VI. Burbuja de acero.

1.2K 124 9
                                    

Asier había acompañado a Anna a su nuevo departamento —el cual era de él—. El camino se hizo un poco más extenso debido al tráfico pesado que había provocado la llovizna. Entretanto, el aire acondicionado congelaba con parsimonia las puntas de los dedos de Anna, los cuales a veces eran escondidos debajo de su pierna o friccionados con su ropa para hacerlos entrar en calor.

—¿Quieres que apague el aire acondicionado?

—Me harías un grandísimo favor —musitó un poco trémula.

Asier sonrió un poco al ver cómo los labios de Anna temblaron. Cada diez minutos el automóvil era posicionado en neutral y el ambiente se volvía una especie de nostalgia revuelta con enojo.

Anna trataba de no recordar cada momento que pasó con Klaus; Asier trataba de pensar qué decir para que la castaña sonriera al menos una vez. Sintiendo que las palabras no eran las indicadas en aquel instante, encendió la radio y la canción que comenzó a reproducirse hizo que al final ella terminara de colapsarse. Las lágrimas empezaron a resbalarse por sus mejillas y lloró por varios minutos en silencio hasta que sus sollozos no pudieron más y revelaron la situación. Asier volteó con rapidez para observarla con la mirada asustada. Volvió la vista hacia la carretera y buscó un lugar para estacionarse.

Al hacerlo, apagó el automóvil y sin preguntarle, la jaló hacia él. El rostro de Anna quedó acunado en el torso de Asier, mientras que sus brazos la abrazaban completamente con fuerza. La camisa del chico de ojos verdes quedó empapada a la vez que su mentón estaba recargado con dulzura en la cabeza de la castaña.

Anna escuchó una parte de la canción donde mencionaba que la pareja tenía que bailar hasta que el amor se terminara. ¿Acaso fue el destino el que hizo aquello? Klaus y Anna habían bailado y luego ambos fueron separados por circunstancias diferentes. ¿Y si...? ¿Y si no estaban destinados a estar juntos? ¿El amor se había terminado desde antes? ¿Volverían a bailar otra vez?

—Anna... —la tenue voz de Asier interrumpió aquella fuente de sentimientos.

Él alzó con lentitud el rostro de Anna y apreció sus ojos a pesar de encontrarse llorosos. Sentía que podía ver a través de ellos; el cómo su corazón dolía cada vez un poco más y fue ahí donde una parte de Asier le gritó que hiciera algo loco y fuera de razón: besarla si se presentaba algún caso de desesperación. Sin embargo, optó por hacer la segunda opción que era decirle que todo estaría bien y que dejara de llorar. Por otro lado, un recuerdo pasó fugazmente y sintió que debía alejarse de Anna a toda costa, pues no quería llorar y que ella llorara más. Si eso sucedía, el lugar se convertiría en un mar.

Debía mantenerse fuerte por Anna, debía alejar aquel recuerdo que en algún momento le rompió el alma. Debía hacer algo para que Anna parara. Debía encontrar a Klaus.



Marie llegó como un rayo apenas Asier la contactó. Al principio se enojó porque Anna jamás le avisó de su regreso, pero al ver su estado consideró no hacerlo. Durante todo el rato que estuvieron juntas inspeccionaron el departamento. Trataron de hacer panqueques —o al menos intentos de estos— y miraron una que otra serie. Quizás Anna necesitaba mantener su mente despejada con todo lo relacionado a Klaus, pero su maldito y traicionero corazón le comunicaba a su mente y le hacían de las suyas de vez en cuando.

—¿Y entonces ya sabes qué harás? —preguntó Marie después que Anna le hubiese platicado todo lo sucedido.

—Pienso empezar a buscar primero en Internet si la carrera de Derecho está en alguna universidad.

—En cualquier caso, podemos hacer pijamadas mientras te matas haciendo todo el papeleo que te piden.

Anna sonrió al mismo tiempo que su mejor amiga.

—Iré a hacer té, ¿quieres?

—Sí, por favor.

Marie asintió y se encaminó hacia la cocina. En el transcurso del camino se detuvo.

—Esperen... —se dijo a sí misma—. ¿Anna dijo que sí al té? Oh, por Dios.

Sin regresar para decirle algo, Marie hizo el té de manzanilla y después lo llevó.

—Aquí está el té.

—Gracias.

—Dije: ¡té! —volvió a decir Marie—. T y e, igual a té.

—Te escuché la primera maldita vez, Marie, no tienes que deletrearlo.

—¡Ah! ¡Al menos escuchas todavía! —satirizó—. Ahora dime, ¿estás embarazada?

—¡¿Qué?! —chilló y alejó toda la atención de la computadora—. ¡¿Estás loca?!

—Digo... ¡vas a tomar té! ¿Acaso es algún antojo? Bueno, ¿cómo le llamarás al bebé?

—Ya, Marie, estás exagerando. Simplemente quiero empezar a probar cosas nuevas.

—En verdad me sorprendes. Cambias de estado muy rápido.

—Ja, no. Solo que pretendo que no duele y trato de seguir con mi vida, pero a veces es tanto lo que acumulo que llega un punto donde exploto, agh.

—Anna...

Marie abrazó a Anna.

—Ay, Marie. Lo siento si te estoy diciendo todas estas cosas, pero en verdad creo que son estúpidas.

—No, no, para nada. Ni tú ni lo que te sucede es estúpido. Son solo alfileres que tratan de romper esa burbuja que representa tu vida. ¿Y te digo algo? No debes dejar que lo hagan, no dejes que tu tiempo sea desperdiciado en lágrimas que seguro mañana serán un: "¿En serio lloré por esto? ¡Qué tonta!". Tu vida es una burbuja de acero. Eres una mujer fuerte e inteligente, incluso has logrado muchas cosas antes de lo esperado. Tu vida es bella, Anna.

Abrazándose por milésima vez, rieron mientras lo hacían. Luego de aquello, Anna sorbió el té.

—Iugh. Definitivamente esto jamás entrará en mi lista de "cosas nuevas a probar".

En tu corazón [ET #2]Where stories live. Discover now