-Se va a casar...

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-Se va a casar...

EVANGELINE

Mis pies nunca me pesaron tanto como ahora... sentí como si el aire fuera pesado, como si el oxigeno se me hubiera acabado, tuve que pararme un segundo en medio de la acera y contar hasta diez...

Uno... dos.. tres... un respiro lento tras otro hasta lograr estabilizarme... Abrir mi corazón en cada una de esas notas, no había valido la pena en lo absoluto.

Iba a casarse... 

Como pude, subí corriendo las escaleras hasta llegar a mi departamento, abrí de golpe la puerta y lancé la caja con las notas dentro, sin tener en cuenta que rumbo tomarían, me deje caer sobre el piso temblado de tristeza.. totalmente atónita, completamente en shock.

—¿Eva? —Escuché la voz de Ernesto provenir desde la cocina.— ¡Por Dios! ¿Qué te ha pasado? ¿Te asaltaron?— Corrió hasta a mi despavorido, su respiración había comenzado a agitarse de inmediato.

—No..., estoy bien. —susurré sin ganas, aún sin salir de mi estado de shock.

—¿Cómo que estás bien? ¡Dios! estás temblando Evangeline. —Puso su mano en mi frente mientras me miraba con los ojos abiertos como platos.— Estas sudando frío, me estás aterrando.. dime por favor que es lo que te sucede.

No pude evitarlo mas y rompí a llorar, temblaba de los pies a la cabeza mientras él me abrazaba, lo quería mucho, desde hace tanto tiempo ha estado ahí para mi, no podía mentirle mas, debía decirle la verdad...

—Se va a casar... —susurré.— ¡Se va a casar! —está vez lo grité entre sollozos hasta que mi garganta dolió.

—¿De qué estás hablando? ¿Quién va a casarse, a que te refieres?

Me aparté de su lado y me puse de pie pasé mis manos por encima de mi cabeza tratando de calmarme a mi misma y respiré profundo para volver a mirarlo Ernesto me miraba con sus ojos azules repletos de confusión no entendía un carajo de lo que me estaba pasando, me di la vuelta para no seguir mirando su expresión desesperada, volví a tomar aire y hablé...

—Hay algo que debo decirte —me limpié la nariz con la manga de mi camisa, me di la vuelta y él seguía ahí, tirado en el piso, confuso.— Es algo que de hecho debí haberte dicho hace ya bastante tiempo. ¿Podemos sentarnos un minuto y hablar?

—Claro.. —se puso de pie y se sentó en el sofá, yo lo seguí sentándome frete a él.

—¿Recuerdas a... Harold, cierto? —decir su nombre ahora me hacía temblar la lengua.

—Por supuesto, es tu compañero de trabajo en el restaurante, lo he visto un par de veces cuando te recojo allá.

—Bien, sí lo has visto... —sonreí nerviosa y al ver que él aún seguía serio y sin entender, me aclaré la garganta y continúe— Él estudió con Jeff y conmigo en el colegio durante el bachillerato, se podría decir que fuimos... amigos, supongo, yo... yo siempre estuve enamorada de él y dejé de verlo durante tres años hasta que lo volví a encontrar cuando conseguí ese maldito trabajo en el restaurante. Nunca fui capaz de decirle nada en la escuela, hasta que el día de la graduación llegó y ya no le encontré sentido a decirle nada, me quedé callada; cuando lo volví a encontrar pensé, de verdad tuve la esperanza de que está vez tuviéramos un chance, de que esta vez fuera real pero... —Me puse de pie y comencé a dar vueltas por la sala—. Nada fue distinto a aquellos días en los que pasaba noches enteras pensando en el, soñando despierta con algún día ser suya. El tiempo fue pasando he incluso ahora en la adultez, tampoco fui capaz de decirle nada, luego te conocí, nos hicimos novios... —lo miré con una ligera sonrisa en mis labios—. Yo te quiero mucho Ernesto, muchísimo, no sabes cuán feliz soy por haberte conocido pero...

21 Desvelos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora