Capítulo 3: El hielo en la pared

282 29 19
                                    


Somos el latido de las raíces, el océano de savia, la canción de las hojas. Somos el Círculo de Bosques y estamos en peligro. La tormenta de fuego helado, el espíritu de la nieve oscura nos ha invadido. Bosque tras bosque, han sido consumidos por el hielo parásito. Nuestros habitantes sobreviven en los refugios que persisten. Somos el Círculo de Bosques, el Espacio Convergente de lo Verde; nuestro polen llega a cada Cónclave Vegetal del Cosmos; vencernos es infestar al Multiverso.

La tormenta de sombras frías no se detiene, pero tiembla cuando una luz se abre en su interior. Es el enviado, que se materializa y avanza hacia su centro. Resiste los embates del vendaval negro, las espinas de la escarcha roja, las cuchillas de la lluvia verde. Su objetivo es superar la prueba que le encomendaron. Nuestra esperanza es su triunfo. Incinerado por el frío violeta, el gris se arrodilla y comienza a rezar.

La tormenta se despeja. La nieve se aclara. A medida que el hombre cubierto de trapos grises recorre el paisaje del Círculo de Bosques, este cambia abruptamente. La nieve se convierte en escarcha, que desaparece y revela una hierba sana y radiante cuando el hombre pisa uno de los últimos refugios verdes. Sus gafas opacas reflejan a unos seres majestuosos: su pelaje es fuego viviente, sus miradas conocen el alma de la tierra, sus cuernos guardan el primer lenguaje. Uno es amarillo, otro es violeta y el último es azul.

-La nieve oscura era el Cónclave de los Primeros Espíritus del Bosque -dice el gris-. Estaban atacando a sus descendientes, los bosques actuales, porque estaban furiosos. Según ellos, ya no se hacen respetar: dejan que ustedes entren y se alimenten sin agradecer; les permiten lastimar a los árboles para afilar sus cuernos; consienten en que troten lastimando a las praderas. El Cónclave de los Primeros Espíritus estaba decidido a tomar el control de lo verde, pero logré calmarlos, por ahora. Quieren que les transmita esto, para que lleguen a un acuerdo con sus descendientes.

Los unicornios se miran. El de pelaje violeta asiente y su cuerno empieza a brillar.

"Entendemos y lo sentimos", dijo telepáticamente. "Nuestros ancestros podían hablar con las primeras almas de los bosques, pero esos rituales se han perdido. ¿Cómo podemos hablar con sus descendientes?"

-Deberán recrear los rituales, construyendo un nuevo vínculo con ellos.

El gris camina entre los pastizales, hacia un círculo de piedras. En su interior, hay un patrón de crecientes y estrellas plasmado en la hierba. Cuando el hombre entra en él, un viento comienza a rodearlo, a medida que las figuras a sus pies comienzan a relucir. Segundos antes de desaparecer, percibe que alguien lo observa desde los árboles.

***

Las chispas saltan en mi cuerpo, ahora más liviano, cuando el beso se termina. Me separo, conmovido y sorprendido por lo que observé en mi mente, y Fernando, con la mirada clavada en mí, tiembla igual que yo. Algo atraviesa sus ojos verdes.

-Vos también lo viste, ¿no? Era un bosque hermoso y radiante.

No puede ser. El corazón se me acelera aún más, lo siento en la garganta. Me controlo para no temblar. ¿Fernando también vio ese bosque? Siento un hormigueo que da vueltas por mi cabeza, que está por estallar. ¿Será que no estoy loco?

-¿Qué cosa? No vi nada.

Lo abrazo y me hago el desentendido. Debe ser una coincidencia, estoy imaginando cosas. Necesito bloquear esas alucinaciones. Me concentro en Fernando: beso su cuello, mientras araño despacio su espalda, y mis labios suben hasta su oreja. Me toma de la mano.

-Vamos al cuarto.

***

Descansa en una cueva, calentado por un tenue fuego. Se abraza a sí mismo y tiembla, observa el vapor que sale de su boca y anhela el poder perdido. Sus ropas grises están sucias, rotas; procurárselas en este mundo es difícil. Ya casi no recuerda su otra vida donde, aunque había otros problemas, el frío le obedecía. De pronto, lo invade un perfume dulce. Su cuerpo sí recuerda y comienzan los dolores en la espalda, pero desaparecen cuando algo desciende y entra en su ser. Su alma crece y su energía se expande en una esfera de energía tibia, más allá de su cuerpo, reparándolo. El Gris habla en otro lenguaje, pero puedo entenderlo:

Somos Arcanos: La nevada de JulioWhere stories live. Discover now