Capítulo X: Consecuencias

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— Gerard, ¿te encuentras bien? —me preguntó Bob durante el almuerzo, preocupado— Te ves como el demonio.

— Sí, solo... Siento un poco de náuseas. Estaré bien —farfullé, sin darle mucha importancia al asunto. Las náuseas se habían vuelto tan comunes en los últimos días que casi se convirtió en algo normal para mí. Revolví la comida con mi tenedor y luego aparté el plato, con una mueca asqueada. Vomitaría si no alejaba aquella cosa de mí, su aroma me estaba acabando conmigo.

— Debe ser esta comida que nos sirven aquí. Dios sabe de que está hecha —se quejó el rubio. Mikey, en cambio, sabía que aquella no era la primera vez que me sucedía.

— No lo sé, Bob. Gerard ha estado sintiendo náuseas desde hace bastante tiempo —murmuró— Deberías ir a la enfermería, para que te receten algo o al menos te digan que tienes.

— Chicos, estoy bien. Aprecio su preocupación, pero no hay nada de malo conmigo —dije, como un iluso. Claro que había algo, algo dentro mío. Solo que yo no lo sabía.

Mikey aún no parecía del todo convencido con mi declaración, pero no dijo nada, y se limitó a seguir comiendo su almuerzo. Ya había transcurrido un mes desde que lo suyo con Gabe llegó a su fin, pero el tiempo no lograba sanar todas las heridas y seguía dolido. Yo sabía que lo estaba, a pensar de que mi hermano no quisiera admitirlo. Otra razón para repudiar a Gabe aún más. No creía posible odiar más a ese chico.

— Gerard, creo que tu muñeco diabólico está llorando —me aviso Bob.

Tomé mi mochila del suelo y lo saqué, para ver que en definitiva si estaba llorando. Casi no había momento en el cual esa cosa no llorase, no sabía cómo no se le acababa la batería, rogaba para que lo hiciera. Traté de mecerlo lo mejor que pude para que se calmará, era la única forma de hacerlo.

— Qué bueno que yo no tomó esa clase, o para este momento ese muñeco se encontraría en el fondo del río —rió mi amigo, mirándome.

— ¿Qué no se supone que Frank debería ayudarte a cuidarlo? —murmuró Mikey, en tono acusador— Nunca lo he visto hacer algo.

— Nos turnamos a Chucky según los días, hoy es lunes así que le toca a él llevársela. Al fin podré dormir —no exageraba al decir que no podía dormir, porque no podía. El muñeco estaba programado para actuar como un bebé real y lloraba por las noches. Algunas veces quería arrancarle la cabeza para que se detuviera, pero luego recordaba que valía la mitad de mi nota y el momento de ira desaparecía.

— No le veo el sentido a... —comenzó Bob, pero la atención de nuestro grupo fue reivindicada por un grito proveniente de las puertas que conducían a la cafetería.

No me tomó mucho tiempo ver quién era el centro de la conmoción. En las puertas estaban nada menos que Frank con sus amigos. Él se encontraba de pie mirando bastante indiferente a una chica —posiblemente era quien había gritado— mientras que ella estaba de espaldas a mí, pero a partir de lo que podía distinguir por sus hombros temblorosos, seguramente estaba llorando.

Toda la cafetería se congeló y algunos incluso se quedaron sin aliento cuando la chica le dio una bofetada a Frank antes de salir. Esa bofetada debió de haber dolido demasiado si la forma en la que resonó en la cafetería era alguna indicación. Frank, sin embargo, no parecía afectado. Sus amigos incluso tuvieron una reacción peor porque soltaron una carcajada.

—¿Qué fue todo eso? —susurró Mikey con un bufido de fastidio.

— Oh, esa era Jamia —informó Bob, de alguna forma Bob siempre sabía todo. Era el chismoso de nosotros— Tenía 'algo' con Frank y aparentemente pensó que eran exclusivos hasta que descubrió que él se acostó con otra persona en los baños, durante el baile.

Frerard's Son ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora