Parte 1

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Aquel día, yo solo intentaba crear el ser perfecto. ¿Quién iba a decirme a mí que todo esto iba a acabar de aquel modo?

Mi nombre es Rock Lee, y soy un inventor aficionado. En realidad, nunca he llegado a inventar nada, pero no me doy por vencido. Mi gran sueño es fabricar un ente perfecto, sin errores de ningún tipo; un ser humano artificial. Trabajo día y noche sin descanso. Cinco largos años me llevó solo componer la forma del robot.

La mañana del 15 de agosto de 2016 terminé por fin de programarlo y dar los últimos detalles. Luego observé detenidamente mi creación.

El cuerpo, de metal pintado de color carne, se asemejaba al de un chico joven, de unos quince o dieciséis años de edad. También había tenido el detalle de ponerle algo parecido a una desordenada cabellera pelirroja sobre la cabeza. Realmente, no era pelo auténtico, pero estaba bastante bien hecho. El robot descansaba con los párpados metálicos cerrados y las manos a los lados del cuerpo. De lejos, parecía un adolescente cualquiera que dormía, pero, al observarlo de cerca, se apreciaban claramente las placas metálicas de la cara, unidas por series de tornillos colocados seguidos sobre el rostro y cuerpo del robot.

- Te llamarás Gaara, ¿está bien?

El robot se veía tan humano que no pude evitar dirigirme a él. Por un momento, sentí pena de despertarle, de interrumpir aquel descanso placentero. Tuve que recordarme a mí mismo que en realidad no tenía vida. De ese modo, procedí a ponerlo en funcionamiento.

Esperé, pero no ocurrió nada. De nuevo mi invento volvía a fallar, y de nuevo había desperdiciado años de mi vida para nada. Me levanté y me dirigí a la salida, no sin antes apagar la luz. Me giré a mirar una vez más el cuerpo metálico, que yacía inmóvil sobre la mesa, y luego cerré la puerta. Volví a mi cuarto, que estaba terriblemente desordenado, y me tumbé en la cama.

Cinco años enteros trabajando en él, y finalmente mis sueños se habían ido tan rápido como habían llegado. Creo que en ese momento, perdí la fe y la determinación que siempre me habían caracterizado. Mirando al techo, entre toda la basura acumulada en mi habitación, se perdieron mis ilusiones y ambiciones.

- Quizá debería dedicarme a otra cosa – murmuré.

De repente, caí en la cuenta de que me había olvidado el teléfono en la sala del robot, pero no me apetecía ir a buscarlo.

- Ojalá – suspiré -. Ojalá tuviera un asistente o algo así, alguien que hiciera los trabajos por mí y me trajera mi móvil.

Oí un ruido, pero pensé que sería el viento seguramente. No le di importancia, y cerré los ojos.

- Aquí está su móvil, Maestro.

Kokoro (LeeGaa AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora