Peach: Ricitos de Oro.

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Érase una vez una niña con largos y dorados cabellos rubios al que llamaban Ricitos de Oro. Vivía con Toadsworth en el Castillo del Reino. Un día le dijo a su tutor:

-Voy a salir a dar un paseo por el bosque y a recoger flores para ti.

-Está bien, Peach, pero ten cuidado y no te alejes mucho ya que puedes perderte. -Le dijo Toadsworth.

Ella agarró su cesta bajo el brazo y se fue.
Empezó por recoger unas margaritas bellísimas. Un poco más lejos, vio unas flores de fuego y más lejos aún ¡amapolas! Y así, corriendo de flor en flor, Ricitos de Oro terminó por perder la noción del tiempo.

Se sentía cansada y con ganas de merendar. De pronto, vio un Castillo, miró por el ojo de la cerradura y como no vio a nadie en su interior, empujó la puerta y entró.

Sobre la gran mesa del comedor, se encontró tres platos de sushi que olían muy bien. Un plato grande, uno mediano y uno pequeñito. Alrededor de la mesa había también tres sillas: una grande, una mediana y una pequeña.

Ricitos de Oro se sentó en la grande pero le pareció muy dura.
Probó luego la mediana pero el cojín estaba muy blando y se escurría.
Entonces se sentó en la chiquita y la encontró muy cómoda; pero como era pesada para el tamaño de la silla, a ésta se le rompieron las patas y Ricitos de Oro cayó al suelo.

Después sintió deseos de probar el sushi. Comenzó por el plato grande pero estaba muy picante y se enchiló.
Probó entonces el plato mediano pero estaba simplón y no le gustó.
Finalmente probó el plato chico: estaba delicioso y se lo comió enterito.

Como se sentía muy cansada y con ganas de dormir un rato, subió a la habitación. Allí encontró tres camas: una grande, una mediana y una chiquita.
Probó la primera pero estaba muy dura y la incomodó.
Se acostó en la mediana pero la manta le picaba y no lograba dormirse.
Probó entonces la pequeña y le gustó tanto que se quedó profundamente dormida.


























Mientras tanto, la familia real de los koopas, que habían salido a dar un paseo, estaban de regreso. En cuanto abrieron la puerta notaron que algún extraño osó entrar a su castillo y comenzaron a buscar.

-¡Alguien ha movido mi sillón! -Dijo el Sr. Ser con voz ronca.

-¡Alguien ha tocado mi cojín! -Dijo la Sra. Bow con su voz dulce.

-¡Alguien ha roto mi silla! -Dijo el bebé Bowser llorando con su vocecita.

Después se acercaron a la mesa:

-¡Alguien ha lamido mi cuchara! -Dijo el Sr. Ser con su voz ronca.

-¡Alguien ha tocado mi plato! -Dijo la Sra. Bow con su voz dulce.

-¡Alguien se ha comido todo mi sushi y me ha dejado sin cena! -Lloriqueó el pequeño Bowser con su vocecita.

Continuando la búsqueda, los dragones subieron al dormitorio.
Papá Ser se quejó gruñendo con su ronca voz:

-¡Alguien se ha acostado en mi cama!

-¡Y alguien ha movido mi manta! -Protestó mamá Bow con su dulce voz.

-¡Miren! Hay una niña durmiendo en mi cama. Y es muy bonita…

Al oír la voz de los koopas de caparazón, Peach "Ricitos de Oro" se despertó. Al abrir los ojos y ver a los tres inclinados sobre ella, mirándola, sintió mucho miedo.
Dio un brinco enorme, saltó por la ventana y salió huyendo hacia el bosque sin mirar atrás.

La princesa no paró de correr hasta llegar a su casa y los Bowser no la volvieron a ver por durante mucho tiempo.

FIN.

Cuentos Clásicos Presenta: A Mario y Sus Amigos.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang