Capítulo 8

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Parecía un mal chiste. Un pésimo chiste de mierda que se había alargado por meses. Su vida era un mal chiste. La policía era un mal chiste. Ese par de detectives eran un malísimo chiste. Pero es que era absurdo lo que había sucedido, no tenía sentido. Ningún puto sentido.

"Hicimos todo lo posible" Había dicho el detective Gaskarth. "Pero los interrogatorios no arrojaron nada más y no tenemos pruebas en su contra. Tuvimos que dejarlo ir a casa. Estamos como al principio."

Y al parecer esperaba que se contentara con eso, ¿pero cómo demonios hacerlo? Ellos habían sido, el suicida y el tipo que había admitido haber estado ahí cuando Gerard murió. Ellos le habían quitado la vida en la cabaña de los Zimmerman. Absolutamente todo estaba registrado y en orden. Habían sido ellos, ¿entonces por qué no estaban tras las rejas?

El único que parecía estar pagando por la muerte de Gerard era él, encerrado día y noche en su hogar, sin absolutamente un motivo para seguir existiendo. Y no era una decisión melodramática, sino que realmente se encontraba de brazos cruzados. Nada tenía ya sentido y tras casi cinco meses desde la muerte del amor de su vida, sabía que nada volvería a sentirse normal en el futuro. Lo único que había en su cabeza era ira.

Estaba enojado con Gerard por irse, estaba enojado con los detectives por ser unos imbéciles y estaba enojado con los asesinos de Gerard. También estaba enojado consigo mismo, y era quizás esa la mayor concentración de su ira. Era fácil desquitarse consigo mismo.

Era tarde cuando la puerta principal fue golpeada, lo sabía porque la casa estaba en total penumbra. Bajó las escaleras con prisa y atravesó la sala de estar hasta llegar a la puerta. Ni siquiera miró antes de abrir, y en lugar de encontrarse con un rostro extraño fue su suegro quien estaba ahí. Tenía puesto el traje de policía y había un pack de cervezas en su mano derecha. Sonreía.

— Donna no sabe que estoy aquí —fue su saludo—, ya no me deja beber porque dice que me hace mal aunque ni ella puede decir por qué. Leí en internet que beber cervezas te ayuda a ser un anciano feliz. Aunque cualquiera es feliz con un par de cervezas, ¿No?

"Un par de cervezas no me regresarán a tu hijo." Pensó Frank, pero claramente no iba a decirlo.

— Perdón por el desorden —dijo, aunque realmente no lo lamentaba. Vio a su suegro cerrar la puerta a sus espaldas mientras él iba a encender las luces de la sala. Realmente todo lucía terrible, Gerard se habría vuelto loco.

— Está bien —contestó Donald, tomando asiento en uno de los sofás—. Ambos sabemos que era mi hijo quien mantenía el orden en este lugar.

— Tu hijo mantenía el orden en muchas otras cosas —suspiró Frank. Recibió la cerveza en el aire y luego tomó asiento en un sofá de un cuerpo. Bebió un largo sorbo en silencio, Donald no parecía querer decir nada tampoco. Y estaba bien, no esperaba escuchar nada y a decir verdad, se sentía bien estar con alguien un rato.

— Siempre me preguntaban en el trabajo sobre Gerard —Donald dijo de pronto—, decían "Sabes que este es un pueblo pequeño, pronto todos van a enterarse" y se suponía que tenía que preocuparme porque mi hijo mayor estaba viviendo con un hombre. "No soy homofóbico, pero..." decían algunos, ese pero siempre trae cosas complicadas consigo. La gente tiende a pensar que todo es problema suyo... es una tontería.

— Gerard también estaba preocupado —murmuró Frank—, siempre estuvo preocupado aunque su enfoque eran ustedes. No quería que nadie le hiciera comentarios a su madre o a usted... yo le decía que era inevitable, que estaba en ustedes el cómo iban a tomar los comentarios de terceros.

— Él siempre se preocupó mucho —dijo Donald. Frank volvió a beber un sorbo de su cerveza y para cuando volvió a mirar a su suegro, éste estaba secándose un par de lágrimas. Su rostro estaba totalmente enrojecido, tal y como lucía el de Gerard cuando lloraba—. Recuerdo... —suspiró—, recuerdo cuando Gerard nos dijo que era gay —agregó con una triste sonrisa en los labios—. El pobre muchacho estaba tan asustado. Nos pidió a Donna y a mí que nos sentáramos en el sofá y que le pusiéramos atención, y antes de poder decir nada se puso a llorar. Donna me miraba preocupada, pero yo le dije que teníamos que dejarlo hablar. "Hay algo que tienen que saber" fue lo que dijo "soy..." pero no pudo terminar, su voz lo traicionó. Donna debe haber adivinado sólo entonces de qué iba todo porque me miró casi tan preocupada como Gerard y me dijo "No seas tan duro con él, Donald." —Suspiró, y luego de beber un largo sorbo alzó la vista al rostro de Frank— Yo siempre fue estricto con mis hijos, lo sabes. Fui estricto porque quería formar buenos hombres. Y creo que lo logré.

— Lo hiciste —respondió Frank.

— Recuerdo que lo miré a los ojos —continuó—, lo miré y le dije antes de que él pudiera decir nada más "Siempre lo he sabido, hijo mío. Y siempre he estado orgulloso de ti."

Esta vez fue a él quien lo traicionó la voz porque su llanto le hizo imposible seguir hablando. Frank quiso evitar caer en aquél lacónico estado del que se había alejado a duras penas, pero los recuerdos estaban tan vivos en su mente que era imposible no llorar. Recordaba el antes y después de esa reunión que Gerard tuvo con sus padres. Recordaba lo asustado que estaba antes, y lo contento que estaba después. Recordaba los besos que le había dado para inyectarle coraje y los besos que le había dado luego con motivo de celebración. Había sido un día tan memorable para ellos, quería decir que no tenían que irse lejos, quería decir que iban a poder ser novios, quería decir que Gerard no iba a sufrir por amarlo y eso era lo más importante del mundo. Gerard merecía tanta felicidad, merecía que sus padres lo comprendieran... merecía el mundo entero.

— Yo sé que lo ves difícil —murmuró Donald—. Sé que a veces la justicia es una mierda... míranos a nosotros, yo estoy dentro y aun así no hemos podido lograr nada. La justicia no hará nada por nosotros, no hará nada para vengar a Gerard. Está en nuestras manos.

— ¿En nuestras manos? —Frank le miró confundido, ¿realmente estaba sugiriendo lo que creía que estaba sugiriendo?

— Tienes que encontrar una razón para vivir —dijo Donald luego de beber el último sorbo de su cerveza. Se puso de pie luego y se quedó mirándolo por un largo rato antes de darse la media vuelta y caminar hacia la puerta. La abrió levemente, y justo antes de salir se giró para agregar—. Tienes que vengar a mi hijo.

Y se marchó.

Frank se quedó mirando con la boca medio abierta hacia la puerta, pero su suegro ya no estaba ahí para pedirle que aclarara lo que acababa de decir, y sin embargo, sabía que no necesitaba aclaraciones. Él mismo lo había pensado y sopesado varias veces. La justicia no estaba haciendo nada por ellos y sabía que no lograrían nada. Estaba en sus manos, era lo único que podía hacer para sentirse vivo ahora que Gerard ya no estaba con él. Iba a vengar la muerte de Gerard.

the hunt ・ frerardWhere stories live. Discover now