v e i n t e

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Rachel apoyó la cabeza en la pared mientras esperaba a London. La rubia se sentía cansada, el curso de shadowhunter era una gran mierda y los entrenamientos el doble. La dolía toda la espalda y tenía un moflete inchado. Odiaba los combates cuerpo a cuerpo.

— Sigo sin entender porque los shadowhunters van a escuelas. — se quejó la rubia al ver a London salir del baño. Apartó la cabeza de la pared y apoyó su peso en una pierna. — Digo vamos. —se corrigió al escuchar su error.

— Porque debe de ser asi. Somos los defensores, ¿cómo vamos a defener sino sabemos luchar? — contestó London con una risa melodiosa.

Rachel se quedó mirandola. Llevaban cinco años juntas y todavía se quedaba anonadada al verla reir. Ya le gustaría ser ella. Una shadowhunter de verdad. Sin problemas. No tendría que huir. Sería libre.

Hacía mucho que no sentía la palabra libre como un concepto verdadero. Rachel siempre había estado atada a algo que la matenía bajo control. Si no fue su familia, lo era la Copa y ahora Valentine y su ejercito de demonios.

Si, supongo que es una tontería preguntarselo.

London la dio un golpe amistoso en el hombro.— Tu misma lo has dicho, compañera.

Rachel suspiró. Pronto tenría que decirla la verdad y toda esta confianza terminaría. Todo lo que ella quería se esfumaría.




El baché en la carretera hizo que Rachel saltara en el asiento y abriera los ojos asustada.

— Perdón, no pude esquivarlo. — se disculpó el pelinegro con las mejillas sonrosadas. — Te has quedado dormida. — terminó diciendo lo obvio.

— ¿Dónde estamos?

— Entrando en el centro de Nueva York, llevas un cuarto de hora dormida. Tuve que rodear la ciudad porque habían cortado algunas calles por el evento de los bomberos. — explicó Alec girando el cuello y dandola una sonrisa sin enseñar los dientes. Después volvió sus ojos a la carretera. — No queda mucho para llegar a la casa de Dot.

Rachel quisó salir del coche para que el de atrás pudiera atropellarla con tranquilidad. Solo había venido a esta dimensión para hacer una cosa y ya la estaba cagando. ¡Joder se había quedado dormida! ¿Cómo sabría donde estaba la puta casa de Dot?, pensó Rachel.

Tardaron menos de tres minutos en llegar a lo que Alec llamaba la casa de Dot.
No era una casa. A no ser que Dot fuera Dios. Esto era una iglesia. Y no cualquier iglesia. Era el Instituto.

Rachel entrecerró los ojos y cruzó sus brazos sobre el pecho. — ¿Estas de coña, no? — Alec frunció el ceño, parecía que Rachel estaba hoy demasiado bipolar. — La carta esta en el Instituto. ¡La habéis dejado en el Instituto todo este tiempo! ¿Qué clase de protección es esta? Valla mierda de shadowhunters que sois.— la rubia soltó un bufido.

— Rachel.... ¿De qué me estas hablando?

Nada, olvidaló. ¿Por qué llamas a una iglesia la casa de Dot? ¿Es algún juego de palabras, Dot, Dios?

Alec rió mientras negaba la cabeza. Como si lo que dijera Rachel hubiese sido el chiste del año mientras que la rubia seguía cruzada de brazos con la cara seria. Esto no era ninguna broma para ella. Si la dejaban en el Instituto hasta Valentine podría hacerse con ella.

— No, lo que pasa es que Dot vive en la guardilla.

Genial, una vidente que vive en una Iglesia. Rachel quiso rodar los ojos pero se contuvo, si lo hacía parecería una loca.

— Bien, llevamé a sus cartas. — dijo la chica Wether saliendo del coche.

Alec la siguió y no tardó en ponerse a su lado. — A sus ordenes, general. — dijo el pelinehro haciendo el gesto militar.

Rachel no pudo contener la risa. ¿Quién se esperaría en su dimension que Alexander Lightwood estuviera bromeando de esta forma? Nadie.

La Iglesia por dentro no era como Rachel la había visto. No era el Instituto. Era una iglesia normal, con la virgen al fondo y un monton de mártires en cuadros. Pero distinguió la estructura, era algo parecida a la del Instituto. Los escalones que subian a la sala de entrenamiento en este caso subian hacia una sala de confesiones.

Alec se agachó frente a uno de loa lugares donde se iba a confesar la gente y metió la mano bajo la madera y sacó unas cartas del tamaño de su mano.

— ¿Por qué las guarda allí? — pregunto la rubia cuando Alec le tendía frente a ella las cartas.

— No se.

Esa respuesta fue la clave. En su dimensión si tenía sentido donde las guardarían pero aqui nada. Esta era la conexión.

Rachel las cogió con rapidez y buscó entre ellas la copa. Ahí estaba. Sonrió para si misma y metió la carta en la parte de arriba del pantalón pegada a su tripa y tapada por la camiseta.

Ahí nadie se la vería. El problema fue cuando la carta calló al suelo. Por alguna extraña razón los pantalones no la sujetaban, los acababa de atravesar.

El chico Lightwood abrió los ojos sorprendido y bastante asustado. — Pero ¿qué demonios?

Rachel se reiría por au expresión sino fuera porque ella también estaba alucinado. No puedo tener tan mala suerte, pensó llevandose las manos a la cabeza.

Iba a pensar en algún plan cuando una puerta inrerdimensional apareció en sus narices.

— Tenemos que irnos. Meliorn ha dejado de actuar, el puente se cierra. — habló rapido Dante. Estaba alarmado.
No podía haber más sorpresas hoy.

Rachel agarró su mano sin pensarselo pero le mantuvo quieto para que no se moviera. — No puedo irme sin la Copa.

— ¡Mierda, Rachel no hay tiempo!

La rubia agarró con la mano libre la muñeca del pelinegro. — Alec puede. Tú puedes coger la Copa. — esto último lo dijo con la mirada sobre el pelinegro.

Este estaba tan asustado que intentó soltarase para salir corriendo. Seguro que solo es una pesadilla, una muy larga. Pensó el chico Lightwood.

Rachel no se lo permitió. Sacó sus garras y las clavó en su muñeca para que no se le escapara. — Coge la puta carta.

Alec lo habría hecho del miedo que tenía pero las consecuencias se lo impidieron. Dante consiguió que Rachel volviera a su dimensión y llevándose también  al chico pelinegro.


























Alec gritó de dolor. Debería de estar desangrandose por la muñeca pero cuando agachó la mirada para verla no había ninguna herida y el dolor se disminuía con rapidez.

— ¿Estas bien, Alec? — preguntó Lydia preocupada agarrandolo de la mano.

El pelinegro apartó la mano con rapidez. — ¿Quién coño eres tú? ¿Y dónde esta Rachel?

Alec no lo sabía todavía pero no estaba en su dimensión.

Demon | Alec Lightwood |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora