XII: Mi peor pesadilla

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Mientras regresábamos de aquel infierno al que le llaman secuestro, nuestro cerebro creaba un circuito continúo a la vez que constante en el que recorre todo el momento del secuestro.
Ver a nuestra "amiga" colgada en aquella sala con las paredes manchadas del viscoso líquido que emanaba el cuerpo cuando tenía un orificio por el que salir; ella estaba muerta y torturada, nos revolvía el estómago, pero el problema más grave no es ese, si no, como pueden existir personas a las que les guste realizar rituales semejantes y que ni una sola lágrima se derrame por sus oscuros y deprimentes rostros a los que nada afecta.

Sandra me decía una y otra vez "menos mal que nos escapamos de ese lugar, tenía mucho miedo y gracias a Dios que no nos hicieron lo mismo", estaba triste al perder a dos amigos. Uno por elección aleatoria y otro por exceso de confianza en sí mismo al creer que podía ganar con algunas técnicas de artes marciales a mafiosos armados. El dolor nos inundaba el corazón y nos dificultaba la respiración.

De repente el coche hizo un ruido raro pero tampoco le dimos mucha importancia, nada nos hacía cambiar de aires como para que dejásemos de lado el tema anterior. Cada vez más, la cara de Sandra estaba aún mas llena de lágrimas .

-Tranquila, todo esto pasó porque el destino los querrá llevar a algún lugar mejor.- Ella aún lloraba y yo estaba muy preocupado.

-Oja... Ojalá estuvieran vivos...¿¡Por qué ellos eh!?, ¿¡Por qué!?- Sollozaba y gritaba al mismo tiempo.

-Silencio ahí atrás por favor.- Dice uno de los guardias.

-PLUM-

El coche se estremecía y cada minuto que pasaba, hacía más ruido todavía. Creímos que el ruido de antes había sido alguna piedra o algo parecido. Uno de los guardia civiles había quedado dormido, de repente nos asustamos porque el coche iba en dirección hacia el bosque. El ayudante intentaba despertarlo pero no fue capaz, decidió coger el volante para dirigir bien el coche pero no podía manejarlo perfectamente.
Una vez llegado al bosque íbamos sin rumbo ni dirección exacta, esquivábamos por casualidad todos los árboles que encontrábamos. De un golpe los espejos retrovisores habían salido disparados, estábamos asustadísimos pensando en cómo acabaría esto.

El conductor volvió en sí y puso el freno de mano, haciendo que éste derrapase y empezará a dar vueltas de campana golpeando árboles y piedras según encontrase por medio. Y cuando creímos que todo había acabado, no era así porque lo único que iba a terminar era la parte del bosque que finalizaba en barranco. Gritamos a más no poder, precipitando por el hasta volver a caer en otro bosque y destrozando así el coche.
Había acabado todo, había un silencio sonoro que destrozaba mis tímpanos, sentíamos miedo, esa emoción nos inundaba. Salí del coche golpeando la puerta ya medio rota, pero en mi lado estaba más volcado y me costó más abrirla. Casi no era capaz de salir del coche dado que tenía unos dolores impresionantes de espalda, mi cabeza estaba a punto de reventar.

Caminaba como podía hasta llegar al lado de Sandra. Abrí la puerta más fácilmente y vi que no había nadie, sólo rastros de sangre y un dedo que por poco me hace desmayar. Había de todo menos personas, no vi ni a los civiles, increíble pero cierto. Comencé a llorar y a gritar, golpeando todo lo que me venía en gana y con mucha furia cargada. Iba recorriendo todo el lugar por donde pasó el coche, viendo en mi mente los momentos con los que compartí con ella.

Inspeccioné tanto como pude y no encontré nada, pero algo me llamó la atención, había algo que expresaba un sentimiento de dolor, intenté llegar pero cuando vi aquello me arrepentí de haberlo hecho. Era una cabeza del conductor emitiendo expresiones de dolor en voz baja. Me dio escalofríos ver la cabeza hablando sóla sin cuerpo y sin nada que pudiera aportar sujeción. Seguí buscando y buscando, todo era extraño y molesto, un ambiente sórdido recorría el bosque más rápido que yo.

