Primer libro de la serie #TeamOhana.
-No puedes ayudarme, estoy rota- digo cabizbaja. Lágrimas amenazan con salir, pero las retengo para no parecer débil.
Pero bueno, llegados a este punto, nada me importa.
-Pues déjame arreglarte- coge mi barbilla...
Los rayos de sol se cuelan por las rendijas de mi ventana, impidiéndome seguir durmiendo. Abro un ojo y observo mi habitación ya iluminada por el sol. Las sábanas estás pegadas a mí y mi cuerpo está mojado, sudado. Es una costumbre que tengo, aunque haga una calor flipante, seguiré durmiendo tapada. El calor inunda todo mi cuerpo y es ahí, cuando decido levantarme y abrir la ventana. Menos mal, un poquito de brisa fresca. Me asomo al balcón y estiro los brazos, desperezándome. Cuando veo que un hombre me está mirando raro desde la calle, entro otra vez a la habitación.
Bajo las escaleras, bostezando y con un moño mal hecho en la parte baja de mi cabeza. Cojo la cafetera para prepararme un café. Hoy es domingo, por lo que no tendré que ir a trabajar. Me siento en uno de los sofás del salón y enciendo la televisión pulsando el botón del mando.
Voy cambiando de canal y así, todo el rato, hasta que encuentro un canal que de verdad me gusta y vale la pena. Shin- chan. Veía esta serie siempre con mi hermano tras levantarnos. Era su serie favorita. Cuando oigo el ruido de la cafetera, me levanto apresuradamente para apartarla de la vitrocerámica y echarlo en un vaso. Tras tomármelo, vuelvo a sentarme en el sofá. ¿Qué puedo hacer hoy?, es algo que no para de repetir mi cabeza. Hace un día más soleado que otras veces y hace más calor.
-Avisamos de que hoy es uno de los días en los que hace más calor del año. Les recomendamos que beban hoy mucha agua y si tienen una playa o piscina cerca de sus casas, que vayan a darse un refrescón- avisa la mujer del tiempo.
Oh, podría ir a la playa. No está lejos y podría ir andando. A parte, me gustaría estar sola un rato. Subo las escaleras de nuevo y empiezo a vestirme para ir un rato a la playa. Me pongo un bikini negro y una vestimenta sencilla. Cojo el celular, las llaves, y una toalla y salgo de casa. Camino despacio y sin prisa.
Los niños pequeños juegan unos con otros, aunque no se conozcan de nada y corretean de un lado para otro. Los coches se deslizan por la carretera. Hoy hay más por las calles, ya que la gente aprovecha los domingos para irse a la playa con la familia. Yo, en cambio, voy sola. Algunos padres cargan bolsas con comida, colchonetas y palas para hacer castillos, rumbo a la playa.
Paro de caminar, cuando veo aquel cartel que avisa que he llegado a la playa. Es la playa de Malibú. Siempre veníamos a esta con mis padres y mi hermano cada vez que queríamos ir a la playa. Es una de las playas más bonitas del Oeste de California.
Me hago paso entre la multitud y coloco la toalla cerca de la orilla. Me deshago rápidamente de la ropa, quedando en bikini. Corro hacia el agua y me sumerjo en ella. Cuando llego a la superficie, miro las vistas desde la playa. Las casas más lejanas son como motas de polvo.
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Esto es demasiado relajante. Debería venir a la playa más veces. Ojalá fueran así de tranquilos todos mis días, pero no.