Capítulo 1: Bienvenida a mi hogar.

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a limusina se detuvo justo en frente de la mansión, el chófer bajó, rodeó el vehículo y me abrió la puerta en un intento de parecer alguien caballeroso, pero su amabilidad no era del todo convincente, considerando la forma en la que me había tratado minutos antes.

Con algo de duda bajé y decidí admirar la mansión mientras este sacaba mis maletas de la cajuela. Un sudor frío me recorrió la espalda al ver la apariencia de la mansión: era muy sombría, enorme y lucía antigua, con dos hileras de árboles completamente secos en cada costado.

El sujeto me guió en completo silencio hasta la enorme puerta de madera oscura, una vez que estuvo lo suficientemente cerca tomó la aldaba que tenía forma de una cabeza de dragón y golpeó un par de veces.

Más silencio.

A los pocos minutos un chirrido espeluznante se escuchó y la puerta se entreabrió, dejando ver el rostro muy pálido de una mujer pelinegra vestida formalmente, tenía el cabello peinado hacia atrás en un moño. Por su uniforme supuse que ella era la ama de llaves.

—Llegas con cinco minutos de retraso, el señor ha estado muy ansioso —dijo con voz lúgubre.

—Lo siento. Los pueblerinos casi me la arrebatan, querían impedir a toda costa que la señorita viniera conmigo —se excusó él, algo nervioso.

—Tendrás que explicárselo tú mismo.
—La mujer abrió la puerta completamente y se hizo a un lado—. Entren ya —ordenó.

El chófer me dejó entrar primero y al hacerlo, me percaté de que toda la estancia estaba obscura, lo cuál me pareció realmente extraño.

No podía apreciar muy bien todo a simple vista, pero con la ayuda de la linterna del teléfono móvil que me había regalado el señor Lucian pude ver lujos y antigüedades por todos lados, las escaleras eran muy elegantes e inmensas. Apagué la linterna por petición de la mujer y guardé el teléfono en el bolsillo de mi jean.

—¡Sígame! —ordenó la mujer mientras tomaba mis maletas, caminando hacia las escaleras.

Obedecí, subí con ella las escaleras y cuando llegamos al escalón número veinte, sentía que no podía seguir avanzando más, me detuve por un par de segundos, recobrando el aliento.

—Lo siento, no estoy en buena forma —me disculpé avergonzada después de haberme recuperado.

—No se preocupe milady.

Continué avanzando hasta llegar al último escalón el cuál subí, siguiendo a la mujer que ahora caminaba por el obscuro pasillo.

—¿Por qué están cerradas todas las ventanas? —pregunté llena de curiosidad.

—Al señor no le agrada la luz del sol, su piel es un poco sensible a ella.

Eso es más extraño aún, pero deduciendo por el tono de molestia en la voz del ama de llaves, parecía más rentable el reservarme mis dudas. Ella se detuvo frente a una de las puertas y la abrió con ayuda de una de las llaves que guardaba en el bolsillo de su falda.

—Adelante, señora Arlond. Esta será su habitación de ahora en adelante —dijo haciéndose a un lado.

Asentí, entré y quedé maravillada ya que nunca en mi vida pude tener una habitación para mí sola, ni mucho menos una cama tan grande. Tenía que dormir en la misma habitación sobre una colchoneta vieja la cual debía compartir con el abuelo y mi hermana menor.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, nunca en mi vida había visto tanto lujo junto y en ese mismo instante comprendí porqué el abuelo se empeñó tanto en casarme con ese hombre.

La esposa del vampiro (EDITANDO)Where stories live. Discover now