Presentaciones

14.8K 1K 227
                                    

Una irritante luz blanca fue lo primero que vi al despertar, lo segundo fue el enorme candelabro que la irradiaba.

-No puedes tenerla atada cuando despierte- escuché decir a un chico con voz tan suave como la seda.

-Calla Donovan- mi loba se despertó contenta en mi interior al escuchar su voz una vez más, tan grave como la recordaba en el bosque.

-Pero es que ¡Mírala!- sentí un cuerpo acercarse al mío y cerré los ojos de inmediato dejando todo a oscuras nuevamente- no es necesario atarla como si fuera un criminal.

Fue ahí que me di cuenta que me hallaba recostada en una superficie cómoda, incluso podía sentir el acolchado cojín en donde mi cabeza estaba apoyada, sin embargo mis brazos estaban en una extraña posición por detrás de mi espalda recibiendo todo el peso de mi cuerpo por lo que intenté recolocarlos solo para darme cuenta que una sensación rasposa lastimaba mis muñecas.

Oh no, no lo hiciste.

Intenté una vez más pero fue en vano, estaban fuertemente atadas con la soga más rasposa que había tocado en toda mi maldita vida. Irritada traté esta vez de estirar mis piernas para encontrar que estas también se encontraban atadas con dureza.

-Si la hubieras conocido allá afuera no estarías tan seguro de lo que pides - habló él nuevamente.

Escuché a alguien bufar así que ya aburrida abrí nuevamente mis ojos.

Maldita luz ¿No podían conseguir una más brillante? Mis pupilas tardaron en enfocar el ambiente que me rodeaba. Gigantescas pinturas de paisajes adornaban las paredes, dos muebles individuales a mis lados hacían juego con el largo sillón en donde me encontraba recostada, frente a mí una enorme chimenea encendida me daba el calor que mi cuerpo rogaba después de tantos años viviendo en el frío bosque.

Lo que más llamó mi atención fueron dos figuras que me daban la espalda, tan inmersos en su conversación que no se dieron cuenta que su captiva se sentaba tranquilamente viéndolos discutir.

Uno de ellos era tan alto como las columnas del lugar y delgado como los miembros desnutridos de mi manada, su cabello era rubio ceniza, su nariz respingona y sus pómulos estaban perfectamente marcados. Noté que el chico no llevaba el uniforme de los enmascarados y por su juvenil aspecto calculaba que estaba en sus últimos años de adolescencia, al igual que yo.

El otro...

Vaya.

Mate Mi loba empezó a silbar cual pervertido piropeando a la chica que pasa frente a él. Rodando mis ojos me volví a enfocar en el espécimen.

¿Qué tenemos aquí?

Su tez era bronceada de un tono tan ideal que parecía haber sido besado por el mismísimo sol; su cabello castaño oscuro combinaba de manera deleitante con unos increíbles ojos claros que desde esta distancia no lograba diferenciar si eran verdes o azules. Si es que no lo pasaba por un dedo, era de la misma altura que chico columna pero, a diferencia de este, él contaba con una musculosa contextura bastante marcada a pesar de la holgada camisa mangas larga que llevaba.

Todo un manjar creado por la luna.

Resoplé. Bien, admito que el cara bonita tenía lo suyo pero eso no le daba derecho a hacer lo que le venga en gana con la gente, especialmente no a distraerme al punto de dejarme inconsciente en el bosque para luego atarme con estas ridículamente inquebrantables sogas.

Luché con las cuerdas que aprisionaban mis piernas llegando incluso a morderlas pero estas no cedieron ni un poco, rendida volví mi mirada a los secuestradores para encontrarlos en una ávida discusión.

El Alpha EnfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora