1. Que vida tan vacía (Editado)

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Ese, el último cigarro que despierta mis pupilas después de una madrugada visitando mis adentros. Levanta mi pecho con suavidad y reactiva las mañanas de este cuerpo que sólo vive en sus lecturas. Ese cigarro me daba certeza de identidad.

Mi cuarto es un verdadero desorden, desorden sólo para el estereotipo ja!, sólo yo entiendo este mierdero. Estaba acostado en mi camacontemplando un mar de sensaciones; no había salido el sol a saludar, pero el canto de las aves ya perturbaba mi insomnio.

-Será que nunca encontraré alguien a quien contarle mis historias?, alguien que no se burle de mi volátil locura y que cuestione cada hipótesis vaga que le haga-.

Que estaba haciendo. ¿Hablaba sólo con mi cigarro y mi soledad a las 5 de la mañana?

-Que absurdas las personas que no se cuestionan nunca nada, por falta de interés, o de imaginación quizá. quizá su mente no les alcanza para pensar en algo más que su asquerosa monotonía-.

La ventana del pequeño cuarto estaba abierta; hacia frío pero era soportable, me levante, detalle mi celular.

-Dormí como 2 horas. Maldita historia siempre me amarra igual-

El viento que entraba a mi cuarto no ganaba protagonismo, danzaba con el humo de tabaco seco y espeso que se fundía entre mis entrañas. Y mientras mis latidos luchaban por un lento despertar, empuñe mi arma y comencé a escribir otro de mis tantos poemas.

La armonía del orden la sentía con malestar, no había lugar donde no se perturbará la pulcritud. Medias en un rincón y vasos en la mesa de noche, camisas sin doblar en el armario y cientos de hojas con miles de palabras cursis y románticas, absurdo humor cínico, todo en el suelo. Sólo limpia la cama, pues aunque destendida; luchaba por que no hubiese el más pequeño mugre, sólo de esta belleza se denotaba el lunar donde guardo mis cigarros. Quizá llegue alguna bella dama que quiera consumar su lujuria.

Lo sé, que vacío era, No me pueden juzgar colegas, no había conocido lo que es el amor y por ahora lo único realista era el sexo.

-Ah! Carajo ya son las 6-

mire mi cuaderno.

-Seguiré contigo cuando vaya en el Transmilenio-

Vaya, es tan absurda mi soledad que los únicos confidentes eran mis escritos y poemas, poemas que vamos no eran nada del otro mundo, no en ese instante de mi vacía vida; escribía sobre mi cigarro y el insomnio, sobre el dinero y la masa que se comprimía en el transporte... que gran inventiva.

Me desnude completo, agarre la toalla con la boca y en cada mano los vasos que utilice ayer. Mis padres, si no fuera por el apego legal que tengo con ellos fácilmente ni me saludarían; roncan juntos como un coro de tractores en el agua. En mi mundo vivo solo, y así era como me había acostumbrado... a respirar, sólo.

Siendo el hijo menor de 2 hermanos solitarios. Mi hermano mayor, un reflejo brillante y reluciente, que se utiliza las veces en que se puede hacer una comparación despectiva de las malas acciones que tengo en mi vida. Lo admiro, pero vaya mierda el vivir junto al reflejo de un grande, cuando las flores sólo existen sin luchar con sus prejuicios.

Bajé a la cocina y toda estaba desorganizada. No podía decir nada al respecto, no tenía el derecho; al fin también era mi cocina.

El espejo del baño me tiraba sátira sin ningún sentido, se me pintaban las ojeras producto del insomnio y la lectura, el cabello no brillaba en lo más mínimo; perdió su aura juvenil demasiado pronto pensé. Me apoye frente al espejo y en voz baja me convencí.

-Estoy muy acabado-.

Baje mi mirada con tristeza y pase fuerte mi mano por el espejo. Quizá en un intento por borrar ese ente horrible que vi hace unos segundos.

El Transmilenio es un verdadero caos, ustedes mis amigos que tuvieron la dicha de compartir su vida en Bogotá sabrán bien de lo que hablo, la fila era tediosa y estresante. Todas las personas miraban el celular o bien pensarán con la cara baja, nadie sonreía, nadie reaccionaba. Eran miles de cucarachas de una misma madriguera. Recordaba entonces La Metamorfosis de Kafka al presenciar la escena ruidosa y parecida a estática que entregaba la masa de humanos corriendo y bramando sonidos, como cucarachas, insectos que buscan realizar su único deber impuesto para su pequeño existir, vacíos de humanidad.

Intenté perturbar el espacio visual de una chica diagonal a mi prisión de gente. Me miró, le sonreí con carisma mintiéndome a mi mismo por dentro, estaba aburrido de esta mierda de vida como para ver si quedaba algo de felicidad en alguien... Me miró con sarcasmo, alzó su ceja y se burló de mi pésimo intento.
-Bah! Maldita vieja ojala le llueva-. Llegó el tan esperado corral para ganado con ruedas y partí al mejor trabajo del mundo. Como mesero en un restaurante, que dicha.

Nelson, mi jefe. Un intento de dictador con fachas de chef me saludo con sus cejas; le respondí del mismo modo. Baje la cabeza y seguí el sendero de la cocina hasta los casilleros. Mi traje era como el de un preso; con franjas blancas y negras en el delantal, al menos combina con las ojeras de la cara. Miré el pequeño espejo en la puerta del cubículo -resiste, esto es temporal-. Me arreglé el cabello y salí a "producir", que dicha.

Terminando mi horario, cansado de ver tantas almas vacías compensadas con dinero a montones; me dispuse a colocarme esa chaqueta de cuero que me había regalado mi Abuelo, y salir de tan materialista sitio...

-Ey! Joven, acércate un segundo-.

Me gritó Nelson mientras arreglaba unas cuentas.

-Mañana te necesito pulcro y bien bañado, tendremos que cubrir el evento de un grupo religioso- hizo una ligera mueca- y necesito personal para servirle a los invitados-.

lo mire con seriedad.

- mañana no puedo, ¿se supone tengo día libre no?-.

Nelson sonrió con sarcasmo

-Si quieres conservar el empleo tendrás que trabajar, igual necesitas relacionarte con gente de más clase- sonrió cual empresario negrero y mientras su mano izquierda agarraba su saco, con la derecha me agarraba el hombro- mírate, mira esas ojeras... ¿esa chaqueta la usaste ayer no?, te pagaré por horas extras. Además, me dijo el organizador del evento que se presentará el coro juvenil de su comunidad- mencionandolo como si ello me convenciera más.

Mire su rostro con resignación, y afirme con la cabeza; me despedí de la mano y salí de nuevo camino a mi casa. Mañana igual será un día como el resto, ojala así no sea Dios. Por piedad.

¿Quien es este señor para clasificar a las personas por su cantidad monetaria?

Un ángel EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora