- Eres incorregible, pequeño pájaro.

- Mira quién habla - Avril apoyó la cabeza en su pecho, escuchando el rítmico y algo acelerado latir de su corazón.

Amaba ese sonido. Sentir el latir en su pecho y todo lo que implicaba. Muchas noches pasadas había despertado de las pesadillas donde lo veía caer una y otra vez a través del velo, donde su corazón no volvería a moverse. Definitivamente, amaba el sonido de su corazón.

- ¿Sabes que me tienes atado en corto? - y también amaba escucharlo hablar -. Todavía no entiendo cómo has podido convencer a mi hermano.

- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? - había alzado la cabeza de repente para mirarlo.

- Absolutamente nada, solo lo he recordado. Dime, ¿qué fue lo que le dijiste? - preguntó al tiempo que les daba otra vez la vuelta y volvía a colocarse sobre ella. Avril estaba segura que su sonrisa haría que el corazón se le detuviera cualquier día de aquellos.

- Solo le dejé abierta una puerta, una salida - dijo misteriosamente -. Aunque me costó bastante que supiera que esa puerta estaba ahí. Es increíblemente terco.

La sonrisa de Sirius se volvió orgullosa, no sabía hacia quién iba dirigida, si hacia ella por haber logrado tal hazaña o hacia su hermano por ser un terco. No sabía por qué, pero le daba la sensación de que era la segunda opción.

- Y exactamente, ¿cómo lo vamos a hacer?

- Lo tengo todo pensado - ahora fue Avril quien sonrió orgullosa por su plan.

- Cómo no - Avril le clavó un dedo con saña en el costado, pero aparte del sobresalto, Sirius no se quejó.

- Es muy importante que a partir de ahora, no hagas lo que haces siempre - avisó poniéndose seria -. Con eso me refiero a nada de gritos o tratar de imponer cosas. Le he dicho a Regulus que para que esto funcione, tiene que empezar a escuchar. Y yo quiero que sea a ti a quien escuche. Sirius, explícale lo que pasa, de la forma más calmada posible. Simplemente, infórmalo, dale datos, muéstrale cosas. Enséñale poco a poco donde están los errores. Es joven y aún estás a tiempo de salvarlo.

La mirada de Sirius no se apartaba de ella, bebiendo emocionado cada una de sus palabras. Sentía que iba a llorar como un crío justo en el momento que escuchó que todavía podía salvar a su hermano. Él.

- Si ya piensas de ese modo tan adulto, vas a hacerte vieja antes de lo que esperaba - por lo mismo, antes de llorar debía romper la emoción como fuera.

Le dio un puñetazo en la espalda que le disipó toda esa sensibilidad repentina y entre risas volvió a besarla. Unió su frente a la de ella, susurrándole muy bajito.

- Gracias Avril. Gracias por devolvérmelo.

...

..

.

Sujetó con fuerza su cabeza y de un giro brusco la puso nuevamente derecha, mirando hacia el frente.

- James, es la última vez que te lo advierto. No. Te. Muevas - marcó todas y cada una de las palabras, para ver si le entraban en su cabecita -. A la próxima te corto una oreja. Ya no vuelvo a hacer esto nunca más.

Al fin y al cabo, cortar el pelo de James era una hazaña mayor que cortárselo a Harry. El hijo al menos se quedaba quieto, el padre era otro cantar.

- No digas eso Avril - la sonrisa de James era despampanante -. Ya me quedo quieto.

- Más te vale.

Remus pasó frente a ellos con una pequeña caja de la que sacó un bombón. James rápidamente le pidió la caja y este se la entregó sin rechistar. En cuanto la abrió descubrió que estaba vacía.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora