"La muerte de Atena Agreste"

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CAPITULO I

Era el entierro de mi madre. Yo estaba a lado de mi padre quién por primera vez exteriorizaba su sentir y caía de rodillas al suelo implorando por un milagro, por no querer despedirse de la persona que más amó en el mundo, incluso más que a sí mismo.

Mi madre había tenido un accidente de auto, y no fue por su propia imprudencia, sino por la de un trailero que transportaba ácido sulfúrico y que iba a toda velocidad por la pera de la carretera de la ciudad; la camioneta en la que se transportaba mi madre quedó desecha, y ella ni nos dio la oportunidad de reconocerla a simple vista, o al menos de sufrir por verla desahuciada en una cama de hospital. El señor que manejaba estaba hoy preso y condenado a 20 años de sentencia en la cárcel, al parecer también presentaba cargos por venta ilegal de marihuana pero ni 20 años se compararían por la pérdida que nuestra pequeña y rota familia estaba experimentando.

Sostenía la mano de mi pequeña hermana, quién con tan poca edad comprendía y procesaba la información. Tener que fingir una sonrisa a miles de gentes que incluso ni conocías y que te repetían miles de veces "todo estará bien" era una sensación nefasta; su pequeña mano sostenía la mía con fuerza y podía sentirla esconderse entre mis piernas; los hermanos de mi papá intentaban controlar a su devastado hermano que gritaba y pedía que por que detuvieran el entierro de mi madre, quién cada vez quedaba entre los escombros a tres metros bajo la tierra. Mi corazón punzaba, agujas bien afiladas picaban cada vena de mi cuerpo; mi madre era mi única amiga verdadera, la confidente de mis sueños, travesuras, quién simplemente completaba mi vida, y ahora se había ido una parte de mi corazón también; y me daba coraje saber que se había ido de una manera que no merecía; pero no había nada que yo pudiera hacer.

Una lágrima de amargura recorrió mi mejilla y sentí en mi hombro una mano de apoyo lo que provocó una escapada de aire de mis labios, era Chloe, sosteniéndome como siempre. Bajé la vista a mi hermana que jalaba mi pantalón con cierta preocupación y un pequeño susurró salió de sus labios. — Adrien, ¿Quién es esa chica?

Alcé mi vista hacia donde su pequeño dedo apuntaba. Señalaba a una chica de cabello azabache que miraba justo hacia a nosotros, el color negro de su ropa resaltaba lo blanca que era su piel y esas joyas azules océano como lumbreras que poseía como ojos, a pesar del gran paraguas que cargaba. Incluso por la triste situación el día se animaba a sonreír y el aire que soplaba hacía danzar los mechones de nuestros cabellos al compás de una sinfonía tan tranquila como un nocturno de Chopin. Ella empezó a caminar en otra dirección y yo la observé irse, jamás la había visto con anterioridad, recordaría hacerlo; su caminar era como un sendero de indicios, su cabello azabache era incluso más profundo que la noche, y no, no sabía quién era o al menos no por el momento.

Han pasado alrededor tres meses desde entonces y las cosas no han marchado bien.

Es 19 de Noviembre del 2015.

Escuchaba las manecillas del reloj avanzar hacia las 13:10 hrs, era mi última clase del día. En el salón reinaba el silencio y la presión por querer terminar el trabajo que nuestro profesor de cálculo había escrito en el pizarrón desde hace alrededor de veinte minutos.

La chica con cabello azabache estaba sentada enfrente de mí. Jamás me hubiera imaginado terminar de esta manera; lo único que había hecho las vacaciones de verano aparte de cuidar a mi hermana, ayudar a mi padre con su pequeño negocio y llorarle a mi madre por las noches había sido pensar en ella, y al inicio del ciclo escolar ella se encontraba con nosotros. ¿Era pura casualidad o estaba predestinado?

Mordía la goma de mi lápiz mientras miraba su cabello oscuro perfectamente amarrado en un chongo de cebolla, adornado de una cinta roja. Era 19, y ella lo sabía, y yo también.

La Chica del ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora