apellido de esa joven amiga de Shopie!
No recordaba cuál era su nombre... ¡Por supuesto! ¡Matilde... Matilde Quickbale!
La misma con la que ayer había tomado el té, la que no paraba de hablar y tenía unos pulmones tan grandes que podía contener todo ese aire.

Tomó un papel largo con letras cursivas, en tinta negra y al terminar se podía leer: Matilde, el sello de los Quickbale, por supuesto. La carta se había escrito con una pluma de punta fina y se podía leer claramente:

"Buenas tardes mi querida amiga"

Siento escribirte una misiva y no decirte esto en persona, pero no tuve oportunidad de comunicártelo antes puesto que se presentó aquella desafortunada situación con el té hace dos días, así que tome la decisión de escribirte. Espero que la mancha haya desaparecido de ese lindo traje de Varnnier.
En fín, yo misma te lo diré, han comenzado a llamarte: La Piedra Preciosa de Londres.

¿Puedes creer semejante cosa? Es sinónimo de tí.
Es un tanto complicado de explicar querida amiga, pero te digo que ese apodo lo inventó la marquesa Amanda de Aberween, de puro celosa que es de tí, sábes cuantas veces ha intentado humillarte sin éxito, creyó quizás, que ese apodo te ridiculizaría e hizo lo contrario, hay muchos que quieren ver a la joven a la que llaman con tal divino apodo, por que lo cierto es, que una Piedra Preciosa no es algo nada ridículo, es algo hermoso que vale la pena admirar.

¡Oh! Y he hablado con Lady Claire, me ha dicho que en tres días será su tertulia para escoger un promertido, me dijo que ha estado muy ocupada como para decírtelo, discúlpala por ello. Espero ansiosa, tu respuesta, igualmente, no dudes en que nos veremos en dicha fiesta de compromiso.

Lady Matilde Quickbale
Destinatario: Lady Shopie Hilleland.

Emma se quedó observando el papel, por Dios, no decía nada malo. Una piedra preciosa es una joya de extremo valor y además es hermosa, Matilde estaba en lo cierto, ese apodo no la ridiculizaría. Si Emma fuera Shopie, ¿se molestaría por ello?, no lo creía así, después de todo, que la llamen así le parecía un bonito elogio. Por lo que decía allí, esa tal marquesa de Aberween era su supuesta enemiga, así que tomó un papel, se sentó en su escritorio y tomó una carta que la verdadera Shopie jamás había envíado, su letra era una caligrafía en imprenta minúscula, fina y pequeña. No sabía escribir bien pero intentó hacer un calco de aquél tipo de letra.
Escribió en la carta dirigida a Matilde sobre la indignación que sentía respecto a las intenciones poco genuinas de la marquesa, pero que el apodo no le parecía un insulto ni nada parecido, y que cuando quiera se reunirían para conversar sobre eso.
Rió al acordarse de las veces que, intrigada, había hurtado unos papeles y tinta, y había practicado la escritura.
Le colocó el sello de los Hilleland, su firma, aunque en realidad solo escribió el nombre Lady Shopie Hilleland, dispuesta a enviar la carta. Sobre lo de Claire no tenía muchos comentarios, salió de su cuarto y cuando bajaba las escaleras, Claire la detuvo sobre un escalón, se veía feliz, su boca esbozaba una sonrisa pareja mostrando sus blancos dientes, vio la carta en la mano de Emma pero no le dio importancia. Era apenas una niña de naturaleza ingenua, inocente, que disfrutaba de la pintura, no tenía un pasatiempo más favorito que el arte y le encantaban las fiestas, más cuando su hermana no la opacaba demasiado.

-En tres días se organizará mi tertulia hermana, ya está casi todo arreglado-Decía feliz, Emma abrió los ojos como platos, ¿estaba felíz?... - Nuestra madre ha visitado a Lady Cottour para realizar tarjetas de invitación que se mandaran mañana, he estado viendo horquillas para llevar en el cabello ese día, planeo algo sutil pero bonito de todos modos.

-¿Y Pedro?- Inquirió Emma en voz baja. No había podido evitar que esa pregunta saliese de sus labios, tenía demasiada curiosidad.

Claire mostró una mirada lánguida y movió las manos desinteresadamente-Ya no me interesa ese hombre, me encantan las tertulias y es más, conoceré a mi prometido ideal.

-Pero no era lo que tú sentías, Claire- Pensó que se contradecía a sí misma y estaba confundida, primero la regañaba por sentirse atraída por un sirviente y ahora simplemente indagaba e insistía en el tema.

-Lo que me dijiste resultó hermana mía, él es un criado insignificante, no podría hacerme felíz con su ropa gastada y tres libras en su bolsillo, aquello no tenía ningún futuro, yo soy de la alta sociedad, como siempre dices: Los rangos altos no se mezclan con los rangos bajos- ¿Lo había dicho? Le parecía desagradable pero apostaba que esa era la forma de pensar que tenía Shopie.

-Pero a tí te atraía Pedro, tú misma me lo dijiste, no puedes cambiar de parecer así como así, de un día para el otro Claire...

-Yo sí, ademas, tú lo dijiste, me ATRAÍA, es el pasado.

-Pero me lo dijiste tan recientemente- Reflexionó.

-Por supuesto, y por ende, forma parte del pasado, no debía de haberme detenido siquiera a considerarlo, ¿entiendes?

Emma perdió la paciencia de repente, no entendía nada:

-¡¡No!!- El grito llamó la atención de Lady Hilary, que al escuchar el grito de su hija, se sorprendió.

Apareció tras la puerta de su alcoba con una mirada desaprobatoria-¡Shopie! Una dama nunca grita, ¡a tu cuarto y no sales hasta la tertulia de Claire! Una señorita nunca alza la voz y mucho menos a su hermana, es una verdadera falta de respeto- Claire la miraba atónita, incrédula, Shopie nunca había gritado, ¿por qué se había enojado?
Se hayaba confundida, ella misma le habia aconsejado que olvidara al esclavo.

¿Emma estaba castigada? se dio media vuelta, subió las escaleras y se adentró en su cuarto dando un portazo que ni Claire ni Lady Hilary esperaban.






























Lady Shopie #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora