XVIII: Recuerdos anteriores

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No podía ser, se había ido. Hace un instante notaba el acariciar de su sonrisa y ahora sólo siento la soledad que me invade por completo. Ni siquiera he sido capaz de decirle lo que sentía por ella.
Nunca olvidaré que fue lo más importante para mí, porque aun que no la tenga presente, siento como si estuviera conmigo todo el tiempo. Y es verdad, porque hay una cavidad en mi corazón en la que permanecerá siempre.

Seguía frustrado y echándome las culpas de su desaparición, y sin aguantar más, rompí a llorar sentado en el suelo de madera chirriante observando turbiamente por causa de mis lágrimas, la puerta que se había desvanecido junto con la última gota de esperanza que me quedaba.

Pasaban las horas muy lentamente y Observaba como mi sombra iba desapareciendo al mismo ritmo que el sol, que también se desvanecía inexorablemente.
Todo quedó en absoluta oscuridad pero seguía la soledad me invadía. Ya sin fuerzas, mis párpados se cerraron de sopetón y desconectando de la realidad que me invadía caí rendido en el suelo.

De pronto, volví a ver luz y me desperté de nuevo en el lugar donde había ocurrido la desaparición de Sandra. Y lo extraño era el encontrarme envuelto en un líquido gelatinoso y espeso que desprendía un olor repugnante. Me levanté y divisé un rastro del mismo, e intencionadamente seguí la misma dirección de la pista. Al principio todo seguía un mismo camino pero pasos más adelante encontraba bifurcaciones de las que me surgían dudas; pero seguí los caminos por donde me guiaba mi instinto.

Encontraba deterioraciones en las paredes y suelo no existentes anteriormente, como la caída de pintura o tablas de madera rotas y/o podridas. Puertas rotas y en ellas palabras en clave y textos amenazadores. Ninguna puerta estaba en su sitio, las clases tenían una formación diferente a la habitual. Decidí dejar de seguir el rastro del líquido gelatinoso e intenté buscar mi habitación y mi diario para comprobar si todo seguía en orden.
Después de muchos intentos conseguí encontrar mi habitación pero antes de entrar, me detuve un momento y me había fijado en que aquel rastro que había seguido hasta entonces no traspasaba ninguna puerta, salvo ésta.

Y un agujero de una anchura parecida al diámetro de un dedo índice o menor, atravesaba la madera de la puerta. Mi curiosidad me instó a postrarme y llevae mi ojo hacia el agujero, pero nada más situarlo en el lugar, una sombra lo había tapado. Abrí la puerta y me encontré una sombra ubicada en el suelo pero fui hacia la ventana para mirar por ella y encontrar aquello que producía esa sombra pero no había nada ni nadie fuera. Sentía una gran inquietud al no ver a nadie por ningún pasillo ni clase, ya no se escuchaban gritos, risas, bromas...que hicieran que los días fueran más amenos.

Al retroceder me dirigí hacia la puerta de la habitación, pero resulta que aquella sombra no estaba en el suelo, sino justo en el mismo al que me dirigía. Esta sombra levantó el brazo señalando intencionadamente a la pintura de la parez donde estaba mi cama.
No comprendía aquel símbolo, pero recordé aquellas letras detrás de la pintura de la parez y decidí sacarla de nuevo. Justo al hacerlo me encontré con un gran agujero que llevaba a un túnel con una gran luz brillante al fondo. Y tras varios intentos conseguí subirme a aquella abertura y gateé hacia aquella luz blanca del final.

Cuando estaba llegando al final, de pronto noté como si el diámetro del túnel se redujera cada vez más. Notaba como mi claustrofobia estaba aflorando cada vez más rápido; no podía seguir en el túnel ni un momento más. Así que empecé a gatear cada vez más rápido, pero cuanto más avanzaba, más pequeño se hacía y el final más se alejaba.
De repente, cuando creía que era el final de mi existencia, aparecí en un prado con varios árboles, flores y pájaros cantando y volando.
No divisaba a ningún ser humano, así que decidí andar; sabía que este sitio me resultaba familiar hasta que vi un río que me dio la pista final.
Este paisaje fue esencial en un momento de mi vida cuando tenía apenas 8 años.

Un día mi madre me había llevado a vivir a este prado para alejarnos de mi padre, y sus problemas contra unos narcotraficantes que querían matar a toda la familia. Así que nos refujiamos aquí.

Al seguir andando vi a un niño sentado en el río de espaldas hacia mí. Pero cuando me acerqué ya no era la mismo niño que había visto antes sino de Sandra.

-Yago...hola...quiero pedirte perdón por haberte abandonado y dejarte sólo en un mundo de tantas adversidades. - Enunció ella antes de que la primera lágrima resvalara por su mejilla.

-Pero...Sandra, ¿Qué haces aquí?-  Yo todavía seguía perplejo.

-Eso ahora mismo no importa, porque todo ahora mismo es un profundo sueño del que poco te falta para despertarte y volver de nuevo a la vida real. Se que no es un final muy agradable pero pronto todo cobrará sentido.- Me agarró la mano y me miró fijamente.

-¿Un sueño? ¿Entonces significa que todo esto no es real?- Cabreado le aparté la mano de mala manera.

-Yago no te vayas por favor. Vuelve conmigo.- Ella empezó a sollozar mucho más que antes y con los ojos llorosos intentó seguirme el paso.

-¿Volver a dónde? Si todo es mentira, nada de ésto es real. No tiene sentido que sigamos hablando si no lo voy a recordar al despertarme. Adiós Sandra. Gracias por todo.- Y empecé a correr.

-Ojalá puedieras saber que nos vamos a volver a encontrar.- Yago no pudo oír esto puesto que ya se había alejado bastante.

Yo seguía corriendo y llorando a medida que me alejaba de Sandra. Hasta el punto que mi campo visual se redujo a nada y de pronto resbalé y me caí al suelo, momento después perdí el conocimiento.

Horas después me desperté de mi propio sueño, y me había fijado que seguía en el mismo lugar, que todo seguía igual, lo único que que había cambiado era mi forma de querer Sandra; cada vez más fuerte.

El Lado Oscuro De La Realidad©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora