Capítulo 5 : La noche de Walpurgis.

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Faltaba poco para la noche de Walpurgis, la noche en que todo el mal salía de la oscuridad a atormentar a los mortales: Brujas, ánimas en pena y demonios con figuras humanas.

Según las conversaciones de las criadas, moriría esa noche, después que el señor Arlond bebiera mi sangre. Honestamente, prefiero mil veces la muerte a seguir siendo la alimentadora del señor Arlond, pues con cada mordida siento que se lleva consigo un trocito de mi alma, me hace sentir más débil, más rara; es como si el ansia por salir de aquí me hubiese abandonado.

Ni yo misma me reconozco.

Ahora deseo cada mordida como si fuera adicta a ese momento de dolor, como si se tratara de una droga fuerte. Así se siente, y cuando no me muerde me siento vacía, más lúcida pero demasiado ansiosa.

—¡Señorita! —Escuché la voz de Louisa a lo lejos— ¡Oh por todos los cielos! ¡que mal se ve! —exclamó horrorizada al verme.

—Tengo...mucho frío —murmuré escuchando el castañeo de mis dientes.

La vi desdoblar una manta y envolverme en ella, acción que agradecí porque me habían quitado toda la ropa antes de atarme.

Estaba exhausta, mis piernas flaqueaban amenazando con hacerme caer en cualquier momento. Las cadenas eran lo único que me sostenía en este momento.

—La ayudaré a escapar —susurró en mi oído.

—¿Qué? —pregunté, no había entendido lo que trataba de decirme. Toda yo se encontraba adormecida por la última mordida de él.

Lo siguiente que sentí fue un ardor insoportable que me arrancó un grito el cual Louisa ahogó con su mano.

—No grite o nos van a descubrir —sentenció con voz gélida.

Mi fuerza de voluntad regresó al igual que mi energía, me sentía muy diferente.

—¿Qué es eso? —cuestioné.

Louisa sonrió ante mi pregunta y me mostró la moneda extraña que el padre me había entregado. Ahora comprendí que se trataba de una especie de talismán o amuleto.

—El padre Nicolai la está esperando afuera, hoy mismo abandonará este lugar —anunció sonriendo.

—¿Y a donde iré? —pregunté con voz débil—. Sabes que no puedo regresar a mi casa y si me lleva a la iglesia, él puede mandar a uno de sus sirvientes humanos a que me rapte —murmuré alarmada.

—Te llevará a Estambul —susurró. Acto seguido me liberó de las cadenas con un extrañó collar el cual contenía un dije de rubí.

—¿Cómo hiciste eso? —pregunté sin salir de mi asombro. Yo misma había intentado liberarme muchas veces pero siempre fracasé, las dichosas cadenas parecían apretar más su agarre con cada intento fallido.

—Las cadenas están encantadas, por eso no podías liberarte. Le robé este collar al ama de llaves —explicó pasando uno de mis brazos por encima de sus hombros, apoyándome en ella.

—Me duele el cuerpo —me quejé mientras caminaba recargada en ella.

—Deja de quejarte y ayúdame a salvarte, él también se ha alimentado de mí pero no me eché a morir  —reprochó mientras prácticamente me arrastraba hacia la salida.

Salimos de la habitación y recorrimos el amplio pasillo en un santiamén, al llegar a la sala, me ayudó a vestirme rápidamente, argumentando que debía ser en la sala porque mi habitación no era segura, luego retomamos la tarea.

—¿Y el señor Arlond donde está? — pregunté casi susurrando.

—Está tomando su siesta vampírica junto a sus criadas-amantes —respondió.

—¿Por qué no me ayudaste a escapar apenas llegué? ¿Por que esperaste a que transcurriera un tiempo? —la interrogué mientras atravesábamos la enorme sala.

—El señor me tenía muy vigilada por ser la nueva pero ahora que ha contratado a otra chica me ha dejado en paz —respondió encogiéndose de hombros.

La enorme puerta se encontraba ante nosotras, se veía tan imponente e impenetrable que ya estaba dudando de este escape, todo había sido muy fácil y las cosas con Lucian nunca lo eran.

—Recárgate en mi espalda, voy a abrir la puerta —ordenó.

Le obedecí y me recargué en su espalda, aferrándome de su uniforme de criada, mientras ella usaba sus fuerzas para abrir la jodida puerta.

Finalmente lo logró y la luz del sol no se hizo esperar, inundó toda la sala, también me encandiló, cubrí mis ojos por varios segundos mientras Louisa me arrastraba afuera.

Sentí curiosidad, retiré la mano y pude ver al padre Nicolai junto a otros hombres altos, bastante fornidos. Estaban parados frente a una camioneta negra.

—¡Hija! —exclamó corriendo hacia mí, y me abrazó—.  Debemos irnos de esta horrorosa mansión, vendrás conmigo a Estambul —aseguró.

—Padre, él va a encontrar la forma de raptarme —advertí.

—Ya no puede hacer nada porque la iglesia te cuidará y el demonio no puede pisar tierra sagrada, mucho menos la de Estambul. Allá está mi hermano, él es obispo y es quien se encargará de protegerte —dijo ayudándome a subir al auto.

Miré la mansión por última vez, se veía como el primer día en que llegué.

<<Adiós señor Arlond, adiós a las criadas rameras, adiós Louisa>> pensé.

—Gracias por salvarme la vida —agradecí a la criada rubia, dándole un fuerte abrazo.

—No hay de qué, me alegra saber que al menos usted tendrá oportunidad de vivir su vida. Cuídese mucho Evie —dijo al abrazarme.

—Evie, tenemos que irnos. —interrumpió el padre Nicolai.

Hola salvación, hola Estambul.

La esposa del vampiro (EDITANDO)Where stories live. Discover now