Capítulo 1: Inicios

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- Todo empezó a muy corta edad. Tenía apenas 5 años cuando llegué a vivir con mis protectores.

Fue la frase con la que se iniciaba la larga noche entre Julian y los 7. Sentados todos sobre su cama, él semi desnudo como siempre y los 7 vistiendo sus habituales atuendos. Hakira con su gran túnica negra similar al de la muerte, con grandes alas infernales capaces de abrazar al corazón más puro y llenarlo de rencor, y siempre su bien puesta mirada oscura, mirada prohibida para aquellos humanos que no deseen ser atrapados por la intensidad de la penumbra que sus ojos proyectan. Lyam con su gran traje rojo desgarrado en el pecho por las últimas constantes batallas en contra de Julian y del mundo. Jhayl'er, vistiendo su peculiar camisa morada con las mangas recogidas y unos pantalones del mismo color, color de aquella habitación que solía ver cada noche mientras hablaba con Isabella. Frías con sus polos azules siempre húmedos por las lágrimas nocturnas, con ojos perdidos en recuerdos del amor. Kays'er y su pecho descubierto, siempre dispuesto a pelear por lo suyo. Damon, con los mejores trajes grises de corte de sastre y un pomposo reloj de plata. Y Zen, siempre solitario, quien puede ser observado a los lejos llevando siempre un polo sencillo con la frase 'Fuck off' impresa en el pecho.

- ¿Por qué a los 5? ¿Dónde vivías antes? —Pregunta Zen desde la lejanía de su esquina. Julian no quiere contar esa parte de su vida pero tiene que hacerlo para poder responder a esa pregunta. Toma aire, levanta la mirada de mala gana.

- Cuando yo nací, mi madre era joven y no aceptaba el hecho que yo le arruinara la vida. De hecho, ella no me deseaba desde que se enteró que sería mamá. Implicaba quedarse con mi padre, alguien a quien no amaba. Así que fueron mis abuelos por parte de padre quienes me criaron. Nací siendo odiado.

Su rostro cambió radicalmente cuando mencionó la palabra 'odiado'. Era como si Hakira fuese el que estuviera hablando. Ellos podían sentir odio a través de sus palabras. Aquel odio no era en sí por no haber sido aceptado por sus protectores - sus padres - si no por el hecho que luego de 5 años quisieran hacerse cargo de él, llevándolo a su 'hogar', hogar en el que comenzaría su infierno. Constantes enfrentamientos entre sus protectores, amenazas de muerte, e intentos de éstos era lo que empezaría a vivir desde entonces. 

- ¿Crees que te odia por eso? —Pregunta Frías.

- Sé que me odia porque le arruiné la vida. —responde él con sus primeras lágrimas de la noche—.

- ¿Por qué crees eso?

- Tanto maltrato, tanto odio en su mirada hacía mí, no había día en que no peleáramos —responde él con odio en sus recuerdos. Se da media vuelta para mostrarle una marca en la espalda, levanta la cabeza para mostrarles el interior de su nariz llena de sangre por dentro y, finalmente, levanta su mano derecha haciendo que todos pongan atención sobre la marca en su mano, aquella cicatriz, cicatriz del pacto con Lyam. 

- ¿Y esas heridas?, pregunta el demonio de tristeza mientras Lyam sonríe, pues él había sido el artífice de cada una de ellas cada vez que susurraba en su entonces pequeño oído cada vez que las cosas se salían de control.

- Para recordarle que yo me odio más a mí mismo de lo que ella me odia a mí —dice Julian levantándose de su gran cama para ir por una taza de café. Será un noche larga, él necesita contar toda su historia. Deja a los 7 en su habitación conversando entre ellos

- Recuerdo que él veía la luna como buscando una salida, preguntándose cuándo acabaría. Tan inalcanzable era que por más que levantase sus pequeñas manos, nunca podría llegar a tocarla. La veía todas las noches, enamorándose de ella. Tan grande, tan bella, tan llena de esperanza, tan brillante; aun más brillante en aquellas noches de luna llena. Eso me llenaba de placer —dice Hakira con una gran sonrisa, oscureciendo aun más su mirada— ver a un pequeño buscando lo que nunca encontraría; la salida. 

- Recuerdo lo que aquella noche me dijiste, Hakira —Julian se encuentra en la puerta de su habitación— Está delicioso el café. Siempre quise tomar uno con ella. Bueno, recuerdo clarísimo tus palabras aquella noche cuando te conocí tras haberme mudado con mis padres —prosiguió tras tomar un sorbo de su café—   'es que está ya escrito que llegará el día en que la noche no se vaya más, la oscuridad se apoderará de la tierra y será el momento en que todo acabe. Sólo aquellos que posean una luz podrán salvarse'. Te referías a aquella noche, ¿no? —pregunta tras su segundo sorbo.

- Así es. Esa noche fue el inicio del mundo que nosotros, los 7, preparamos para ti.

- Lo sabía. Sabía que después de esa noche yo no volvería a ser el mismo. Con el tiempo llegué a preguntarme cómo era posible que, a pesar de tener el sol sobre mí, aún sintiera ese sentimiento gélido recorriendo mi cuerpo. Podía ver al resto buscando refugio bajo la sombra, mientras yo me convertía en una. Pero me acostumbré. Me acostumbré con el paso de los años a todo ello hasta llegar al punto de amarlos —Su pecho se hincha y sus palabras parecen lastimarle la garganta.

- ¿Cómo es posible que alguien pueda acostumbrarse a todo ello? ¿Cómo es posible que alguien pudiera amar todo aquello? —se pregunta Frías en voz alta para que Julian pudiera escuchar y responder.

- La verdad es que nadie puede amar lo que desconoce, y hasta entonces era todo lo que conocía. No miraba más allá, no quería nada más. Me resigné a no ser amado, y a ver la vida sin sueños ni deseos que vayan más allá de mí mismo —alza la voz con ira en cada palabra pronunciada.

Su rostro cambia totalmente tras recordar el momento en que conoció a Isabella dejando su expresión de odio. Y es que sí, alguna vez lo hizo, alguna vez miró más allá de una manera diferente, pues ella le había prestado nuevos sueños, le había prestado una nueva razón pero, como todo lo prestado, en su momento se devuelve. Eso fue lo que devolvió y encontró aquella noche del último día. Devolvió sueños prestados, y recogió su bolsa vacía que alguna vez prestó. pues ¿quién iba a aceptar una bolsa vacía a cambio de miles de sueños?

- Bueno, déjenme contarles cómo conocí a Lyam, pues la noche ha llegado, la noche que amo.

...

"Se enamoró de la luna, aquella que lo acompañaba cada noche. Reflejo de luna en los ojos de ella"

Julian G.A.

Cartas nocturnasWhere stories live. Discover now