×3♥

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Brais

Miro lo temblorosas y sudorosas que están mis manos.
A pesar de que han pasado más de tres años desde que conozco a Leila, aún sigo poniéndome nervioso ante su presencia.
La reservación la he echo en el restaurante argentino »dos grill 28«, el cual es muy famoso gracias a los deliciosos cortes de carne que sirven en él.
Ya sé, sueno como un mocoso malcriado al cual sus padres miman. Pero yo me niego. Trabajé las últimas dos semanas como repartidor de pizza en las madrugadas.
Inclusive, tengo una mordida a un costado de la entrepierna a causa de unos perros que me persiguieron por 10 manzanas sin mostrar menor cansancio.
Ok, la he pasado muy mal, pero hoy le daré a Leila una muy hermosa noche y con suerte volvamos a ser los mismos de antes.

Leila

Para la velada, elegí vestirme con un vestido corto, elegante, pero a la vez casual.
Era turquesa, y en los tirantes que eran lo único que lo sostenía, había pequeños encajes negros.
Para los pies, decidí llevar unos zapatos de plataforma, que eran planos pero ligeramente más altos en el talón.
Me amarré el cabello en una alta trenza para maquillarme y no destruirlo.
Apliqué una capa de sombra oscura en un costado de mis ojos y puse en mis labios dos capas de un intenso rojo.
Solté mi trenza dejando mi cabello anteriormente lacio, caer con rulos marcados por las trenzas.
Cepillo desapareciendo un poco la marca del peinado para que parezcan horas de estar con un rizador.

Salí de casa con un abrigo en mi mano al escuchar el timbre de mi puerta.
Me acuerdo de las primeras veces que iba a mi puerta y tocaba el timbre.
La primera vez fue algo tan simple como ir al cine.
Fuimos a ver una nueva que me hizo llorar.
Recuerdo que había otras parejas, pero ninguna era nueva como nosotros.
Extraño esos momentos.
Cuando nos amábamos y no teníamos que hacerlo por obligación.

Abrí la puerta y me encontré esos ojos oscuros mirándome con felicidad.
Sonreí.
Se veía muy apuesto.
-Querido novio. - le dije junto con una reverencia alzando un poco mi vestido y doblando mis piernas.
-Querida novia. - dijo con ilusión en sus palabras.
Se inclinó con una mano adelante y una detrás.
-Permitame conducirla a la carroza. -
Dobló su brazo ante mí y yo metí el mío en el espacio que había entre su cuerpo y él.
Me condujo a su auto y arrancamos hacia el restaurante.

Al entrar, pidió la mesa y entramos de inmediato.
No dejaba de sonreír y disfrutar los momentos junto a él.
Nos sentamos cerca del escenario o donde iban a presentar el jazz y nos dieron las cartas.
Le eché un vistazo a los platillos.
Se me antojaba aquel, y también el de ahí.
Oh! Pero el de la foto de ve muy exquisito.
O el de la sugerencia del chef...
Brais tomó mi carta y la bajó para verme la cara.
Lo miré sorprendida.
-Leila... -
Dejó la carta en la mesa y recargó su mano cerca de la mía.
-Respecto a todo... -
Sabía a qué se dirigía la conversación.
Tomé su mano.
-Brais, sé que estás confundido.
Sé que todo es demasiado complicado porque es algo que sólo se explica aquí - apunté a mi cabeza con la mano libre - y se siente aquí. - apunté mi pecho.
Bajó la mirada.
Luego miró mi pecho y mantuvo su mirada ahí.
"¿Acaso estaba mirándome los... "
Le di una fuerte palmada en la mano.
-¿Pero que? -
-Piri qui. - lo imité.
Sobó su mano y apartó la vista.
-Pervertido. - le dije cruzando mis brazos enfrente de lo que miraba antes.
-No es lo que piensas. Yo solo estaba pensando. -
Rodé los ojos.
Perfecto.
La noche se arruinó.
Es por esto que estábamos distanciándonos.
Él miraba mi físico demasiado y yo exageraba mucho.
Tampoco es como si yo fuera una monja.
-Lo siento. - susurré.
Me miró con el ceño fruncido.
-¿Disculpa? - dijo con ese tono desagradable.
-Lo siento. Exageré. -
Bajó la mirada y luego volvió a desviarla.
Miraba el escenario.
Yo no apartaba mis ojos de los suyos aunque la mirada no fuera correspondida.
Su vista se desvió.
Abrió los ojos como platos.
Volteé y... ¡Oh mier...! ¡Susane!
Estaba en el escenario acomodando unas sillas para la presentación.
Tenía una blusa escotada (como siempre) y unos mini shorts de mezclilla. De esos que parecen que agarraste unos jeans de la calle y los cortaste con tijeras con seguro.
¿Ya los localizaste? Si, esos.
Al ver a Brais le sonrió coquetamente, pero al verme a mí, se bajó los shorts para que no se le viera su "hermosa" retaguardia.
Rodé los ojos.
Brais volvió a mirarme a mí.
-Es que eres hermosa. No puedo no admirar tu belleza. -
Sonreí.
Sabía que él no sólo pensaba en belleza cuando me veía, pero si lo decía, le iba a ir mal.
El show empezó.
En un paso difícil, la bailarina cayó y todos vimos como su pierna se lesionaba levemente.
La sacaron del escenario.
Hubo un momento de desesperación entre los organizadores, pero al final salió una nueva bailarina.
Y para colmo, era Susane.
¿Era yo o se contoneba de más?
El lugar ya parecía otro lugar. Si me logro explicar.
Le dije a Brais que iba al baño y hací lo hice.
Cuando me miraba en el espejo, esperando a que el número acabara, la música paró.
Al fin
Salí después de mojar mis manos y retocar mi maquillaje.
Me acerqué a la mesa donde estábamos y al ver la escena, detuve mi paso de golpe.
Un desgarrador rasguño había alcanzado mi corazón y ahora la sangre salía hacia todas direcciones.
Susane besaba a Brais.
Lo tomaba del cuello de su camisa y detenía su cuerpo con el suyo.
Brais la empujaba, pero ella se resistía.
Mis manos se convirtieron en puños y mis labios en un color claro a comparación de mi cara.
-¡SUSANE! - yo nunca le hablaba de su nombre completo.
Se apartó de los labios de Brais y me miró...desafiante.
-Déjame amarlo como tú no lo haces. - y siguió besándolo.
Una lágrima de enojo salió y no la detuve.
-ES LA ULTIMA ADVERTENCIA ANTES DE QUE HAGA TU MUNDO IMPOSIBLE SUSANE -
Me ignoró.
-De acuerdo. -
La jalé de los shorts hasta tirarla lejos de Brais.
Después la jalé de los pelos para que me mirara.
-¡Bienvenida al infierno! Ahora tu vida será miserable y querrás morir pero no podrás.
Toma tu entrada. -
Agarré un broche filoso de su cabello y pinché uno de sus falsos pechos.
Éste se "desinfló".
Me levanté, acomodé mi vestido y me dirigí a la salida del lugar.
-¡Leila! - escuché a Brais llamarme.
No quería.
Era demasiado.
Era demasiado débil.

Te Odio Pero Te Tengo Que AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora