Única parte.

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Myung Soo se dirigía a su apartamento ya entrada la noche, el sonido de sus pasos se amoldaban perfectamente al silencio de las calles despobladas y poco iluminadas por la luna y los escasos focos colocados en los faros públicos. El sereno de la fría noche golpeaba su fino rostro al mismo tiempo que sus manos temblaban por el helado viento.

Sus audífonos sonaban a un volumen alto con las tranquilas baladas que tranquilizaban a su mente. La relajación en la que se encontraba era impresionante; su mente divagaba con asombro analizando cada cosa que hizo en el día. Una extraña sensación de repente recorrió su espina dorsal, la música tapaba el sonido de unos pasos a metros de él. Miró con curiosidad hacia atrás, notó una sobra y apresuró el paso.

Unos minutos transcurrieron, su corazón latía con rapidez y sentía la adrenalina conjuntada con el miedo. La sombra aun lo seguía. Corría y buscaba un lugar donde ocultarse. De vez en cuando tocaba sus bolsillos traseros en busca de su celular, pero el ritmo con el que huía en las calles le impedía encontrarlo.

Aquella persona lo seguía de cerca, casi sentía una molesta respiración en su nuca, la persona tras de él lo tomó bruscamente por los hombros, lo empujó provocando un fuerte ruido de su espalda chocar contra la pared de ladrillo. L a adrenalina se esfumó; sus ojos demostraban impotencia. Su atacante sonrió con sorna y sacó una afilada navaja, entonces, su gruesa voz resonó en eco.

—Quiero que te quedes tranquilo sólo robare tus pertenencias. 

Myung Soo escuchó atento, no temía, pero tampoco se lo dejaría tan fácil. Como pudo tiró un golpe certero al labio de su oponente, haciéndolo enfurecer al instante. El atacante regresó un par de golpes debilitando un poco a Myung Soo. Él no era muy bueno peleando sin embargo no era débil, así que los pocos golpes que logró atinar los propició con toda su fuerza.

Tras varios minutos de lucha Myung Soo corrió de nuevo adentrándose a las pequeñas calles de la ciudad, su atacante, tan obstinado como él, lo seguía esta vez a una distancia mayor. Sintió de repente un jalón brusco y temió tener que luchar de nuevo pues su pómulo dolía al igual que su cuerpo, ambas manos se adornaban con hematomas en los nudillos y sus ojos se comenzaban a hinchar un poco. Su respiración era entrecortada y a su lado podía sentir relajadas inhalaciones.

Las manos del contrario estaban sujetas a sus hombros. La lluvia comenzaba a caer. Sus ojos apenas y lograban enfocar la poca iluminación del estrecho lugar. Desvió la mirada al cuerpo frente a él, sintió su rostro a una cercanía peligrosa. Giró bruscamente ambos cuerpos hacia la luz más próxima y un abrumador asombro le impidió decir palabra alguna. Un chico de su misma edad; rostro bello, labios perfectos y de piernas largas y delgadas. Vislumbró en su vista.

El muchacho parecía observarlo de igual manera. Ambas miradas desnudaban todo de ellos; penetraban hasta su alma. La tensión en ambos se cargaba con el pasar del tiempo; el silencio lo hacía notar más. Ambos sentían el peligro, la adrenalina, y la emoción que ya había dejado el miedo atrás desde el momento en el que se concretaron en indagar profundamente con la mirada el cuerpo y el corazón del otro.La lluvia no cesaba, al contrario, parecía descargar con mayor ferocidad sobre los chicos, cuyo rostro yacía empapado al igual que su ropa. A ninguno pareció inmutarle. Se miraba. Sonreían. Respiraban. Dudaban.

Myung Soo sintió torpeza por un momento, sin embargo, no aguantaba las incontrolables ganas de abalanzarse y besar los hermosos labios que lo esperaban con ansias. Un segundo, tal vez dos, ambos ya se encontraban besándose acaloradamente. Sus cuerpos mojados luchaban por mantener el control; pero cada imperceptible roce causaba euforia que  incrementaba el deseo de seguir.

Las paredes del callejón y la luna fueron testigos de la pasión que se hallaba en escena. El calor derrotaba poco a poco el antiguo frío; la lluvia se esfumaba en ambos cuerpos que en ningún momento separaban distancias. Se apegaban anhelando más contacto, un contacto que penetraba hasta sus almas. Un calor que añoraba el corazón.

Entre besos y juguetonas caricias el debilitado cuerpo de Myung Soo cobraba un nuevo tipo de fuerza que sin saber de dónde, le aminoró el dolor de los golpes que eran sanados con la lengua traviesa y los labios atrevidos del más alto.

—Sung Yeol. — Fue así como se presentó rápidamente entre jadeos.

No dijeron más y sólo se centraban en explorarse mutuamente con miradas, besos y suaves pero desesperados toques que dejaban una sensación placentera y acalorada en la piel. El peligro que corrían hacía minutos atrás se quedó volando en el pasado. Nada importaba. Era su momento; efímero pero suyo.

Las horas transcurrieron como segundos. Su ropa totalmente desordenada. El flequillo de los dos se pegaba en sus frentes debido al sudor y la lluvia. Ambos rostros totalmente colorados y llenos del rubor de la sangre hirviendo en su piel. Perfectos labios rojizos e hinchados, unos más adoloridos que otros, pues Sung Yeol gustaba de morder con una fuerza excitante. Myung Soo sentía el ligero sabor metálico en su paladar, gracias a una conjunción de sangre emanada de los golpes y la exquisita y dulce sangre que fue provocada por una boca maestra y envíciante. Un licor perfecto que quisiera beber más de una vez. Sung Yeol pudo sentir el aroma de Myung Soo ya totalmente impregnado en su piel; suave, adictivo. Tenía en cuenta nunca olvidar esa esencia tan delirante. El orgasmo de su vida. Saliva escurriendo por ambas bocas, sensaciones interminables que hacían flaquear su poca fuerza. El mejor y más inolvidable encuentro de su vida. Porque esa noche no sólo saciaron su deseo sino que curaron sus heridas suplantándolas con placer.

Entre la noche y tus caricias.Where stories live. Discover now