Capítulo 2: La Muerte

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 Con las respuestas del ángel y la visión tan clara del origen de la vida, comencé a pensar también en el momento de la muerte y su significado. Entonces me dirigí a la presencia angelical y le pregunté:

—¿Si en el momento de la concepción Dios nos otorga la vida y el alma ¿qué pasa en el momento de nuestra muerte?

La bella figura me tomó de las manos y con una sonrisa me señaló que cerrará los ojos. Así lo hice y quedando a su merced esperé la respuesta. Cuando los abrí estábamos en otro lugar, era una sala de hospital y en la cama estaba postrada una mujer joven, que apenas superaría los cuarenta años de edad. La rodeaba su familia: el esposo con rostro apesadumbrado, dos niños y una niña con ojos llorosos.

Volví a ver al ángel que me dirigió de nuevo una sonrisa.

—La muerte es una de las contradicciones más grandes que enfrentan los seres humanos. Es cierto que la partida de un ser querido es motivo de tristeza, pero la muerte natural del cuerpo debe ser causa de alegría, porque es el camino para estar cerca de Nuestro Señor.

—A todos nos duele la muerte de un ser querido —repliqué.

—Claro porque su ausencia es muy sentida, pero si supieran el gozo de las almas justas y también de las almas arrepentidas al verse cada vez más cerca de Dios Todopoderoso, sentirían ganas de acompañarlos en este camino hacia el Amor Eterno. Cuando mueren sus cuerpos, sus almas en su existencia espiritual, como hijos de Dios, buscan llegar a Él. Algunas al morir van a tener el privilegio de estar cerca del Altísimo, otras requieren de un tiempo de penitencia y otras -por su elección- no verán nunca a Dios.

—¿Por qué hablas de muerte natural? ¿Qué significa?

—Dios nos conoce desde siempre, desde antes que existiéramos incluso los ángeles, Dios conoce el momento en que cada persona en la tierra morirá. La muerte natural es la que obedece la voluntad de Dios. Algunas personas morirán por su avanzada edad, otras alguna enfermedad e incluso por un accidente. Lo que no es natural es que otra persona ajena decida la fecha de una muerte, acabar con su propia vida o que, por imprudencia y necedad, la persona busque su propio fin de forma abrupta.

Nos acercamos a la mujer postrada en la cama, no nos podía ver pero era evidente que estaba muy enferma. Su cuerpo estaba delgado y había perdido mucho cabello. Sin embargo, su rostro, afectado por la enfermedad, reflejaba paz y tranquilidad.

—Mira esta mujer —indicó el ángel—. Tiene un cáncer terminal y pronto llegará la hora de su muerte. Como lo vez es una mujer joven y está dejando a una familia completa sin su madre. Claro que van a sufrir. Pero ella está tranquila. Ellos han podido comprender que la enfermedad es un proceso normal de todo ser viviente sobre la tierra. Con valentía han luchado contra la enfermedad y han realizado los procedimientos médicos que corresponden, pero su cuerpo ya está débil y el cáncer la vencerá finalmente. Toda la familia está llena del Espíritu Santo y aunque sentirán tristeza y tendrán dificultades, podrán salir adelante y encontrarán consuelo en que han hecho lo mejor posible.

—¿Y qué harán ellos sin su madre? ¿Por qué Dios permite que suceda esto? Seguro era una mujer que tenía mucho por dar a la sociedad —pregunté entristecido.

—La voluntad de Dios es perfecta, pero insisto en lo que te acabo de explicar, todo ser viviente en la tierra va a morir, todo ser viviente puede sufrir enfermedades que afecten su cuerpo hasta morir, eso es natural. En algunos será muy temprano como los niños o incluso bebés que enferman y mueren en el vientre de su madre; y en otros podría suceder a una edad muy avanzada. Es por eso que el Señor nos pide estar preparados, vivir en su gracia y en su amor, y cuando llegue la hora, que solo Él conoce, podrán caminar hacia su presencia.

—¿Qué sucede si un día en mi trabajo tengo un accidente y muero?

—Desde que el ser humano tiene que salir a ganarse su pan diario con el trabajo está expuesto a un accidente y morir. El destino de tu alma estará en la infinita Misericordia de Dios. Un accidente, aunque no parezca, es también una muerte natural pues nadie decide su destino o no se está buscando la muerte de forma deliberada, como en un suicidio.

—¿Y qué pasa si al salir de la casa me asaltan y por quitarme mis cosas me matan con un arma?

El Ángel me miró de nuevo pero su rostro bello ahora se veía muy serio, con el ceño fruncido de preocupación. Me asusté un poco. Y ella explicó:

—Muchísimos años atrás El Señor le dio a Moisés una serie de mandamientos para regular la convivencia humana. Uno de ellos decía claramente que está prohibido matar a otras personas. Más adelante Nuestro Señor Jesucristo dijo que lo más importante, después de amar a Dios con todo nuestro ser, es amar al prójimo. Por lo tanto si amamos a las demás personas no vamos a atentar contra su vida. Si una persona mata a otra está cometiendo un pecado gravísimo, pues va en contra de los preceptos de Dios. El alma de la persona que fallece queda en manos del Juez Justo, pero la persona que cometió el delito debe enfrentar la justicia humana y la misericordia de la Justicia Divina, solo el Señor conoce el destino de esas almas.

—Entonces ¿un accidente sí puede ser una muerte natural, pero un asesinato o un suicidio no lo son?

—Así es. Hay maneras muy terribles de atentar contra la vida, como los crímenes violentos o las guerras. Pero hay otros tipos de homicidios contra personas indefensas e inocentes, como los bebés y los ancianos. La sociedad de hoy quiere ver estas muertes como algo normal, rebajando su dignidad de personas, apoyándose en criterios científicos dudosos, inventando nuevos derechos humanos falsos e inmorales que atentan contra la humanidad misma.

Y el ángel me tomó de la mano para llevarme a otro lugar, dejando a la familia vivir la agonía de la madre que pronto se encontraría con el Creador.

	Y el ángel me tomó de la mano para llevarme a otro lugar, dejando a la familia vivir la agonía de la madre que pronto se encontraría con el Creador

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