Luigi: El cerillero.

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Era la víspera del año nuevo. Aquella noche hacía un frío espantoso. La noche era muy oscura y caían enormes copos de nieve. En medio del esta oscuridad, un muchacho andaba por la calle, con la cabeza descubierta y los pies descalzos.
Al salir de su humilde casa, llevaba unas zapatillas muy gastadas y demasiado grandes para él, las cuales perdió al cruzar la calle dándose prisa para colarse entre dos coches de caballos.
Una de ellas desapareció enseguida debajo de las ruedas de un veloz coche. La otra se la llevó un toad chiquito que quería transformarla en barco.

Luigi andaba deprisa con los pies descalzos y azulados por el frío. En su inmensa bolsa llevaba muchísimas cerillas y también una cajita en la mano.
Había sido un día malísimo. Nadie compró la más mínima.
Tenía frío, estaba hambriento y con miedo de volver a su casa porque su padre se enojaría muy feo con él.
Además, de tanto soplar el viento entre las anchas grietas de la pared, haría casi tanto frío como afuera.

El frío le había puesto los dedos tiesos al joven y ya casi no los podía mover. Pensó que una cerilla, sólo una, lo calentaría. Prendió una.
Se produjo un chasquido seco y la llama subió clara y caliente a lo largo de su mano. Al chico le dio la repentina impresión de estar sentado ante una buena estufa de cobre. Iba acercando sus pies para también calentárselos, pero...

¡Demasiado tarde! La estufa y su calor habían desaparecido. Solamente quedaba una cerilla tiznada en la extremidad de sus dedos.

Luigi decidió prender otra, cuya llama resultó más luminosa y bella. El muchacho podía ver un cuarto con una mesa cubierta de hermosa loza. En una fuente había un enorme pavo, graso y doradito.
De repente, el pavo rodó por encima de la mesa y desapareció. Sólo quedaba la calle gris y fría ante el chico. No lo podía aguantar, él quería ver otra vez aquella estufa que ronroneaba tan felizmente, aquel pavo apetitoso que olía tan bien...

El tímido vendedor prendió una tercera cerilla y se vio inmediatamente transportado en una hermosa casa en la que se erguía centelleante un gran árbol de Navidad con guirnaldas y hongos de todos los colores.

Frutas y juguetes también colgaban de las ramas. Unos niños toads que corrían alrededor del árbol, lo tomaron de la mano y lo atrajeron al corro. Él también quiso correr, pero otra vez se hizo de noche.

Las estrellas comenzaban a brillar por encima de la calle oscura y desierta. Los escasos transeúntes, impacientes por encontrarse con sus amigos y familiares, andaban a grandes zancadas, sin ver entre dos casas hongos al muchachito acurrucado sobre sí mismo mirando al cielo.
Una estrella fugaz trazó una larga raya resplandeciente, de modo que Luigi pensó que alguien debía morir.

Su hermano mayor, la única persona que había sido buena onda con él; aquel que murió en medio de una guerra, le enseñó esto:

-Si una estrella se cae, es un alma que sube hacia Dios.

Prendió otra y esta vez, su Big Bro apareció como antes, con su aire dócil y bueno.

-Mario, quédate aquí, Llévame, no me dejes solo. Sé que cuando la cerilla se apague, desaparecerás como todo lo que he podido ver hasta ahora. Como el fuego que ardía tan bien, como el pavo que olía delicioso, como el árbol de Navidad; -empieza a llorar- te echarás a volar, y yo me quedaré solo en una calle oscura, sin nadie para cuidar de mí y llevarme a un hogar donde no vuelva a tener ni frío, ni hambre, ni miedo.

Aterrorizado ante la idea de ser abandonado otra vez, el chico no volvió a prender ninguna cerilla, sino que quemó la cajita entera.
Su hermano apareció de nuevo. Se veía tan guapo con su overol especial que sólo se ponía en días de fiesta.
El italiano sonrió con ternura a su hermanito y lo abrazó.

Se elevaron los dos hacia el cielo en la gran luz de la cajita de cerillas y llegaron al Paraíso.





















Aunque reinaba todavía la oscuridad, ya iba amaneciendo.
Un toad transeúnte descubrió en un rincón a un muchacho con el pelo ensortijado, descalzo y sin vida.
Este pensó:

-El pobre chiquillo querría calentarse.

Pero no podía imaginarse que se había ido del mundo bajo una hermosa luz y agarrado de la mano de su querido hermano mayor.

FIN.

Cuentos Clásicos Presenta: A Mario y Sus Amigos.Where stories live. Discover now