II

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Guardé aquella propina en un frasco. Es el mismo frasco donde guardo mis ahorros. Me encontraba contemplándola... ¿por qué habría soltado tanta cantidad de dinero? ¿y por qué tan sólo a mi? De todas formas, me ha ayudado a subir. Le daré a mis padres el dinero que les había prometido.

Me duché y me metí en la cama sin cenar pues no tenía hambre.

...

Una vez salí del instituto, me puse a estudiar algo de biología y me preparé para otro día de trabajo.

Llegué a Maxwell y entré por la puerta trasera, como cada día.
Me vestí con mi uniforme y me dispuse a saludar a mis compañeros.

—Buenas tard-

No me dio tiempo a saludar ya que Beth empezó a hablar.

—¡Está aquí otra vez. Lydia! ¡Es él! —exclamó, señalando indiscretamente al chico de cabello caoba e hipnotizantes ojos.

Abrí mi boca sorprendida. Es decir, no debía sorprenderme pues es natural que algún cliente quisiera repetir, pro honestamente no me lo esperaba de él. Además, me había mostrado poco profesional ayer.

—Quiero que lo atiendas tú esta vez, Beth, por favor —pedí—. Yo fregaré —insistí.

Beth resopló y aceptó.

—Está bien, pero sólo porque quiero verlo de cerca —dijo y sacó su bolígrafo y libreta, acercándose a él.

Suspiré y empecé a fregar. Eran sólo unía cinco vasos. Cuando terminé, mi amiga se acercó a mi bastante emocionada.

—Es todo un caballero —decía—. Además, preguntó por ti.

Me tensé por unos segundos.
¿Cómo es que había preguntado por mi?

Miré discretamente hacia aquel chico y le descubrí mirando hacia mi, por lo que me sonrojé indebidamente y me giré para no tener que encararlo.
No podía ser verdad.

—Le has gustado, Lydia —reía mi amiga.

—Shh —la mandé a callar. No quería escuchar aquello.

—¿Entonces a aquél chico le ha gustado Lydia? —preguntó Connie.

Beth asintió y yo negué.

Connie puso cara de no entender.

—A ponerse las pilas, señores —comentó el jefe y me puse nerviosa al instante.

Asentí y atendí a una pareja que acababa de llegar.

No podía dejar de mirar de reojo a aquel chico pelirrojo. Aún no se había marchado, ¿cómo era posible? Se le veía bastante aburrido, pero no se marchaba.

—Perdone, señorita —me llamó una mujer y dejé mis pensamientos a un lado para atenderla.

...

Hoy había sido agotador pues había asistido más personas que cualquier otro día, así que limpiaba el mostrador satisfecha de que al ser tan poco personal, hayamos podido atender a todos sin alguna dificultad. Aunque me sentía bastante nerviosa ya que el pelirrojo seguía en su mesa. Tan sólo quedaban tres clientes, contándolo a él.

—Bien, les comentaré sobre sus sueldos —dijo el jefe, y me puse en alerta.

Me acerqué a mis compañeros y a mi jefe, esperando escuchar lo que tenía que decir.

—Lamento decirles que he tenido algo de problemas con el dinero y no voy a poder pagarles este mes. ¿Les importa si les pago el mes que viene, más el dinero de ese mismo mes? —preguntó dolorido, aunque más dolorida me sentía yo. Hoy debía pagar mi mes del piso, y a aquella mujer no le gustaba esperar. Es más, me dijo que como plazo me podía dar medio mes para poder pagar o me echaba a la calle.

Desesperada, supliqué.

—¡Pero debe pagarme hoy! La casera me echará del piso si no le pago en menos de quince días —me quejé.

—Ojalá pudiera ayudarte, de verdad, Lydia. No sabe cuánto me duele aunque no lo aparente —se disculpó mi jefe y permanecí cabizbaja el tiempo que me quedaba en el café.

Beth me dijo que podía ayudarme con el dinero, pero me negué. No quería dinero de nadie, debía pagarlo por mi misma. Además, ella también estaba hasta el cuello, la única diferencia era que su madre podía ayudarla.

Una vez más, me quedé la última recogiendo las cosas y ví algo en la barra; eran billetes y tenían una nota a su lado. Ésta decía lo siguiente: «Espero que pueda ayudarte para este mes».

No podía creerlo, había trescientos dólares. Eran trescientos dólares.
Empecé a sollozar. No podía creerlo. No podía ser Beth ni Connie, ellos ya se habían marchado, además ellos no tienen ha caligrafía tan perfecta como esta.
Aunque me recordaba a la de... La del chico pelirrojo.
No podía ser cierto.
¿Había sido él? ¿y cómo supo que necesitaba el dinero? Es más, ¿por qué lo había hecho?
Me deshice de las preguntas de mi cabeza y recogí el dinero. Ahora sólo me importaba pagar el alquiler.


Conduje hasta mi piso y entré a él. Cerré la puerta y puse los billetes encima de la mesa.
Medité.
¿Realmente me estaba ocurriendo esto? No tenía sentido alguno, ¿por qué una persona la cual no me conoce en absoluto querría ayudarme? Tenía claro que si mañana volvía a asistir aquél sujeto, hablaría con él seriamente. El dinero que él me estaba proporcionando era demasiado, sobretodo el que me ha dejado hoy. Era innecesario para él, aunque necesario para mi.

Fix Me Up 『Jason The Toymaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora