Capítulo 7

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Capítulo 7

A Justin no le hacía ninguna ilusión estar allí mientras la señora Sánchez lo ponía por las nubes, pero le gustó cómo lo miraba _______, con dulzura y cariño, como si tuviese ganas de besarlo. En aquellos momentos a él le costaba pensar en ella como una chica rica y loca.
Quizás cuando había pujado con él, había tenido motivos ocultos y hasta pervertidos para hacerlo. Quizás, antes de que se acabase la noche, Justin descubriría que estaba totalmente trastornada y que era capaz de hacer todo tipo de cosas extrañas. Pero en aquellos momentos no le parecía posible. Su madre siempre le había dicho que era demasiado inocente.
—Bueno, estoy segura de que estáis los dos deseando continuar con vuestra velada —dijo la señora Sánchez—. Justin, si me ayudas a llegar a mi habitación, no os molestaré más.
—Por supuesto —asintió Justin.
—Espera —lo detuvo _______—. ¿Por qué no nos tomamos los tres juntos el zabaglione de la señora Ruggerelo antes de marcharnos?
A la anciana se le iluminó el rostro, y Justin deseó que _______ no hubiese tenido aquella idea. Le encantaba contribuir a que sus vecinos fuesen felices, pero en aquella ocasión, para hacer feliz a la señora Sánchez, tendría que privarse él de estar a solas con _______.
—No me gustaría molestar —comentó tímidamente la anciana.
—No es ninguna molestia. _______ y yo vamos a servir los platos.
—Oh. Será muy especial.
Justin agarró a _______ de la mano y la condujo a la pequeña cocina.
—Espero que no te importe —murmuró ella—. Es que parece estar tan sola y...
—Por supuesto que no me importa. Es lo más adecuado. Lo mismo que esto.
Y la besó intensamente. Ella respondió con tantas ganas que Justin no la hubiese dejado marchar nunca.
Aparentemente,_______ era la que más fuerza de voluntad tenía de los dos. No tenía sentido,_______ lo besaba con todo su alma y, al mismo tiempo, luchaba por separarse de él.
—Deja de moverte, y ven aquí —le pidió él mientras intentaba apretarla más contra su cuerpo.
—No.
—¿Por qué?
—Porque llevo el vestido manchado y no quiero mancharte a ti.
—Me da igual.
La agarró con fuerza y volvió a besarla. La vez anterior, _______ había respondido a su beso, pero en esa ocasión, lo besaba salvajemente y clavaba los dedos en los músculos de su espalda. Él gimió de placer al notar cómo el cuerpo de ella encajaba a la perfección con el suyo.
Justin no sabía si el corazón que oía latir con tanta fuerza era el suyo propio o el de ella, o si los dos latían al compás. Sabía que no podría seguir torturándose mucho más, así que se obligó a apartarse de ella. La camisa se le quedó pegada al vestido de _______.
—¿Ves? —murmuró ella.
—Me encantaría que nos quedásemos pegados para siempre —dijo él, mirándola a los ojos.
—Pues no ha habido suerte. Será mejor que sirvamos el postre.
—Supongo que sí. Cuanto antes lo hagamos, antes podremos marcharnos de aquí.
—Justin... —dijo _______, sonrojándose—. Tenemos que hablar.
—¿Acerca de lo que vas a pedirme?
Ella asintió.
—Lo haremos —aunque no tenía ganas de saber qué era. Tenía miedo de despertar de aquel sueño. Suspiró y se dirigió hacia uno de los armarios de la cocina—. Yo buscaré los platos, los cubiertos están en el cajón que hay al lado de los fogones.
—Conoces los pisos de todos tus vecinos.
—Es normal. Llevo cinco años viviendo aquí.
—Yo he vivido en el mismo edificio durante casi toda mi vida, y el único piso que conozco bien es el de mi madre.
—¿Tu madre vive en el mismo edificio? —preguntó él, dándose cuenta de que aquello era nueva información.
—Esto... sí —admitió _______, tomando los cubiertos.
Justin no sabía si había sido su imaginación o si _______ no tenía ganas de hablar de su madre. Colocó los platos en una bandeja antes de hacerle otra pregunta.
—¿Sabe ella lo de la subasta?
—Me parece que lo sabe toda la ciudad.
—¿Y qué piensa al respecto?
—Esto... lo entiende —dijo _______ después de aclararse la garganta en silencio.
Justin se imaginó cuál sería la reacción de su madre si se enterase por un periódico que su hijo había hecho algo así. Quizás para ellas no fuese una gran cantidad de dinero. Si así era, _______ estaba totalmente fuera de su alcance, y sería mejor que lo recordase a partir de entonces.
Recogió la bandeja y se volvió hacia ella. A juzgar por su expresión, era evidente que le estaba escondiendo algo.
—Vamos a tomar el postre —dijo Justin, dirigiéndose al salón.


_______ pensó que las cosas se estaban complicando cada vez más. No había contado con la incontrolable pasión que había entre ellos. Cuando Justin la había besado unos momentos antes, su cerebro había sufrido un cortocircuito.
Por si el beso no hubiese sido suficiente, él se había comportado como todo un macho. Al estilo «yo, Tarzán, tú, Jane», que parecía seguir funcionando. A _______ le había encantado su manera de reír y de atraerla hacia él. Todavía podía sentir sus fuertes músculos contra su cuerpo. Había hecho que ardiese de deseo y los rescoldos de aquel fuego se avivaban sólo de pensar en ello.
Quería que la llevase de vuelta a su apartamento, que la acostase en el suelo y que le hiciese el amor sin tan siquiera pedirle permiso. Que fuese primitivo, satisfactorio y muy insensato. Por el momento ni siquiera le había insinuado lo del libro de su madre.
Había esperado hacerse amiga suya para poder contarle la verdadera razón por la que había apostado por él. Quizás hasta hubiesen podido reírse juntos de todo aquello. Luego, Justin accedería a ayudarla y _______ conseguiría su objetivo.
Pero conociéndolo mejor, dudaba que fuese a reaccionar así. Si los elogios de la señora Sánchez lo incomodaban, era probable que odiase la idea de servir de inspiración para una novela romántica. Justin pensaba que ella había pujado por él por otras razones, razones que tenían que ver más con una atracción sexual._______ sabía que aquello lo excitaba y hacía que la desease. ¿Qué ocurriría si se enteraba que no tenía nada que ver con eso?
_______ pensó en no contarle lo del libro. Si dejaba que su relación avanzase, podría presentárselo a su madre más tarde, y Alice obtendría por ella misma lo que necesitase.
Sólo había dos personas en el mundo que sabían el verdadero motivo por el cual _______ había hecho aquello, ella y su amiga Barb. Y Barb nunca la delataría. Pero al verlo reír y hablar con la señora Sánchez recordó que él había actuado con honestidad desde el principio, y se dijo que ella tenía que hacer lo mismo.
Se lo diría en cuanto entrasen en su apartamento, antes de que volviese a besarla y le hiciese perder la cabeza, por no hablar de la ropa. Porque una vez que la besaba, _______ deseaba que aquello no se acabase nunca. Jamás había disfrutado tanto de un beso.
Justin la miró, como si le hubiese leído el pensamiento.
—Será mejor que nos marchemos.
A ella se le aceleró el pulso. Ojalá pudiesen volver a su apartamento y retomar la velada donde la habían dejado. Pero no podía hacerlo.
—Tienes razón. Tenemos que hablar.
—Bien. Lavaré los platos y después...
En ese momento llamaron al timbre.
—¡Bueno! —aplaudió la anciana—. ¡Más compañía! Qué noche tan concurrida.
—La verdad es que sí —admitió Justin, agarrando la bandeja y dirigiéndose hacia la puerta—. Hola, Pete. ¿Qué ocurre?
A pesar de que _______ no podía ver al hombre, se imaginó que era Pete Hornacek, el vecino del gato.
—Siento molestarte, Justin, pero el fregadero de los Sullivan ha vuelto a atascarse. No consigo encontrar mi desatascador, y Beth no tiene ni idea de dónde está el suyo. Sully está trabajando, y ella necesita ayuda. He ido a ver si los Ruggerelo tenían uno, pero parece ser que se lo han prestado a su hija, así que me han dicho que te preguntase a ti, que estabas aquí.
—No te preocupes. Puedes utilizar el mío; está en el armario de los productos de limpieza.
—Ya he mirado antes de venir. Pero no lo he visto.
—Oh. Quizás lo haya puesto en otro sitio. Escucha; espera a que termine aquí e iré a casa de los Sullivan dentro de diez minutos.
—De acuerdo. Esto... ¿Está aquí la mujer del cachorro?
Así que era eso, pensó _______. Estaban buscando una excusa para ver a la loca millonaria.
—Sí, está aquí. ¿Quieres conocerla? —preguntó Justin con resignación.
—Bueno, no quiero arruinaros la noche. Leo me ha contado que os habéis marchado corriendo del Plaza.
—Pues sí —admitió Justin, dejándolo pasar—. Entra, Pete. _______ LeBlanc, éste es mi vecino, Pete Hornacek.
—Encantada de conocerlo —dijo _______, dándole la mano. Tenía los ojos azules, el pelo cano y apretaba la mano con fuerza.
—Igualmente —respondió él, mirando las manchas del vestido de _______ y de la camisa de Justin—. Os he visto a los dos en la televisión. Bonito yate.
—¿No le ha parecido romántico? —intervino la señora Sánchez.
—Mucho. ¿Qué tal está? Leo dice que ha vuelto a marearse.
—Es normal cuando se tienen casi noventa años, Pete.
_______ se dio la vuelta.
—¿Casi noventa? Oh, eso es estupendo.
—Dios lo ha querido —contestó la anciana, suspirando—. He sobrevivido a toda mi familia. Si no tuviese tan buenos vecinos, no estaría tan bien.
—La verdad es que no éramos tan buenos vecinos hasta que Justin no vino a vivir aquí.
—Claro que sí —se quejó Justin:. Yo...
—Tiene razón —asintió la señora Sánchez.
—Entonces llegó este bombero de Buffalo, que siempre sonreía y que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por sus vecinos. En una ocasión...
—La señora Sullivan debe de estar preguntándose cuándo vamos a ir a desatascarle la pila. —lo interrumpió Justin, recogiendo los platos de postre—. ¿Qué te parece si lavo esto y vamos para allá, Pete?
—Yo lavaré los platos —dijo _______, quitándoselos de las manos—. Tú ayuda a la señora Sánchez a meterse en la cama.
—De acuerdo. Buena idea —admitió él, sonriendo.
Pete tenía razón, la sonrisa de Justin era encantadora. Si ella viviese en aquel edificio, tendría unas excelentes relaciones de vecindad con un hombre como él.
—Oh, deja los platos —le pidió la señora Sánchez—. Es tu noche especial.
—No, de verdad que no me importa. Me lo estoy pasando fenomenal.
Y lo cierto era que era verdad. Además, cuando los vecinos los dejasen por fin a solas, tendría a Justin sólo para ella.
Justin se agachó para ayudar a la señora Sánchez.
—Venga, Escarlata O'Hara. Vamos a subir las escaleras.
—Eres un encanto —dijo la anciana, riendo.
—Y tú, una belleza.
_______ se quedó cautivada con la imagen de Justin llevando a la pequeña mujer a su habitación. Le llegó al corazón de la misma manera que cuando sacó a Bobo del lago helado pegado contra su pecho. Si su madre fuese capaz de reflejar aquella ternura en el papel, su libro sería todo un éxito de ventas.
—¿Es un tipo especial, verdad? —preguntó Pete.
—Esto... sí, lo es. Bueno, voy a lavar los platos.
—Te haré compañía —dijo Pete, siguiéndola hasta la cocina—. Odia que lo alabe.
—Ya me he dado cuenta.
—Pero no puede evitar hacer cosas por los demás. Lo queremos mucho.
—Lo entiendo.
—No nos gustaría que nadie le hiciese daño.
_______ dejó los platos y se volvió hacia Pete.
—Yo no tengo intención de hacerle daño.
Si Justin se negaba a ayudar a su madre, le habría salido el tiro por la culata. Aunque Pete acababa de decir que Justin siempre estaba dispuesto a ayudar a todo el mundo.
—Supongo que él también lo ha visto así, si te ha traído a su casa. Últimamente ha tenido mucho cuidado con que la gente no supiese dónde vivía.
—Ya me lo ha contado —comentó ella, secándose las manos—. Algunas mujeres locas como cabras han estado persiguiéndolo.
—Perdona, pero siento decirte que eso mismo es lo que pensábamos que serías tú, que te gastaste tanto dinero pujando por él.
—Y lo entiendo. Pero yo no estoy loca.
—Eso me parece a mí —admitió Pete—. En realidad yo me he imaginado lo siguiente: a tu novio lo mataron en la Guerra del Golfo y da la casualidad de que Justin se parece mucho a él. Así que, cuando viste a Justin salvando a tu cachorro, pensaste que el espíritu de tu novio estaba en él. Y por eso merecía la pena gastarse todo ese dinero, para averiguar si de verdad este hombre tiene el alma de tu novio. ¿Tengo razón?
—La verdad es que no. Pero me ha gustado la historia.
_______ pensó que su madre se lo pasaría muy bien charlando con un hombre con tanta imaginación. Entonces se le ocurrió presentarlos. Aunque quizás fuese demasiado pronto.
—¿No es eso? Entonces no he ganado la apuesta.
—¿Qué apuesta?
—Todos los vecinos que conocemos Justin, es decir, todos, hemos escrito la razón por la que pensamos que pujaste por él en la subasta. Si me lo cuentas, no se lo diré a nadie. Y no puedo cambiar mi respuesta, porque las hemos metido en un sobre cerrado y nos las hemos enviado por correo. Te lo enseñaré el lunes.
—¿Qué es lo que vas a enseñarle el lunes? —preguntó Justin, apareciendo de repente.
—Oh, el desatascador de Leo. Eso si su hija se lo devuelve. ¿Qué tal la señora Sánchez?
Pete parecía nervioso, y _______ se dio cuenta de que no quería contarle a Justin que todo el edificio estaba haciendo apuestas acerca de por qué estaban juntos ese fin de semana.
—Parece que está bien —respondió él, mirándolos a los dos, como si sospechase que le ocultaban algo—. Ya está dormida.
—Bien. ¿No pensarás que se ha inventado el mareo para hacerte venir, verdad?
Justin siguió serio, aunque le brillaban los ojos.
—No más que tú, que has perdido el desatascador, Pete. Vamos a buscar el mío.

Mi bombero sexy (Justin Bieber FanFiction) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora