Capítulo 7: La Misericordia de Dios

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 El ángel tomó mis manos y me miró con calidez, su rostro bello se sonrió y sus enormes ojos dorados rasgados brillaban con especial intensidad. De verdad que es casi imposible ver alguna mujer que sea más hermosa que un ángel, como aquella que en ese momento me sonreía.

Suavemente nos elevamos hacia el cielo, yo no podía despegar la vista de su rostro, que me reconfortaba después de tantas visiones dolorosas y tristemente reales. Pero el amor de Dios estaba plenamente con ella y poco a poco me hacía olvidar tanto sufrimiento.

—Ahora vamos a ver que siempre hay esperanza, nunca podemos perder de vista que Dios está trabajando en las almas que lo aman. Siempre habrá quién busque la paz del mundo, quién quiera proteger a los bebés en el vientre de su madre, quienes luchen por tener familias llenas del amor de Dios. Esta es la acción del Espíritu Santo en el mundo.

Y mis ojos se llenaron de luz, y mi vista se me aclaró y pude ver, yo que estaba ciego pude ver...

	Y mis ojos se llenaron de luz, y mi vista se me aclaró y pude ver, yo que estaba ciego pude ver

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La casa común

Y vi la misericordia de Dios en la obra magnífica de la creación. Cada nube en el cielo, cada brisa de aire fresco, cada ola del imbatible océano, cada puñado de tierra fértil. Y en cada uno de estos elementos vi la vida florecer, criaturas de Dios desde la más pequeña hasta la más gigante. Y en cada vida observé la gloria de Dios, quien se regocijaba de tan cuidada maravilla. Porque cada uno era tan complejo como un universo y formaba parte del engranaje perfecto de la vida.

Y vi la misericordia de Dios en muchas personas que con sus manos abrían un hoyo en la tierra para sembrar un árbol, personas que cuidan de la naturaleza, de la casa común que Dios nos ha dado para que la administramos con sabiduría y otras muchas personas que buscan soluciones para luchar contra la contaminación.

También vi la gran misericordia de Dios en una persona que rescataba un animal herido, al que con esmero trababa de limpiar una playa y un río, y a otra mujer que con amor enseñaba a los niños a cuidar la naturaleza.

Vi el amor de Dios en un hombre que no lo conocía, pero que por medio de su filosofía de vida y sus meditaciones, había comprendido que cada criatura del universo lleva en sí misma la semilla de un amor Creador, que abraza también a toda la humanidad.

La familia

Tuve la dicha de ver la misericordia de Dios en unos jóvenes esposos, que con amor se preparaban para el parto de su hijo, al que amaron intensamente desde el primer momento, y a quien esperaban con ansias para llenarlo de besos y de cariño. Ellos pedían a Dios que los colmara de sabiduría para poder convertirlo en un hombre valioso.

La misericordia de Dios llenó mi corazón al ver una madre que cuidaba y educaba sola a su pequeño hijo, porque el padre los había abandonado, pero por obra del Espíritu Santo, el hombre se había reencontrado con Dios y ahora buscaba reintegrarse a la familia para cumplir su labor de padre, de la mano del Señor,

Y vi la misericordia de Dios en aquel hombre o mujer que, con mucho amor, tomaba la mano de un ancianito para llevarlo a dormir a la cama, y mientras se acomodaban lo vestía con paciencia, lo limpiaba con suavidad y rezaba a su lado implorando a Dios por las necesidades de todos sus familiares.

Y también vi la misericordia de Dios en aquella familia que se reúne al caer de la tarde en su casa, después de un día de trabajo, y en la cena comparten los éxitos y los retos de la jornada, con amor se aconsejaban, se escuchan unos a otros y se acompañaban en momentos de juego, de descanso y de entretenimiento. Tratándose con cariño entre los hermanos, los padres también entre ellos, los padres con los hijos y los hijos con los padres, creando una atmósfera de paz, de concordia, de confianza a la hora de resolver problemas.

La sociedad

También vi la misericordia de Dios en aquel hombre y aquella mujer que trabajan con honestidad, con su cansancio y sus limitaciones, pero dando lo mejor para el bien de su familia así como la superación de la compañía para la que trabajan, logrando que toda la sociedad mejore.

Y vi la misericordia de Dios en aquel científico, que con sus muchos experimentos logra encontrar razones para defender la vida desde la concepción, y que a pesar de verse presionado por el mundo y por otros colegas, defiende sus principios, sus valores y crea buena ciencia para el bien de la humanidad.

Y vi la misericordia de Dios en aquel médico, valiente, sabio, entregado a sus principios, que lucha por preservar la vida de aquellos cuyo corazón apenas comienza a latir, tanto como la de aquellos cuya vida ya avanza hacia la recta final, tratando a todo ser humano con dignidad e igualdad.

Pude ver a cientos, miles y millones de hombres y mujeres valientes, que luchan por la justicia y los verdaderos derechos de la humanidad, que preservan los valores del amor, del respeto, de la familia, de las buenas costumbres, la igualdad y libertad. No son personas que rechazan a los que piensan diferente, pero sí se mantienen firmes en la defensa de sus principios.

La vida y la muerte

Me conmovió una imagen, una pareja iba a tener su único hijo, concebido naturalmente, pero el niño enfermó en el vientre de su madre y muy probablemente partiría a la casa del Señor pocos minutos después de nacer. Pero sus padres, inundados por el amor de Dios dedicaron su tiempo a darle amor en el vientre a su hijo, prepararon su nacimiento con cuidados y dedicación, y dispusieron de un sacerdote que estuviera a su lado para bautizarlo apenas naciera.

Cuando el bebé vino al mundo las lágrimas de alegría se derramaron en el rostro de los padres, abrazaron a su hijo y le llenaron de bendiciones, fue bautizado, y rodeado de amor murió pocos minutos después en los brazos de su madre.

Otra familia de la que me sentí muy orgulloso y agradecido, fue una pareja de esposos que sabiendo que su hijo vendría al mundo con síndrome de Down, se prepararon con oración y esmero para recibirlo en su seno con amor. Tal vez muchas personas lo hubieran abortado, razonando que no es justo traer un hijo a sufrir al mundo, pero es más injusto robarles la oportunidad de vivir. Esta familia lo abrazó y con ellos se desarrolló feliz en amor y armonía, siendo así una familia ejemplar.

También vi con regocijo que una pareja de esposos muy humildes y de pocos recursos iban a tener un hijo, pero en su nacimiento se dieron cuenta que eran gemelos, en lugar de entristecerse por los costos y las dificultades se alegraron muchísimo, pues los nuevos bebés eran toda una esperanza para su familia.

La misericordia de Dios es grande en todas aquellas personas que comprenden y defienden el milagro de la vida, en especial la vida humana, la protegen y la respetan. Aquellos que, utilizando la inteligencia que se les ha dado por medio del Espíritu Santo, difunden su amor por la vida desde el instante mismo de la concepción y comprenden la naturaleza de la muerte, y nuestro paso por este destino natural.

El ángel me mostró muchísimas bellezas más que hay en el mundo, personas de buenos sentimientos, personas que buscan ser cada día mejores y ayudar a los demás, personas que luchan por defender sus ideales, personas que tienen un corazón abierto al amor y el respeto.

La misericordia de Dios es infinita e incomprensible, pero en su regalo nos ha dado la vida, para que la disfrutemos y la respetemos, para que sirvamos a los demás y luchemos por un mundo mejor.

El Ángel de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora