Capitulo 8

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-Emm... no-el color se me subió al rostro al haber sido descubierta en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro.

Después de un silencio incómodo, en el acomodo de ideas, nuevas sensaciones y miles de cosas que hacían que mi estómago se moviera, una luz llegó a mi razón y pudo conectar con mi lengua y hacer salir mi voz.

-Amm... me decías que Gas había aceptado. ¿Cuándo sería?-dije.

-Bueno, si quieres, mañana mismo-comentó, animado.

-Mañana... ¿Pero qué tal si le dan a Rochi el trabajo?

-Buen punto, entonces sería quizá hasta el domingo-reflexionó.

-No falta mucho, de todas formas-dije, sabiendo que mañana era viernes.

El mozo llegó y colocó los platos delante de nosotros. El olor a queso fundido de la lasaña se adentró en mi nariz y mis tripas rugieron. La sonrisa de Peter apareció fugaz en sus labios y el rubor tímido en mis mejillas.

Mientras comíamos saqué varias fotografías del lugar y justamente como la vez anterior, el rostro de Peter apareció furtivo entre algunas. No sabía qué pasaba, no sabía por qué cada vez que Peter hablaba me maravillaba tanto, no sabía tampoco por qué cuando me miraba algo se removía en mi estómago, ni tampoco sabía por qué cuando mencionaba mi nombre me sentía especial. Eso me obligó a pensar en Rochi y sin saber tampoco por qué, me sentí culpable de pronto.

Todos mis intentos por hacer que él no pagara mi comida fueron en vano.

-Soy un caballero-terminó por decir y antes de que yo le refutara algo tendió el dinero sobre la mesa.

Me llevó de regreso hasta el departamento de Rochi, mientras que la fierecilla rogaba encontrar alguna manera de extender el tiempo y si era posible hacerlo parar. Aquello me daba miedo, por que yo también lo deseé.

Cuando llegamos, él subió conmigo, encaminando sus pasos junto con los míos.

-Espero que a Ro le hayan dado el trabajo-musité, mientras mis pies medio cansados, subían desganados los escalones del edificio.

-Yo también. Sueña con eso desde hace tiempo-concordó.

-Exacto, sé que la haría bastante feliz estar dedicando su tiempo a algo que le gusta bastante hacer-sonreí. Abrí el departamento y oí el chasquido de la llave al quitar el seguro, entonces Peter siguió mis pasos y se adentró también. Una rara combinación entre la extrañeza y la emoción creció repentinamente en mi fuero interno.

Me le quedé mirando cuando cerró la puerta.

-Son las tres treinta, seguro que le dieron el empleo-dijo, observando el reloj que colgaba de la pared.

-¿Tú crees?-pregunté, mientras sentía a la fierecilla celebrar de emoción y no precisamente por una buena razón.

-Sí, ¿te molesta si la espero?-preguntó, jugando con una manzana que había tomado de algún lugar en la cocina.

-No, por supuesto que no, siéntate.

La fiera celebró aún más, el tiempo con Peter se me había expandido, al menos hasta que Rochi llegara. Esa última idea no le agradó del todo a la fierecilla.

El día terminó, Rochi había llegado pasadas de las cinco de la tarde anunciando jovialmente su nuevo empleo y Peter, luego de tres horas se había marchado. Ahora yo me encontraba recostada en la cama, mirando el techo de nuevo, como en la noche anterior; haciendo un análisis del día trascurrido y trayendo a mi mente aquel perfecto rostro, maravillándome al recordarlo.

Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer. Rochi había partido temprano a su empleo y llegaría tarde, así que tenía que buscar alguna manera de pasar el rato.

Refunfuñé para mis adentros por no entender nada de lo que me mostraba el libro y me pregunté entonces cómo podría encontrar el laboratorio si no sabía siquiera leer el anuncio. Definitivamente tenía que aprender italiano. Aquella idea me hizo pensar en Peter y reí como tonta al recordarle. Pero eso abrió paso una pregunta que me hizo fruncir el ceño... ¿Por qué?

Sin embargo, no era tan tonta como para no entender absolutamente nada de ese anuncio, me ubiqué un poco al distinguir las imágenes y garabateé la dirección en un papel de aquel lugar que parecía ser lo que yo buscaba.

Salí del departamento con la dirección en mente que afortunadamente había encontrado en la guía, mientras trataba de acomodar mi cámara fotográfica en el morral color verde olivo que cruzaba por mi pecho. Mis pies siguieron caminando entre tanto que intentaba introducir toda la cámara y de pronto mi andar se vio interrumpido al chocar con otro cuerpo.

-¡Lo siento!-dijimos ambos al unisón

Levanté la mirada y me topé con un bello rostro meramente inmaculado. Su piel llana y pálida hacía lucir oscuros sus ojos, sin embargo poseían un hermoso color cafe y las pestañas se expandían con firmeza hacía arriba. Sus labios rellenos y rosados se estiraron y formaron una bonita sonrisa curiosa.

-Hola-pronunció.

-Hola-dije, medio atontada por el bello rostro juvenil que tenía justo enfrente.

-Perdóname. Es que soy un poco distraído-musitó, ligeramente ruborizado.

-No, no; la distraída soy yo-dije y luego me reí.

-Soy Maxi Recca-me estrechó la mano.

-Lali Esposito-me presenté.

-Eres Argentina-adivinó.

-Sí, Buenos Aires, de allí vengo.

-¿En serio? Yo nací en San Isidro. Soy Argentino también; pero con raíces europeas-explicó.

Ahora había entendido entonces, por qué me había hablado desde un principio en español; pero luego dirigí la mirada hacía la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.

-¿Vives aquí?-balbuceé, al captar el trío de números que formaban el trecientos ocho.

-Sí, con mi tía; te dije que tenía raíces europeas.

La vieja gruñona con la que Rochi me había dejado la llave de su apartamento era tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.

-¿Eres sobrino de la señora Montórfano?-inquirí.

-Sí, ¿la conoces?

-Sí, bueno no-dije y su expresión pasó a ser una mueca de confusión-. Mi amiga me dejó la llave de su departamento aquí y sólo pasé a recogerla, de allí conozco a tu tía-expliqué.


Manual de lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora