Sonrío al recordar lo mucho que me gustaba que mis padres vinieran por mí, a pesar que no sucedía todo el tiempo puesto que Renán o Adrián eran los que venían por mí, hacían todo lo posible por sacar un minuto de su tiempo y venir ambos en la búsqueda de sus hijos. Recuerdo que papá era al primero que veía, parado firme en la entrada del colegio, para que, luego al verme fundirme en un caloroso abrazo y llenarme de muchos besos mimosos al igual que mi mamá. Y a pesar de que aún tenemos esa relación especial, con el tiempo esa relación paso a otro nivel, al crecer empiezas a tener otros intereses y la comunicación con tus padres va cambiando, te das cuenta que no relatas tu día como si de un monologo se tratase si no que cuentas lo necesario para mantenerlos conformes y tranquilos, el tiempo que pasas con ellos no es el mismo y sigue así hasta llegar a un tope en donde tienes tu propia familia y es en donde solo ves a tus padres y compartes con ellos en fechas especiales.

Extraño esos momentos así que no, no quiero que algo así pase. Los momentos que se comparten son los que más se aprecian, porque luego cuando ya no estén ¿Qué pasara? ¿Diremos ojala pudiese regresar el tiempo para pasar un rato con ellos? No. Sacudo mi cabeza espantado tales pensamientos, los cuales llamare: La parte filosófica de mí cuando estoy en mis días.

Luego de largos minutos un autobús blanco se estaciona frente de mí, abriendo sus puertas para dejar salir a la gente que esta apresurada por bajar de él, para abrirse paso entre el montón se gente que hay en la acera y tomar cada uno su camino.

Con mi cara contraída, subo al autobús y me ubico en uno de los ventanales. Matare a Eduardo por llevarse mi auto y dejarme inmovilizada.

Por suerte el trayecto fue rápido y a pesar de tener que aguantar el calor agobiante, bebes llorando, gente hablando al mismo tiempo, llegue a mi casa en poco tiempo.

Me adentro en ella notando que se encuentra totalmente sola, así que dedujo que mis padres estarán muy ocupados para no haber llegado. Normalmente uno de ellos suele estar aquí al mediodía, son ocasiones las que llegan a la media tarde o noche. Y Eduardo, realmente no se a donde pudo haber ido tan temprano. Saludo a Roque quien salió a mi recibimiento moviendo su cola alegremente mientras da pequeños saltitos, depositando sus patas en mis piernas.

Voy a la cocina por un poco de zumo de naranja, encontrando un plato cubierto por una tapa. Supongo que mi madre lo dejo antes de salir, comeré después. Tomo a Roque en mis brazos para irme a mi habitación y fundirme en un profundo sueño hasta alivianar el dolor.

Lo dejo en mi cama y al momento empieza jugar, revolviéndose entre las sabanas y escondiendo su carita entre las almohadas. Rio, es muy tierna la escena, a pesar de ser solo un animal, son seres que con actos inocentes son capaces de sacarle una sonrisa a la persona más gruñona del planeta. Me abro espacio entre las sabanas, palmeando a mi lado para que Roque se ubique; da unas pocas vueltas hasta encontrar la posición adecuada y quedarse ahí, recostando su cabeza en el suave acolchado. Posiblemente si mi papá lo ve ya lo hubiese sacado por la ventana, pero hey papá no está. Así que, juguemos en el bosque mientras el lobo no está

***

Pequeños golpecitos en mi nariz y una suave caricia en mi mejilla me sacan de mis profundos sueños, abro los ojos lentamente para encontrar una figura aun borrosa delante de mí, me froto los ojos para eliminar las ondas de sueño que quedaban en mí, me quejo un poco, si, el dolor de ovarios aún sigue, el dolor no es tan intenso pero aún está ahí, latente.

Giro mi cara para encontrarme a un Daniel sonriente, con su barbilla apoyada en las palmas de su mano al borde de la cama.

- ¿Cuánto llevas aquí? - Pregunto aun con la voz ronca

Esta soy yoWhere stories live. Discover now