—Es asqueroso.

Allison se encogió de hombros y se sentó sobre la arena con un suspiro.

—Me gustaría saber por qué las personas y los animales tienen que morir.

—Mi abuelo dice que morimos porque vivir se termina volviendo aburrido —contesté.

—Eso lo dice porque es viejo.

Nos quedamos ambos en silencio, acompañados del cadáver de aquel pobre pulpo. Allison parecía tranquila, pero a mí el corazón me latía demasiado deprisa. Hacía tiempo que la compañía de mi amiga me hacía sentir de aquella forma. Mi madre se reía; decía que era demasiado joven como para entender lo que era el amor. Sin embargo, yo sabía que, desde hacía tiempo, ella y la señora Cooper conspiraban a nuestras espaldas para que lo que desde siempre había sido una amistad terminase convirtiéndose en algo más en un futuro. El problema era que aquel futuro parecía haber llegado a mí demasiado pronto.

—Harry, ¡cuidado!

Abandoné bruscamente mis pensamientos y, sobresaltado, miré a mi amiga sin entender qué sucedía. Justo entonces, una ola rompió con demasiada fuerza a tan solo unos metros de donde nos encontrábamos. Allison había conseguido huir a tiempo, pero yo, abstraído en mi mente, no me había percatado de ello. El agua me zambulló y me arrastró consigo, revolcándome por la arena. Cuando me vi liberado de ella, el pulpo había desaparecido y yo estaba empapado de los pies a la cabeza.

Las carcajadas de Allison no tardaron en llegar. Me incorporé como pude, mareado y avergonzado. La observé destornillarse de risa mientras el calor me subía por las mejillas.

—Ven aquí —le dije, extendiendo los brazos y caminando hacia ella. Allison abrió mucho sus ojos oscuros en señal de sorpresa y comenzó a retroceder. Sonreí con malicia y, acto seguido, eché a correr. Allison soltó un grito y empezó también a correr, huyendo de mí.

Nos alejamos de donde se encontraban el resto de niños, ignorando las voces de los profesores que nos pedían que volviéramos junto a ellos. Allison gritaba y reía, mientras yo me esforzaba por alcanzarla. Nos acercábamos cada vez más al acantilado y sabía que el momento no tardaría en llegar. Ella también pareció darse cuenta y comenzó a disminuir la velocidad hasta detenerse por completo. Yo seguí acercándome. Allison se giró hacia mí y me miró con los ojos llenos de angustia. Me pareció tan vulnerable en aquel momento que enseguida me sentí culpable por mis intenciones y me paré en seco. Ella suspiró aliviada y se sentó sobre la arena seca, exhausta. Avancé un par de pasos y me senté frente a ella, observándola en silencio. El corazón me latía de nuevo con fuerza, y sabía que no era solo debido al reciente esfuerzo físico. A lo mejor era demasiado joven para entender el amor, pero eso no significaba que no tuviese derecho a vivirlo.

Allison me miró con extrañeza.

—¿Qué pasa?

La besé como respuesta. Un segundo después la tenía frente a mí, con el rostro desencajado y el horror hospedado en sus ojos. Tragué saliva y empecé a temblar. Me descubrí deseando que el agua volviese de nuevo y me llevase consigo, ahogando así mi arrepentimiento.

¿Por qué has hecho eso? —preguntó Allison en un murmuro.

No respondí. Tampoco sentí que fuese necesario hacerlo. Me puse en pie y comencé a caminar, sintiendo la ira y la vergüenza crecer dentro de mí.

He cargado con esos dos sentimientos ocho años —explica Harry—. De hecho, a veces creo que nunca me han abandonado del todo.

InsideWhere stories live. Discover now