Si los visitantes eran capaces de aguantar el frío y el tiempo de espera, serían dignos de, al menos, ser recibidos.

Mientras descendía los últimos peldaños, el Parente aprovechó para inspeccionar a sus invitados. La mayoría de ellos eran hombres de edades avanzadas, entre cincuenta y sesenta años, cuyas dolencias respiratorias les impedían seguir trabajando en las minas. El perfil habitual. También había alguna que otra mujer a la que la desesperación se le reflejaba en el semblante, seguramente madres solteras a las que la necesidad las había arrastrado hasta allí, y un par de niños de pésimo aspecto. Finalmente había una anciana de aspecto decrépito que apenas se podía mantener en pie, un hombre fornido cuya presencia allí resultaba un auténtico misterio y una jovencita demacrada cuya procedencia seguramente se hallaba en las calles subterráneas de alguna de las poblaciones más marginales de Chao Meng-Fu.

La crème de la crème, en pocas palabras.

Ya en la sala, rodeado de los horripilantes retratos de los antiguos Parentes a los que ahora él sucedía y del grupo de mendigos y desesperados que aquella tarde mercuriana le había proporcionado, Van Kessel acudió al encuentro de Daniela, la cual, al frente del grupo, aguardaba con un largo pergamino y una pluma de cisne pardo entre las manos.

Aidur permaneció unos instantes frente a ellos, persiguiéndoles con la mirada. Le encantaba ver cómo, ante la presencia de un Parente, todos agachaban la vista.

—Bienvenidos a mis aposentos, queridos ciudadanos —saludó finalizada la ronda. Su voz, proyectada con fuerza, sonaba engrandecida a lo largo y ancho de toda la sala, generando lejanos ecos en los más altos techos—. Siempre es un placer para mí invertir unos minutos en compartir vivencias. Lamentablemente, el deber me impide quedarme mucho rato por lo que procederemos a la elección de los sujetos experimentales. Como imagino que ya les ha informado la señorita Nox, hay sesenta plazas disponibles por lo que, siendo ustedes cien, habrá cuarenta a los que no podremos aceptar. De antemano me gustaría darle mis condolencias e invitarles a la siguiente candidatura. Quién sabe, puede que la Suprema no les sonría ahora, pero quizás lo haga la próxima vez. —Ante la mención de la Suprema, muchos fueron los que se besaron las puntas de los dedos en señal de respeto siguiendo la tradición planetaria—. A los elegidos, tan solo darles la bienvenida al proyecto. Su colaboración ayudará mucho a avanzar nuestros estudios. A continuación la señorita Nox realizará la lectura de los afortunados. Aquellos cuyos nombres sean mencionados deberán aguardar hasta el final. Por favor, a los elegidos, no olviden que no es necesario presionar las pantallas con las plumas digitales cuando firmen los permisos. El resto, finalizada la lectura deberá abandonar el edificio en silencio. Fuera les estará esperando el transporte para regresar a Bermini. —Van Kessel extendió los brazos a modo teatral—. Así pues, señoras, señores, les deseo mucha suerte a todos.

En realidad no deseaba suerte alguna a ninguno de ellos, pues ser elegido no era tan gratificante ni positivo como algunos engañados querían creer. Entrar como sujeto de pruebas al departamento científico de Tempestad era sinónimo de una muerte lenta y dolorosa a causa de drogas, medicamentos experimentales y demás compuestos en los que Van Kessel no quería ni pensar. Era, en definitiva, una forma de morir algo más programada. Algo realmente horrible. No obstante, aquellas pobres gentes a las que el dinero no les llegaba ni para dar de comer a los suyos, no tenían otra opción.  Tempestad les ofrecía la posibilidad de mantener a sus familias con una compensación económica mínima durante el periodo que lograsen mantenerse con vida por lo que valía la pena intentarlo.

Aidur aguardó parte del proceso junto a Daniela, sonriendo y felicitando a los elegidos, y despidiendo a los rechazados con un par de palabras de consuelo. Irónicamente, aunque nunca lo supiesen, los auténticos vencedores eran los que más tarde regresarían a sus hogares con los bolsillos y estómagos vacíos.

ParenteWhere stories live. Discover now