Me pinché con muchas plantas y matojos que había, sudé y lloré. Buscaba sin cesar con mucho dolor en mi espalda casi sin poder moverme. Me movía el sentimiento de culpa de no encontrarla, pensar donde estaría y que le pasaría. ¿Estaría viva? Y si lo está porqué no la encuentro...no podía pensar con claridad, sufría y nada más que sufría.
Llegué de nuevo al pie del barranco pero no encontraba nada, pasaba una y otra vez por el coche. Intenté averiguar porqué no estaba y que hacían todos esas partes de los cuerpos dispersos por el bosque.

Al entrar vi que habían algo en los cristales rotos de la ventanilla de ella, eran hilos, de color azul marino y blanco, justo los colores de la ropa de Sandra. En el resto de ventanas también tenía cada una un poco de tela.

El cinturón no estaba colocado, ya que no había saltado el bloqueo, lo que me llevó a pensar de que ambas personas salieron disparadas por las ventanas por culpa de las vueltas de campana y choques. Empecé a buscarlo como loco, con un aumento de esperanza en mi.

Ahí estaba su colgante, brillaba y brillaba más nunca se lo quitaba, me dio la pista de que tendría que estar ahí o por lo menos estar cerca. Efectivamente estaba ahí tirada, pero antes de verla me tapé con las manos los ojos porque no quería pensar que tuviera algo roto o dañado. Me dejé de tonterias y abrí los ojos, tenía un ojo fuera de su sitio y una pierna rota, sin hablar de que sangraba por todas partes. Fue un accidente desastroso y mortal para los tres.

Lloré muchísimo, los búhos emitían ruidos y más rudios. Aparecieron muchos y muchos pájaros de todos los colores para crear un círculo al rededor mía, empezaron a cantar una canción conocida pero que nunca me acuerdo del nombre.
Me rodeaban cada vez más pájaros mientras lloraba desolado y con las lágrimas corriendo por mi cara.
Aparece una luz especial que enfoca sólo a Sandra, y de un momento a otro una sombra llegada de lejos pasa de tener dos dimensiones a tres, comienza a levantarse y crearse un rostros y formarse un cuerpo muy conocido.

-Yago, veo que estás en un apuro bastante grave y he venido sólo para ayudarte.- Salía una voz de aquel cuerpo.

-¿Quie...quién eres?- La seguía observando mientras balbuceaba por culpa del llanto.

-Sabes perfectamente quien soy ¿Recuerdas el cuadro? Pues esa soy yo.

-Ah, y ahora para que vienes.

-Vine a ofrecerte un trato. Si tu me das 10 años de tu vida para que pueda disfrutar un poco de la mía y que nadie se asuste cuando me presente delante de ellos y revivir a tu amiguita; o más bien dejarla así como está e irme por donde iba.- Estaba dudando entre salvar a mi amiga y perder vida o quedarme sin amiga y ganar vida...

-Está bien, te daré 10 años de mi vida a cambio de que la recuperes totalmente.

-Muy bien, pues eso haré, si te acuerdas bien, hace mucho tiempo cuando ocurrió todo aquel suceso del cuadro y mi marido. Cuando volviste a tu cuarto te dije una frase, que estoy empleando en este caso.

Los pájaros dejaron de cantar y volvió el silencio, empezaron a volar sobre nuestras cabezas mientras ella realizaba un ritual para que volviese a la vida. El cuerpo de Sandra se empezó a elevar ligeramente y fue regenerando poco a poco y cuando acabó la depositó en el suelo dejándola dormida.

Me miró fijamente y empezó a emanar de mi algo raro que se dirigía hacia ella pero hacía que me cansase más. Cuando paró, empezó a cobrar vida de verdad y a convertirse una chica joven con grandes aspectos.

-Muchas gracias Yago...-- Enseguida desapareció y no la volví a ver más.

Mientras Sandra no se levantaba yo me senté a su lado cogiéndole la mano y rezando para que volviese a despertarse.

El Lado Oscuro De La Realidad©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora