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Te dije que me estaba lanzando al abismo, al mismo tiempo que te abrazaba. Recuerdo que te miraba a los ojos, y te explicaba que sentía como iba cayendo a una gran velocidad, pero que aún no presenciaba la caída. Y me sentía libre, porque nada me sostenía. Porque me dejaba destruirme en el viento. Te besaba los labios, y mis montañas se destruían. Hacías de mí arte un desastre. Entonces hoy con tus dedillos fríos me metiste la mano en el alma. Susurrándome al oído "voy a matarte, cariño". Yo sólo cerré los ojos y me aferré a la nada. Me sacaste de entre las costillas, la pieza que le faltaba a mi puzzle. Me preocupé por un momento, ya que hace tiempo quemé las demás. Pero ahora vi que tus intenciones nunca fueron armarlas. Sino, que tomaste con tus manos la pieza, y me raspaste el pecho con ella. Me brotó sangre azul y espinas doradas. La pusiste frente a mis ojos y la quebraste, la hiciste polvo y soplaste hacia mis ojos. Me lloraron y las lágrimas salieron más deprisa que mi coraje. Ahí fue cuando me di de cuenta que me habías quitado todo, sabiendo que yo no tenía nada.

Párpados pesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora